Capítulo 78: Newts, Conversations and Surprises

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-Oh, no, Harry-, dijo Severus seductoramente, -voy a aguantar contigo hasta que grites de un placer sin sentido que nunca antes habías sentido-.

Harry gimió, antes de tragar ruidosamente mientras el calor que se extendía por él le convertía las piernas en gelatina. Aquella promesa sólo había servido para enardecerlo de un modo que no había previsto. Los libros que había leído lo habían descrito, y él había pensado que era lo que había experimentado anteriormente. Tan ingenuo, esto era mucho más, quería a Severus y lo quería ahora. Sin embargo, Severus no le permitía darse la vuelta, no podía moverse, no podía deshacerse del dolor que se acumulaba en su interior. Ya empezaba a sentirse como un manojo de nervios en carne viva.

-Voy a atarte los brazos, Harry-, dijo Severus, esperando unos segundos para ver si Harry se oponía. No lo hizo, una cinta invisible surgió del extremo de su varita, y se enrolló alrededor de las muñecas de Harry. Las unió antes de estirarlas a lo largo de la mesa haciendo que Harry resollara en busca de aire, con todo su cuerpo temblando de deseo. -¿Está bien?- preguntó Severus, pasando las manos por el pelo de Harry. Consciente de que podría no gustarle, después de todo había sido atado y casi asesinado hacía unos años. No había ninguna señal de pánico, ni de miedo en Harry, así que siguió adelante, con el corazón apretado por el hecho de que Harry confiara tanto en él. Harry estaba bastante cómodo, apoyándose en los codos mientras esperaba.

Severus se encargó rápidamente de despojar a Harry de su camisa con magia, sin que él lo supiera; su capa seguía al lado del edificio del Ministerio donde la había dejado. Se abstuvo de tocarlo, lo que hizo que Harry gimiera por lo bajo en su garganta, arqueándose para suplicar cualquier cosa que Severus tuviera para ofrecerle. Otro escalofrío recorrió a Harry cuando se rió suavemente, antes de gemir con ganas.

Abriendo los botones de los pantalones de Harry, logrando evitar tocarlo para su secreto deleite, antes de comenzar a bajarlos lentamente. Con un rápido movimiento de su varita, sus zapatos, calcetines y pantalones bajados desaparecieron, doblándose limpiamente al otro lado de la habitación. Lo único que le ocultaba a Harry ahora era un par de bóxers, que estaban abultados y mojados por el precum. Sonrió con feroz satisfacción, a pesar de que los suyos estaban probablemente igual. Comenzó a quitarle los bóxers lenta y metódicamente, escuchando a Harry gruñir y gemir de frustración cuando sus intentos de frotarse contra algo se vieron frustrados una vez más.

-Severus-, gimió Harry, con voz necesitada y desesperada. Intentando frotar sus piernas para generar algo de fricción, sólo para que Severus murmurara en voz baja y sus pies se movieran de repente sin su consentimiento. No podía moverlos hacia atrás por mucho que lo intentara. Era como si algo metálico se interpusiera entre ellos impidiendo incluso un minúsculo movimiento. No le dolía, simplemente era imposible moverse, le hacía sentir extremadamente vulnerable pero aún más excitado. No había hecho nada así antes, se relamía los labios secos, intentaba controlarse pero un toque de Severus y se esfumaba.

-Creo que me gustas así, Harry- susurró Severus burlonamente. -¿Te dejaré así durante horas?-.

Harry se retorció mientras jadeaba en bocanadas de necesidad.

-¿Cuánto quieres que te toque, Harry?- susurró Severus, dejando caer pequeños besos por su espalda. Apenas podía sentirlos, pero sabía lo que estaba haciendo y gimió una vez más. -¿Lo haces?- preguntó de nuevo, su dedo recorriendo más abajo, tocando el mismo lugar en el que Harry quería que estuviera. Provocando un espasmo, el agujero rosado prácticamente le suplicaba que tomara lo que quería.

-S-sí, sí, sí, sí, por favor, Severus-, suplicó Harry, arqueando la espalda siseando al encontrarse con nada, Merlín frustrado las lágrimas se formaban en sus ojos. No estaba acostumbrado a que se le negara; tal vez que esto volviera a suceder no era una buena idea- borre cualquier idea de burlarse de Severus nunca más. También le empezaban a doler las piernas al mantenerlo en esa posición. Algo resbaladizo en su espalda le hizo olvidarse de ello. Su aliento estaba caliente contra la mesa; causando condensación mientras esperaba con los ojos cerrados respirando con dificultad.

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