PRÓLOGO

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A Veces vivir eternamente se vuelve cíclico, y más si estamos condenados a repetir nuestros mismos errores.

La primera vez que me enamoré era joven, todavía reinábamos en la tierra y éramos alabados por los humanos.

"La edad te da conocimiento y poder" solía decir mi padre, por esa razón no me dejaba caminar libremente por la tierra. 

Tenía mucho por aprender de mi padre, porque los hijos de Hades estábamos destinados a reinar junto a él. El inframundo era nuestro, al igual que el cuidado del eterno descanso. 

Pero una primavera cuando mamá subió a la tierra a cumplir con los seis meses reinando llevando consigo las flores, aproveche la oportunidad y hui.

No conocía los caminos, pero la confianza y vanidad de la juventud es mucha. Más cuándo hacen ofrendas en tu nombre.

Había aparecido en una cueva cerca en las orillas del mar y necesitaba alejarme lo más lejos posible.

Toda la plenitud del océano y su extensión pertenecían a Poseidón. Y la entrada a territorios gobernados por otros dioses significaba la guerra y una muerte rápida si eran piadosos. No necesitábamos otra guerra.

Corrí alejándome de la costa lo más rápido que pude, sin mirar atrás, buscando un camino en la oscuridad. Fue ahí cuando me choque con él. Era alto, con músculos marcados, de cabello ondulado y oscuro, y unos ojos azules penetrantes. Me agarró fuerte para que no cayera, y eso fue todo lo que necesité para enamorarme. Mihalis resonó su nombre en mi boca cuando me lo dijo, ahí mismo supe que nada podría interponerse entre nosotros.

Viví entre los griegos escondiéndome, ocultándome de mis pares y pasando por un ciudadano más junto a Mihalis, quien me protegió con todo su ser. Me amaba como nunca había visto amar, y yo le respondía de la misma manera, con una intensidad que me llevaba a cometer locuras solo por él. Pero la guerra estalló y me lo arrebató de un día para otro, reclamándolo suyo.

Volví a casa en llantos, rogándole a mi padre que me lo devolviera, diciéndole que daría lo que fuera a cambió de Milhalis. Mi angustia y dolor me llevó a una fuerte determinación por lo que quería. Rogué por días y por noches, hasta que cansado acepto.

Pero ningún favor de los dioses queda sin pagar, aún si es tu padre. A cambio de la vida de Milhalis yo debía sufrir, así lo exigían los doce. Mi castigo fue una carga por toda la eternidad.

Mihalis volvió a la vida bajo mi propia mano, pero ahora no dormía, no comía, solo tenía una sed insaciable de sangre humana. Era fuerte, rápido, indestructible. Y en su mente solo había espacio para la cacería.

Él fue mi castigo, el primer y único vampiro creado por mi. Pero los dioses no son piadosos, ni siquiera en el sufrimiento del otro, y ponen siempre el ejemplo con los que rompen las reglas. Me obligaron a vagar por la tierra sola, reinando sobre los fantasmas y las sombras, haciéndome cargo de aquellos que no llegaban al inframundo y de las ofrendas de los que sí lo hacían.

Viví por siglos viendo como Mihalis convertía humanos en vampiros sin poder impedirlo, lo vi siendo corrompido por dentro por los poderes que tenía, dejó de amarme y se rebeló contra mí, aclamando ser más fuerte y no necesitarme más.

Odie lo que le había hecho a Mihalis, y el corte en mi mano era un recordatorio constante. Mi amado por mi culpa tenía que vivir así, sediento eternamente de sangre sin poder hacer otra para sobrevivir, matando humanos o transformándolos en lo que él era, poniendo mi alma en sufrimiento cada vez que lo hacia.

Y de la mano con todo eso vino la tarea de proteger a los humanos, lo que equivalía a cuidar que los vampiros no hicieran un desastre con la humanidad. Nuestros amados humanos que nos rendían culto y nos alababan, a los que seguíamos protegiendo por más que ya no éramos parte de sus vidas, ahora nos daban otros nombres y no a todos, no éramos más que una historia en un libro.

Y de la misma forma en que les di vida a los vampiros, les di vida a las demás criaturas de la noche, hijas e hijos de la luna, en un intento de llevar a cabo mi deber y a su vez de ponerles un límite a los vampiros. Seres que velaran por los humanos en la misma forma en que lo hacía yo

Fue Aro quien traicionó y mató a Mihalis, a su lado estaban Marcus y Cayo, quienes luego tomarían el poder. Gobernaron desde entonces en la sombras de la humanidad, manteniendo el secreto de lo que eran y obligando a todo vampiro a vivir pasando desapercibido.

Para cuando los Vulturis llegaron al poder, yo no era más que un extraño recuerdo de su vida pasada en la cabeza de Mihalis. Por lo que nunca supieron su propio inicio y nunca lo iban a saber. Vivirán a mi lado, inmortales, como parte de mi castigo eterno. El recordatorio de mis errores. Un dios no se enamora de un humano.

Pero por más que la presencia del clan poderoso me alivió la carga, no podía dejarlos solos a su merced. Por eso mismo los tenía en vigilancia, los seguía de cerca, cada paso, cada decisión que tomaban era observada y de ser necesario influenciada por mi.

Un día apareció Carlisle Cullen, con sus ojos dorados sin explicación alguna de por qué los tenía de ese color. Me enloqueció descubrir que no mataba humanos, se alimentaba de animales. Ahí estaba un vampiro, la creación más aberrante que había creado, con los ojos dorados porque se negaba a matar a un humano.

Carlisle era doctor y se dedicaba a ayudar a la gente, los curaba y trataba, sin enloquecer con la sangre. Él se volvió mi más grande obsesión. Observaba todos los pasos, lo seguía por las sombras para verlo trabajar, caminaba junto a él viendo como cambiaba su propio destino. Los años que Carlisle vivió en Volterra fui feliz.

Lo encontré en Alaska unos siglos después, había formado lo que él llamaba su propia familia de vampiros, un clan de siete vampiros autoproclamados "vegetarianos". Siete personas que había salvado, cuidado y puesto bajo su amparo.

Llevaban una vida lo más normal que podían, vivían cerca de los bosques porque era estratégico, podían cazar con libertad.

Eran parte de la sociedad, ya que eligen ciudades donde las lluvias estaban presentes todo el año lo que les permitía interactuar con los humanos.

Pero todo cambió cuando se instalaron en Forks y unos años después llegó Bella. Edward se enamoró de ella perdidamente.

Decidí que yo no quería observarlos más, quería poder acercarme a ellos.

BLUE MOON ➛ Carlisle Cullen (editando)Onde histórias criam vida. Descubra agora