Decisiones

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Ari

Caminar por el huerto de manzanas en la mañana mientras bebo el té que hace papá, es siempre mi ritual cuando visitamos la casa de campo. Antes solía ser acompañada de Luke y Jace, pero hace unos años que el perro de la familia falleció y que mi hermano se mudó a su propio departamento.

No sabría decir a quién le fue más difícil la idea de que uno de los Daddario-Anderson se marcharía del nido, si a mis padres o él. Siempre habíamos sido una familia unida, desde que tengo uso de razón mis padres se han enfocado en recalcarnos los valores que la familia significan, pero es que ellos parecen saber tanto de los sentimientos que no podría contradecirlos. No solo creen en lo que sienten, lo viven y por ellos es que sé que existe el amor.

Mamá y papá no tuvieron una relación sencilla al principio según me cuentan mis tíos y primos, pero he memorizado todas las fotos del muro en su estudio que dudaría mucho que el Anddario no haya sido amor a primera vista y miel sobre hojuelas. Cuando era pequeña recuerdo ayudar a papá a ponerse perfume y comprar las flores correctas para ir a ver a mamá en un común martes por la tarde después de recogerme del colegio; y a mamá a decorar las hojas de las características notas que siempre dejaba donde sabía que mi padre las vería. Llevan tanto tiempo enamorados como el primer día, que no podría estar más feliz de haber sido criada bajo su amor.

Subí a la casa del árbol para poder mirar el sol mientras terminaba el líquido que yacía en mi taza, mis pies se balanceaban hasta que tuve que mirar mi teléfono por la notificación que había en él.

Z 🦁: ¿Tienes un espacio para mí allá arriba?

Alcé la vista del teléfono y no pude evitar sonreír como una boba al ver su cabello naranja ser iluminado por el sol mientras lo veía acercarse hasta mi antigua casa del árbol, portando ese horrible uniforme deportivo de Harvard que solo a él podía quedarle tan bien. Quizá sea mi parte cursi de hija de escritora o mi parte cursi de hija de director pero desde que nos hicieron tomarnos las manos para no perdernos en Disneyworld, el nombre de Zeke Sherwood se ha quedado en mi corazón. Es algo cliché estar enamorada del mejor amigo de mi hermano pero he pasado tanto tiempo con él que no fue algo que pudiera evitar, mamá dice que el amor a veces es como un insecto que te pica y te hace perderte en una persona, me gusta creer que eso me pasa con ese lindo zanahorio rubio, pero me gusta más creer que él también me ve así.

No sería algo que a nadie le disgustase, sé que mis padres y mis tíos celebrarían con champán si se los llego a decir pero es algo que no quiero arruinar por ser demasiado prematuro.

—Arianne Candice Daddario-Anderson ¿aún me harás traerte flores para dejarme subir a tu casita?—apoyó sus manos en la escalera y me sonrió divertido
—No desde que Jason estornudó sobre esos dientes de león—bebí un sorbo de mi té, con una seña le indiqué que subiera

Lo hizo teniendo cuidado con su cabeza, desde que éramos pequeños se golpeaba al entrar.

Esta vez no fue diferente.

Me lancé a sus brazos al segundo de tenerlo cerca de mí, podía excusarme diciendo que desde un semestre no lo veía en persona pero yo sabía que mi euforia era por mis sentimientos hacia él. Me abrazó con cariño a modo de respuesta, nos quedamos así un segundo más de lo acostumbrado y al separarnos depositó un beso en mi frente.

—Aquello que pasó fue el karma por ser algo cruel conmigo—se sentó a mi lado.—Le causaste una alergia a tu hermano
—¿Le ofrecí una disculpa, no? Y no te hice recolectar flores ahora—reí dándole un pequeño empujón en su hombro
—Aún así, creo que aún eres cruel—se acercó un poco más a mi cuerpo, mirándome el rostro con un detalle más intenso de lo que se consideraría usual y rozando sus dedos con los míos

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