Todo me da vueltas.

Siento un nudo afianzándose cada vez más fuerte en el pecho. El frío parece haberse instalado en mi cuerpo. En tan solo unos segundos la idea que tenía de Etham ha cambiado de forma radical, no precisamente para bien.

Escucho el derrape de unas ruedas contra el asfalto.

Al girarme me encuentro con el vehículo desgastado y amarillo de mi ex. La ventanilla del copiloto se baja y entreveo a Liam sentado frente al volante.

—No te vayas así —pide.

Sin embargo, no le hago caso.

Avanzo hacia el vehículo y cuando estoy a punto de tocar el manillar de la puerta, noto una mano rodeándome el brazo, obligándome a frenar cualquier movimiento.

—Por favor —repite.

Miro por encima de mi hombro, chocándome de frente con su par de ojos mieles. Cierro los párpados con fuerza y suspiro, negando con la cabeza.

—No puedo.

Me zafo de su agarre, abro la puerta del coche y entro en él, subiendo la ventanilla.

No hace falta que le diga nada a Liam para que este arranque.

Poco a poco nos vamos alejando del lugar.

No puedo evitar mirar por el espejo retrovisor, encontrándome con la imagen de Etham cabizbajo, pasándose una mano por el pelo.

—¿A dónde te llevo, princesa?

* * *

Oigo el crujir de la puerta siendo abierta.

En el marco de esta aparece Melania, con su pelo rubio recogido en un moño suelto y la máscara de pestañas media destrozada. Sus ojos están hinchados y antes de hablar, bosteza.

—¿Qué ha pasado? —pregunta con voz somnolienta.

Voy a responder cuando en lugar de palabras se escapa de mis labios un sollozo.

Es el detonante final para que acabe llorando.

Noto que me rodea con los brazos, arrastrándome al interior, cerrando la puerta detrás de nosotras.

Ha pasado casi media hora de eso.

Le ha dado tiempo a Melania para llamar Serena. Ahora es ella quién rodea mis hombros mientras que la rubia peina mis trenzas con tranquilidad.

El apartamento está sumido en un silencio tenso.

Lleno de cosas por decir.

Completo de confesiones.

Hasta arriba de mentiras.

—¿Estás segura de que era tu madre? —pregunta de nuevo Serena.

Me limito a asentir con ma cabeza.

Todavía no me veo capacitada para hablar sin llorar.

El nudo en mi pecho no ha desaparecido. Incluso parece que ha ido incrementado un poco cada vez. Siento cómo el colchón se hunde ante el peso de Melania que trae consigo un vaso de agua. Me lo ofrece y yo le doy un par de sorbos, antes de entregárselo de nuevo.

—¿Qué te parece si te quedas hoy conmigo? —plantea Melania, sonriendo.

Intento imitar su gesto en agradecimiento, pero creo que me sale una mueca un tanto extraña. La cabeza me duele tanto, que resulta insoportable. Los ojos me escuecen por culpa del llanto y siento la garganta reseca. También noto lo cansada que estoy. Más emocional que físicamente.

—¿Por qué no te vas de Summerville? —habla Serena, estrechándome contra ella—. Vete fuera, aléjate de todo este ambiente, date tiempo y cuídate.

—Ojalá —digo en un susurro ronco.

—En realidad, puedes.

Levanto la vista de la manta y la enfoco en los ojos agua marina de mi amiga. No disimulo la confusión. Serena me guiña un ojo antes de continuar, orgullosa de la reacción que ha obtenido por mi parte.

—Pensaba estudiar en Suilch el último cuatrimestre. Pero irme sola a un país nuevo es muy aburrido, ¿no crees? —bromea.

—No creo que pueda a ir.

—¿Por qué no?

—No tengo dinero y...

—Están repartiendo becas de intercambio y sabiendo las notas que sacas, te la van a dar seguro. Además, el coordinador me debe un par de favores —argumenta, sonriendo de forma gatuna.

Melania rompe a reír y Serena se une a ella.

«¿Marcharme de Summerville?»

Ante el pensamiento aparece Joan en mi mente, con su rostro aniñado, sus ojos miel y sus rizos castaños al igual que sonrisa desdentada. La imagen de mi hermano es sustituida por la de mi padre. No podría dejarlos solo. No sería como mamá.

—No puedo dejar a mi padre y a mi hermano solo —mascullo, interrumpiendo las risas.

—Ese tema está ya solucionado.

—¿S-Solucionado?

—He hablado con tu padre antes, para avisarle que te quedabas conmigo y puede... que le haya comentado lo de Suilch.

—Pero ni siquiera había dicho que sí.

—Te conozco mejor de lo que tú crees —me ofrece un sonrisa de disculpa y besa mi frente—. No tienes excusa ninguna ya.

Por lo que al día siguiente al llegar a casa, me encuentro a mi padre sentado en el salón.

Beso su mejilla y le digo que le quiero. Él me sonríe en respuesta. Después, subo las escaleras y entro en mi habitación.

Y Sin pensármelo dos veces ni darle más vueltas a los pros y los contras, comienzo a hacer mi maleta.

N/A: bueeeeeeno, tarde pero seguro.

¿Qué creéis que va a pasar?

Ya nos queda un capítulo más y el epílogo :)

Opuestos PositivosWhere stories live. Discover now