La cafetería llamada "los 7 misterios" se había vuelto muy famosa por su temática de terror, la cual atraía a muchas personas, pero lo que más los atraía era ciertos rumores que contaba una chica de cabellos morados cada vez que los atendía.
Pero en...
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Cada acción tiene su reacción, ¿no? Y esas reacciones a veces no son tan buenas que digamos.
Un pelinegro de colmillos puntiagudos vendaba las heridas de su hermano mientras lo miraba decaído, no quería que eso pasará, sabía que existía una consecuencia sobre ello pero aun así decidió hacerle caso. ¡Debió haber dicho que se vayan!
—Te lo dije Amane... era mejor irse. —murmuro sin subir la mirada, pero sin dejar de vendar su brazo.
—Lo sé hermano... Pero nos divertimos y eso lo hace valer todo. —sonrió con dolor, si, había valido la pena, pero el dolor aún seguía en él.
— ¡Mentiroso! Eres un mal mentiroso. —regaño cerrando el vendaje y suspirando. —Los golpes... todo esto, sé que te duele Amane, deja de fingir que por hacer otra cosa todo esto valió la pena, no es la primera vez que lo haces.
La sonrisa de Amane desapareció ante ello mientras miraba a su hermano menor, tenía razón, no toda, pero la tenía y lo hacía quedar como un tonto el cual no puede disfrazar la cruel verdad.
—Tienes razón Tsukasa... pero es que lo prefiero así, prefiero pensar que hay algo bueno en todo este mundo que es una completa mierda. —mustio enojado mientras se levantaba de la cama. —Pensaba que si nos quedábamos con ellos a jugar saldríamos de ese mundo. —suspiro frustrado. —Pero no fue así, todo fue un fracaso, ¡y eso que solo tenemos quince años! —exclamo golpeando su almohada, Tsukasa veía todo en silencio. —Dime... ¿Qué debemos hacer para ser felices, Tsukasa?
Finalizo con la voz rota mientras lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas, todo eso lo tenía frustrado y en esa habitación es donde podía descargar todo lo que llevaba, porque en su trabajo fingía algo que no era, y en su casa solo podía permanecer callado... y todo eso lo hacía poner terriblemente mal.
Tsukasa suspiro, estaba por decir su única opción.
—Matémoslos.
— ¿Qué?
—Lo que dije, matémoslos. —volvió a repetir pero ahora con una voz más seria.
— ¡No haremos eso Tsukasa! —negó mientras se acercaba a él. —no pienso ir a la cárcel y menos tu irás a ella. —sentencio.
—Es la mejor opción Amane, no nos quedan más opciones. —mordió ligeramente su labio, él solo quería ser libre. —Si ellos mueren nosotros seremos libres, si ellos no existen nosotros podremos ser felices. —una sonrisa diabólica se dibujó en su rostro mientras sus ojos se envolvían en completa oscuridad. —si ellos solo no existieran Amane y yo seríamos felices.
Amane abrazo fuertemente a su hermano mientras las lágrimas ahora bajaban más rápido.
— ¡Tsukasa no pienses eso! Ya hablamos de eso, nadie hará eso... por favor. —cerro sus ojos para tratar de calmar sus lágrimas. —nadie manchará sus manos de sangre... te lo pido. No pienses en eso.
