CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

Magsimula sa umpisa
                                    

Me da un pequeño jaloncito, haciendo que termine prácticamente a horcajadas sobre sus piernas mientras Pierce me abraza de una manera que parece que todas las partes de mi destrozada alma se volvieran a juntar, desprolijas y sin forma, pero juntas al fin.

Hundo mi rostro en el arco de su cuello, mientras aspiro la fragancia de su colonia, que ahora está mezclada con el olor a cigarro y alcohol, sin embargo aquello no lo hace sino más embriagante.

Mis manos están cerradas fuertemente sobre su camisa, arrugándola, sin embargo no parece importarle, ya que esta concentrado en pasar sus cálidas manos por sobre mis muslos desnudos. De todas maneras —y para total sorpresa mía— no parece que sea una caricia sexual, sino es simplemente eso, una caricia que intenta calmar los temblores de mi cuerpo.

Siento a Pimienta restregarse en una de mis piernas, su suave pelaje haciéndome cosquillas y sacándome una sonrisa y no es hasta ese momento en que me doy cuenta de que Pierce está en mi casa, sentado en la entrada de mi departamento conmigo encima de él.

—Parece que alguien está celoso —lo oigo farfullar, retomando sus caricias en mis piernas.

Despego mi rostro de mi escondite para mirarlo a los ojos, la única luz que entra es la del ventanal de al lado de mi cama, iluminando todo a duras penas.

Sus ojos de aquel color tan hipnotizante me devuelven la mirada curiosa y un poco preocupada y también borracha, no voy a mentir.

—Es injusto que seas tan malditamente hermoso —murmuro con un deje de indignación. —Y ebrio lo eres aún más —agrego, haciéndolo largar una carcajada borracha.

Sé que mi comentario no fue lo suficientemente gracioso para obtener esa reacción, pero sin embargo a él le parece de lo más divertida.

—¿Crees que soy lindo? —Pregunta, divertido.

—Si, pero tu idiotez compensa la balanza —respondo, con un encogimiento de hombros.

Su sonrisa se pierde lentamente, mientras sus manos suben hasta mis mejillas, limpiando los restos de lágrimas de ellas en una leve caricia que me hace suspirar y no es hasta ese momento que me doy cuenta de lo cerca que estamos el uno del otro, así y todo cuando me prometí que nunca más lo dejaría acercarse tanto nuevamente.

Bueno, en realidad esa fue una pequeña charla que tuve conmigo misma antes de quedarme dormida.

—¿Por qué estás aquí, Pierce? —Susurró.

—Porque tenia ganas de verte —responde, sus pulgares prácticamente tocando mis labios.

—Podrías haberme mandado un mensaje, podríamos habernos visto mañana —respondo.

—No podía esperar hasta mañana para verte —es todo lo que responde.

—¿Por qué? —Insisto, necesito escuchar las palabras que no me está diciendo.

Él sonríe, como si supiera lo que estoy tramando, como si sospechara de que si dice las palabras equivocadas, no habrá vuelta atrás.

Si doux* —susurra en su lugar, uniendo nuestros labios.

Comienza siendo algo tranquilo, un beso perfecto casi de enamorados, uno de esos besos que solo él sabe dar. Nuestras lenguas ni siquiera se tocan, sin embargo yo siento que me derrito bajo sus caricias, sus dientes mordisquean mis labios y aquel simple tacto hace que sienta un tirón en mi vientre y es en ese preciso momento, en el que sus manos bajaron hasta apretar mi trasero en un intento de acomodarme en un mejor ángulo sobre él, que todas las alarmas comienzan a sonar en mi cabeza.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon