—Debo llevarte al médico, no quiero que tu salud se vea afectada, más de lo que está —. Mencionó el menor, su voz sonaba triste pero segura.

Su madre lo observó con su ceño ligeramente fruncido por escuchar esas palabras.

—Hijo... Ya estoy mejor, no hace falta que hagas eso —. Habló la mujer una vez que había podido controlar su respiración. —Así que quita esa cara triste de tu rostro y mejor dime, ¿Que hay en esa bolsa? —. Cuestionó señalando la susodicha.

—Un compañero de trabajo llamado Intak me lo dio, dijo que era de parte del jefe Choi así que... Lo acepté —. Sinceró un poco más tranquilo con una sonrisa pequeña formada en sus labios. —Sólo es comida —. Aclaró sin darle tanta importancia.

Aunque la verdad una curiosidad enorme se había instalado en él, no sabía por y para qué el mayor se tomaría esa molestia.

Le había preguntado a Intak pero él tampoco supo responder a su pregunta ya que, lo único que le había comentado, el mayor nunca regalaba cosas a los empleados. Por supuesto, era muy obvia esa respuesta, pero la duda le carcomía por dentro.

—Tal vez... Tengas razón —. Habló el menor con la mirada puesta en el piso.

La mujer lo miró con un poco de curiosidad. Un suspiro se escapó de la boca del joven al notar que su madre no había entendido.

—Tal vez pueda ayudar a mi jefe pero... Sé que no será nada fácil —. Confesó. Su voz tenía un tono de duda.

—Nada en esta vida es fácil, Wooyoung —. Aclaró su madre mientras se retiraba la mascarilla.

Su respirar, ahora, era normal.

—No sabes como es él, su actitud es bastante mala, además, tiene un aura bastante negativa y ni hablar de su mirada, su voz y su forma de caminar —. Dijo el menor con nervios al solo recordar la manera en que había tratado a todos cuando regresó a la empresa.

—Wooyoung, no hables así de aquel hombre, no sabes el por qué de su forma de ser, así que no afirmes que es malo o que es explosivo cuando no lo conoces del todo bien —. Le regañó.

Entendía el hecho de que no debía decir cosas así de una persona totalmente desconocida, pero era la verdad.

—Madre, es enserio —. Aseguró. Su voz había salido con un tono un poco chillón, algo que hizo que la mujer soltara una carcajada.

—Hijo...

—Es la verdad. Su mirada es muy penetrante, es fulminante, es fría, dura y a veces da la impresión de que quiere matarte, su voz tiene un cierto tono grave y gruesa, es seca, bastante intimidante, cuando grita, se enoja o se frustra por cualquier cosa parece que varias balas son disparadas hacia tu cuerpo y no te permiten siquiera respirar, su manera de caminar es bastante segura pero agresiva, todos se detienen de inmediato para no interrumpir su andar pues parece que golpeara a cualquiera que se atraviese en su camino —. Explicó con un semblante difícil de entender. Su tono de voz era fuerte pero no lo suficiente como para que la mujer le regañara. —Su presencia hace que las personas salgan casi corriendo del miedo que le tienen con sólo verlo. Es... Una persona sin escrúpulos y mal educada —. Prosiguió.

Su madre se quedó callada al escuchar esa declaración tan detallada por parte de su hijo.

Por lo que su hijo había dicho, lo más probable era que aquel hombre fuese alguien al que habían forzado a tomar el mando de algo que no quería ó, posiblemente, su manera de ser o de expresarse había sido causa de la forma en que lo trataron. En pocas palabras, sus padres o su familia le habían dicho o enseñado que esa era la manera correcta de tratar a los demás.

No era nada bonito.

Sin embargo, a pesar de eso, pudo notar algo distinto en su hijo, ese "algo" probablemente le había llevado a ser algo explícito a la hora de hablar. Normalmente el menor no daba tantos detalles de una persona, ya fuese buena o mala, nunca lo hacía, o al menos no hasta ese día.

—Creo que... Dijiste varias cosas muy detalladas sobre ese hombre del que hablas. Con tan sólo decir "tiene una mirada que mata", "una voz intimidante" y que "camina como si dominara el mundo y el piso" era más que suficiente para que te entendiera a la perfección —. Aclaró la mujer con los brazos cruzados y una sonrisa en su rostro.

El menor la miro con el ceño fruncido y un semblante que solo mostraba lo confundido que estaba.

Se quedó pensando unos segundos cuando comprendió la indirecta que su madre le había dado. Claro que no, no y no.

Era muy pronto como para afirmarlo.

—Madre... ¿No vas a pensar que...? —. Mencionó sin terminar su pregunta.

Los nervios comenzaron a florecer dentro de todo su cuerpo al igual que una sensación rara se había instalado en su pecho.

La mujer, al ver como su hijo miraba a todos lados como si estuviese perdido, rió con gracia. El menor estaba confundido, tanto que hasta las palabras se le habían ido.

Ella sabía los gustos de su único hijo;  para algunas, el hecho que su hijo fuera "raro", como ellas les llamaban, no les gustaba y los trataban mal, casi como si fuesen animales u objetos mal hechos. Sin embargo, para ella no era algo malo, para ella no había diferencia entre sí le gustaba un hombre o una mujer, con que su hijo fuese feliz era más que suficiente, adoraba ver a su hijo sonriendo.

—Te conozco mejor que a la palma de mi mano pero... Yo no dije nada —. Sinceró la mujer a la vez que se levantaba con una sonrisa burlona en su rostro.

El menor no hizo más que sonrojarse por aquella acusación disfrazada de una sonrisa. Algunas veces su madre solía decir unas cuantas indirectas que no hacían otra cosa que no fuera ponerlo nervioso.

—Iré a mi habitación, tengo mucho sueño —. Dijo para luego bostezar.

Sin esperar a que su progenitora dijera algo, caminó hasta su cuarto para poder descansar.

Se dio una ducha rápida para poder dormir un poco mejor puesto que si no lo hacía, lo más probable era que no podría descansar bien y se sentiría un poco molesto por ello.

Una vez que terminó de bañarse, se colocó su pijama favorita y se dirigió hacia su cama para sentarse en la orilla de esta con la vista puesta en la pared. Sintió una sensación eléctrica recorrer todo su cuerpo, de pies a cabeza, con intensidad al recordar las palabras de su madre y su gran indirecta.

Por un momento pensó en sí era verdad pero término concluyendo en que no era nada para alarmarse. Hace unos días había conocido a su jefe por lo que era bastante complicado que, tan pronto, sintiera algo por él. No debía preocuparse por nada, de todas maneras era imposible.

Le preocupaban varias cosas pero prefirió no seguir pensando para que su cabeza no doliera.

Levantó la cobija que cubría su cama para luego meterse debajo de esta a la vez que se acomodaba para no despertar con una parte de su cuerpo doliendo por su posición al dormir.

Dejó salir un suspiro de frustración para después cerrar los ojos y quedar dormido. Estaba seguro que a la mañana siguiente estaría mucho mejor que en ese instante.

Lo intenté // SanwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora