PRÓLOGO

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No podía estar pasándole de nuevo, no en la semana de los exámenes finales. Pequeñas gotas de té mojaban la hoja que tenía ante ella, su mano temblaba provocando que el líquido de la taza se derramara, no podía controlarlo, no podía controlarse. Era la tercera vez ese mes que no podía controlar sus manos, que las palabras en sus apuntes perdían el sentido y que sentía su cuerpo desmoronarse. Si fallaba en alguno de sus exámenes pasaría todo el verano escuchando sobre ello, sus padres no tolerarían otro quiebre.

Lauren se sentía asqueada de sí misma, de su debilidad. Con toda la fuerza que le daba la rabia, tiró la taza contra la pared. El té, que ya estaba frío, se derramó sobre la alfombra dejando una mancha de un tono marrón oscuro. La taza se hizo añicos y Lauren cerró el puño frustrada. Ally irrumpió en la habitación con cara de preocupación.

—Lolo, ¿estás bien? —preguntó y su mirada pasó de la chica hacia los restos de la taza—. ¿Quieres un poco más de té? —ofreció torpemente a lo que Lauren respondió negando con la cabeza.

En el año que llevaban compartiendo departamento en la universidad, Ally había sido testigo de los distintos quiebres emocionales de Lauren, al principio se había sorprendido, pero con el pasar del tiempo los episodios se convirtieron en algo que ella podía manejar medianamente.

—Tú madre llamó de nuevo, quiere saber cuándo vuelves a casa. Le dije que hasta el sábado no sería porque iremos a la presentación de Normani, pero no quedó satisfecha. ¿Has pensado llamarla? —por supuesto que lo había pensado, quiso decirle, pero se limitó a mantenerse en silencio. Ally no se merecía su mal humor del día—. También quería saber qué le había pasado a tu teléfono, pero no supe qué responderle.

El teléfono de Lauren había corrido la misma suerte de la taza, así como también había pasado con vasos, platos y prácticamente cualquier cosa que se pudiera romper. Lauren cerró la mano hasta convertirla en un puño que apretó por unos segundos.

—Gracias, Ally. Te prometo que la llamaré hoy —dijo finalmente y se puso de pie para encargarse del desastre. Ally le dedicó una mirada preocupada antes de salir de la habitación, cerrando la puerta tras ella.

 Lauren se arrodilló y comenzó a juntar las piezas de porcelana sin particular cuidado. Una punzada de dolor en su dedo índice la hizo detenerse, alzó el dedo a la altura de sus ojos y vio la gota de sangre caer hacia la palma de su mano. Se quedó allí observando cómo la sangre salía de la herida con el zumbido de la ciudad como música ambiental. Ese era el problema de New York y una de las razones por las que detestaba la ciudad, no había un segundo de silencio. La ciudad zumbaba, era la única manera de describirlo. Era un zumbido que te llenaba los oídos y te ensordecía, al menos ese era el efecto que tenía en Lauren. Terminó de juntar los pedazos de taza y salió a la sala donde se encontraba Ally estudiando en la mesa comedor, la chica alzó la mirada y abrió los ojos como platos al darse cuenta de que la taza que originalmente era blanca, estaba tintada de rojo escarlata.

— ¡Lauren, estás sangrando! —exclamó y se puso de pie de inmediato, hizo que dejara las piezas de porcelana rota sobre la mesa y la llevó de la mano hacia la cocina. Con una servilleta limpió la sangre y suspiró aliviada al ver que el corte no era profundo—. ¿Qué está pasando contigo, Lolo? Esto no es normal.

— ¿Qué es realmente normal, Ally? —inquirió con el tono monocorde que adoptaba cuando estaba atravesando un mal momento.

—No, no vengas con eso —dijo y siguió limpiándole la herida—. Sé que tus padres te presionan más de lo debido, pero nunca antes había pasado algo así. Te heriste a ti misma y no te importó.

—No fue a propósito —se defendió.

—Eso no cambia nada. Habla conmigo, Lauren y si no lo harás, al menos promete que buscarás ayuda como te sugirió la profesora Argent.

Ally y Lauren compartían la clase de Introducción a la Sociología en NYU, durante el semestre habían sido parte del mismo equipo de trabajo para los proyectos y eran generalmente las que se enfrascaban en los debates más acalorados. A pesar de ser estudiantes sobresalientes, la profesora Argent que se encargaba del curso, tenía algo que decir sobre Lauren. Le había sugerido en una ocasión que quizás fuera necesario buscar ayuda de un profesional después de que había faltado a dos clases consecutivas gracias a uno de sus altibajos. Un psicólogo, eso le sugerían a Lauren que buscara, pero ella no pensaba aceptar semejante sugerencia. Había llegado así de lejos por sus propios medios y podría llegar todavía más allá.

—Son sólo los exámenes —intentó justificarse, pero incluso antes de los exámenes podía ponerse realmente mal—. Además no sé si sea conveniente —por ello quería decir que sus padres jamás lo aprobarían.

—Eres muy inteligente, Lauren, pero en este momento estás siendo la persona más estúpida del planeta. No hay nada de malo en reconocer que necesitas un poco de ayuda —dejó la servilleta de lado y observó la cortada—. Sobrevivirás —declaró y le dio una palmadita en el hombro antes de volver a la mesa junto a sus libros.

Lauren se quedó en su lugar sin moverse, para ser alguien tan brillante, Ally estaba completamente equivocada.

~·~

El tintinear de los cubiertos contra los platos le sonaba tan atronador como una tormenta eléctrica, en más de una ocasión había querido salir de allí o taparse los oídos. El verano estaba llegando a su final, pronto sería libre de volver a New York y a la universidad, ese lugar donde estaba ligeramente a salvo. Ese día, los Jauregui eran anfitriones de una cena con uno de los futuros asociados de Michael, su padre.

—Tengo entendido que asistes a NYU, Lauren —dijo uno de los invitados en su dirección. Lauren levantó la mirada de su ensalada, estaba completamente perdida, no había estado prestando atención de la conversación en la mesa. Perfectamente podrían haber estado hablando sobre su libro favorito o estar planificando una guerra nuclear.

—Sí, estoy por comenzar mi segundo año —respondió en voz baja, ganándose una mirada de desaprobación de su madre.

— ¿En qué planeas especializarte? —preguntó otra persona, no estaba segura de que lado de la mesa había salido la voz.

—Sociología —respondió sin dirigirse a nadie en especial.

—O economía, quizás política. No es una decisión tomada —interrumpió Clara, su madre a lo que Lauren simplemente asintió. Sus padres no estaban contentos con su elección de especialización, pero al menos estaba yendo a una buena universidad. Aunque no era tan impresionante como Chris que había sido aceptado en Stanford. La conversación se desvió a otro tema y Lauren volvió a su mente de donde no salió hasta que pudo retirarse de la reunión. Antes de entrar a su habitación, fue interceptada.

—Una reverencia para el señor Stanford, por favor —dijo Taylor con un tono pomposo, Lauren le respondió con una sonrisa, la primera en varios días.

—No deberíamos burlarnos de Chris, es impresionante que entrara a Stanford y con una beca completa —respondió Lauren.

—Lo sé, lo sé —Taylor abrazó a Lauren por los hombros y entraron a la habitación de la mayor de las hermanas Jauregui. Junto a la ventana se encontraba una maleta grande cerrada y sobre la cama había una más pequeña a medio llenar—. ¿Ya te vas?

—Sí, las clases comenzarán pronto. Hay un curso introductorio para una materia que comienza un poco antes y quiero estar allí —explicó y se sentó en la cama—. Te extrañaré, Tay.

—Y yo a ti —Taylor recorrió la habitación con la mirada una vez más. Estaba pulcra, todo parecía milimétricamente ordenado, no era sorprendente, sin embargo. Lauren era la persona más ordenada que ella conocía—. Promete que volverás para navidad.

— ¿Tengo opción?

Don't save me (Camren Fic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora