Capitulo 76: Joining The Dots

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James gimió con la cabeza golpeándose contra la pared sintiéndose estúpido, si le hubiera dicho a Sirius todos esos días atrás, ya lo habría encontrado. Su estado de insomnio era obra suya, agitando su varita reemplazó cada uno de los documentos que había leído y los que no también. La bandeja fue colocada en el suelo mientras se dirigía a la puerta en la que no se había fijado en todo el tiempo que llevaba allí abajo.

-De todas formas, ¿para qué quieres la ley de Merlín?- inquirió Sirius, siguiendo a James con curiosidad.

-Es lo que ha estado afectando, Lily- dijo James, la puerta se abrió y vio la habitación vacía, o casi vacía aparte del pergamino encapsulado, tal y como Sirius había descrito. La habitación en sí estaba brillantemente iluminada, mucho más que la otra habitación, lo que casi hizo que a James se le aguaran los ojos. Se acercó a ella y comenzó a leer el pequeño y legible garabato. Había visto una escritura mejor, pero teniendo en cuenta que fue escrita hace mucho tiempo no podía ser demasiado exigente. -¡Creía que era una sola ley!-, gritó exasperado cuando vio varias diferentes.

Sirius se burló de la ingenuidad de James: -Claro que no, ¿acaso tus padres no te obligaron a aprender sobre la ley?- Sus padres lo habían hecho, construyéndolo para que fuera el heredero de los Black incluso antes de que fuera a Hogwarts. Su madre lo había repudiado, no oficialmente por supuesto, nunca supo por qué. Ahora la familia Black estaba prácticamente desaparecida, al menos la principal, él era el último heredero con Black en su nombre y si no tenía un hijo entonces se acabaría por completo. Sólo quedaban él y sus primas, pero todas se habían casado, adoptando los nombres de sus maridos. Draco Malfoy era el único heredero varón que quedaba y que podía tomar el relevo, cuando él muriera, pero eso era sólo si tomaba el apellido Black y dejaba el de Malfoy. Cosa que no haría ya que era el heredero de los Malfoy.

-No, me negué, lo odiaba- admitió James, deseando haberlo hecho ahora.

Sirius puso los ojos en blanco, pero sabía que Charlus y Dorea se habían ablandado con James, ya que lo habían tenido tarde. Dorea había sido una Black antes de casarse con Charlus; quizá por eso se habían apresurado a acogerlo en su casa. La familia era importante para ambas familias, tanto para los Potter como para los Black, aunque parecía menos importante para James. O lo había sido hasta que lo habían descubierto y se había visto obligado a darse cuenta de la gravedad de sus propios actos. Resumía que hasta ese momento todos habían sido magos inmaduros, que no pensaban bien las cosas.

-Ya está, aprendices-, dijo James con entusiasmo, casi apretando la nariz contra el cristal para ver mejor. Sus ojos recorrieron la escritura hasta llegar a la parte que quería. Sus ojos se abrieron imposiblemente mientras seguía leyendo, dándose cuenta por fin de la gravedad de lo que había hecho Lily.

Cerró los ojos; la magia la estaba castigando porque no había aprendido la lección en Azkaban. No se arrepentía, y era el turno de las leyes de Merlín para intentar que se diera cuenta de la magnitud de lo que hizo mal. Merlín era inteligente, sabiendo que no podía eliminar toda su magia, había hecho que ciertos hechizos, maleficios y encantos no funcionaran. Cualquier cosa que se interpretara como peligrosa simplemente no saldría de la varita. El sanador se había equivocado al decir que no eran hechizos defensivos, pero entendía por qué había decidido dejarlo así. Es como él probablemente lo habría descrito también. Cualquier cosa, desde un encantamiento de levitación hasta la maldición asesina, no funcionaría. Lo que probablemente incluía los encantos de aturdimiento e incluso los de desarme, ambos eran peligrosos si lo pensabas. Aturdir a alguien podía afectar a su corazón si se lanzaba con suficiente furia, desarmar a alguien también podía hacerle daño.

-¿Cómo está afectando la ley de Merlín a Lily, de todos modos?- preguntó Sirius, observando la forma derrotada de James.

-Léelo tú mismo, en el apartado 1.6 de dañar a un aprendiz- respondió James, frotándose la cara con cansancio tras quitarse las gafas. Volvió a bostezar cansado, mientras movía el cuello de un lado a otro, se escuchaban crujidos mientras suspiraba suavemente. Bueno, no podía copiarlo exactamente para llevárselo a casa, se preguntó si alguien lo había copiado. Mirando alrededor de la habitación, viendo sólo un gran armario, se acercó. Al abrirlo sonrió un poco, mientras sacaba una copia, después de todo había tenido razón.

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