Tragué saliva.

— ¿Q-qué? —no entendía nada.

—Conozco a tu padre, Nicholas —suspiró—, y sé cómo besa. Así que ten cuidado. No quiero coger las tijeras de podar y cortarte el pene a tiras —se mantuvo callada cuando mi madre volvió a la cocina. Apartó su mano de mi paquete y conseguí respirar con normalidad. —Freya, tienes un hijo encantador.

¿Eso era una sonrisa?

Sí, estiró los brazos y me abrazó como si no hubiera pasado nada.

Pero para finalizar me susurró algo.

—Estás tan buen dotado como tu padre.

¡Qué manía tenían de compararme con mi padre!

—Ethan, cariño, llegaremos tarde.

—Lo sé, Freya —miramos todo el tráfico que teníamos delante. —Lo mejor será que acorte por algún sitio.

Mientras que ellos dos discutían, observé como mi hermana jugueteaba con uno de esos anillos de plástico que regalaban en las cajas de cereales con el logotipo de una princesa. Ella parecía encantada, y verla sonreír hizo que yo también lo hiciera. Le removí el cabello para llamar su atención, Isis me sacó la lengua.

El coche volvió a pararse, e hice mal en el momento que miré hacia delante. Mis padres estaban haciendo manitas delante de nosotros; acercándose para besarse y susurrarse lo mucho que se querían.

—Tengo los mejores recuerdos de mi vida.

Ella respondió:

—Tienes razón, cariño.

Estábamos demasiado lejos de casa para que ellos dos tuvieran unos buenos recuerdos de ese barrio viejo donde paramos. Pero algo me llamó la atención. Había un callejón cerrado por unos cuantos ladrillos tapiados.

—Papá —lo llamé—, ¿es posible cerrar un callejón público?

Giró la cabeza para responderme.

—El alcalde lo hizo por la desgracia que hubo hace unos cuantos años. Tú aún no habías nacido.

— ¿Qué pasó?

Silencio.

Pero insistí.

—Solían venir unos cuantos chicos de tu edad a vender droga cerca de ese local. Por desgracia dos de ellos murieron en un ajuste de cuentas.

¿Gamberros juveniles?

—P-Po...—Isis consiguió suavizar el momento incomodo que se causó en el coche. Intentaba leer el cartel del local que había al lado. —P-Pom...

Mi madre empezó a reír.

—Cariño es Poom's.

Isis repitió.

— ¡Poom's! —lo dijo bien.

«Menudo nombre más ridículo

Al estar mi hermana entretenida, aproveché para quitarle el anillo de plástico que encontró en el interior de la caja de cereales. Rompí el ridículo corazón, y me lo puse en el dedo.

Al llegar al instituto actué como de costumbre. Saludé a las chicas que se me ponían en medio del camino, y evitaba a todo aquel que quería curiosear sobre el rumor que yo mismo dejé caer para ser el centro de atención. Guardé los dos libros que llevaba en la taquilla, y escuché una vocecilla susurrando mi nombre.

—No me has llamado.

Sonreí.

—He estado algo ocupado.

Kelly empezó a tocarse uno de los rizos que le caía sobre el hombro.

—Pero dijiste...

—Lo sé —me encogí de hombros. Entonces posé la mano sobre mi pecho y le enseñé el anillo de juguete. —Kelly, no estoy preparado.

Eso de decir que era virgen incluso cuando no lo era...me daba puntos extras con las chicas.

Así que llevar un "anillo de castidad" haría la cosa más creíble.

Acomodó su abultado pecho sobre el mío, y con una sonrisa traviesa susurró sobre mi boca:

—Quiero acostarme contigo. Así te darás cuenta qué...—se calló.

Había dejado de mirarla para fijarme en Leia, la hija de Ginger y Byron. Llevaba su cabello caoba recogido, y pasaba desapercibida ante todos los alumnos que cruzaban el pasillo. Apretaba sus brazos en los viejos comics que llevaba junto a ella.

— ¡Nico! —gritó Kelly para que me fijase en ella. —Mis padres no estarán esta noche. Podrías quedarte en casa a dormir.

«Oh, oh» pensé.

Con Leia en casa las cosas no serían fáciles para mí. Seguramente mi madre me obligaría a pasar tiempo con ella. Tenía que pensar algo para quitármela de encima...pero el qué.

Podría hablar con su abuela.









¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora