Estaba frente a mi.

Ya no usaba su saco ni la corbata, tenía las mangas arremangadas y los primeros dos botones sueltos. Su imponente figura podía con mi metro sesenta y siete. Mismo que me obligó a levantar la cara para mirarlo de frente.
La simple cercanía me ponía los pelos de punta e involuntariamente, comprimí los muslos.
Niall tomó mi barbilla con cuidado y la levantó aún más, se acercó a mi y comenzó a besarme con lentitud.

Sus manos viajaron hasta mi trasero, levantando un poco mi cuerpo, de modo que sintiera el roce de su entrepierna sobre mi vientre. Comenzaba a sentir el calor impregnando mis venas y mi piel.

Mis manos tocaron su pecho hasta introducirse dentro de su camisa, sintiendo los vellitos del mismo hacerme cosquillas en las palmas. Me encantaba como se veía, podría visualizarme viéndolo desde arriba...

De un momento a otro se separó de mi, sacándome de mis cavilaciones. Me desconcertó, aunque al dejar un corto beso sobre mis labios y mi frente, se separó y reacomodo su camisa.

—Vé a descansar, lo necesitarás... —y con eso, salió de la cocina dejándome sola... y caliente.

Sí, bueno, creo que toca usar la mano.

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—¡NO ME JODAS ELIZABETH, PUTA MADRE, SÍ! —cubro la escandalosa boca de mi mejor amiga, ya que ha logrado captar la atención de todos a nuestro alrededor en la cafetería.

—¡Lena! —la reprendo y ella se acerca bajando la voz.

—¿Te hizo llegar? —asiento. —¡Joder, Grace!

—Anoche me besó en la cocina, me pidió que me fuera a descansar, que lo  necesitaría. —ella abrió la boca y cuando estuvo por hablar le pedí que ni gritara.

—Me huele a propuesta de sexo salvaje... —me guiña un ojo y yo no puedo evitar morderme el labio.

Ojalá y fuera cierto.

Ayer quería llegar más allá de lo que me hizo, aunque no me quejo, aquello me encantó en todo el sentido de la palabra. Sea lo que sea, Niall sabe mover perfectamente bien los dedos.

Sonaba tan... demandante, tan... agh.

Nisiquiera lo puedo explicar.

La campana sonó anunciando que nos toca la tercera clase del día.

Dirección empresarial.

Juntas olvidando el tema del mejor amigo de mi padre, entramos hacia la gran aula donde decidimos sentarnos parcialmente cerca del pizarrón, en las primeras sillas del gran anfiteatro.
Dejamos nuestras cosas a un lado, Lena se sentó a mi lado izquierdo mientras nuestros compañeros entraban por montones hasta que el último se sentó.

La señorita Harrell jamás se demora en una de sus clases, lo cual se nos hizo extraño a ambas.

Y todo se fué al demonio cuando el mismo Dios griego entró por aquella puerta. Portando un traje negro y una corbata roja, un maletín y su cara de escultura deliciosa. Aquel hombre llegó sin decir nada y dejó el maletín sobre el escritorio.

—Buenos días señores... —su voz, joder, creo que acabo de mojar mis bragas.
El sexy hombre tomó un trozo largo de tiza y escribió algo en la pizarra a lo que nisiquiera presté atención pues su trasero era realmente otro caso. —Soy el licenciado Henry Cavill y estaré sustituyendo a la señorita Harrell en sus clases los proximos meses. Lamento si mi intromisión es improvisada pero el señor Colson me contactó apenas hace dos días. Así que sí, ahora, les pido que retomemos las actividades como si la señorita Harrell no se hubiera ido jamás. —hizo una pausa —Uhmmm... usted... —señala a uno de mis compañeros de la parte de arriba —Lectura 209, de pie, alto y claro por favor. Los demás abran el libro en la misma página. —Yo te abro mejor las piernas si quieres bebé...

𝐃𝐀𝐃𝐃𝐘 #𝟏 |njh| © Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora