Capitulo 20: Information and Quizzing

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-¿Copiar? Supongo que no lo hacías de la forma normal, sino con magia- preguntó Severus, con una ceja levantada por la curiosidad.

-Con magia. Cuando Nick no se salía con la suya, su magia explotaba... pero la mía no porque la usaba constantemente para aprender lo que podía. Algunos de los libros que tengo son los que copié de la Mansión Potter. El resto son los de mis listas de libros a lo largo de los años. Vendí los libros autografiados de Lockhart y compré otros diferentes, sobre todo de Pociones y Defensa- explicó Harry.

-Entiendo ese deseo-, asintió Severus con ironía. Cualquiera que quisiera conservar los libros de Lockhart para algo más que una lectura de placer era un idiota o estaba encaprichado con el mago.

No le sorprendía que Harry hubiera sido capaz de hacer magia a una edad tan temprana para superarse a sí mismo; después de todo, la profecía indicaba que Harry era el igual del Señor Oscuro, y sí, había sido el igual del Señor Oscuro desde los quince meses. Los Potter probablemente ya conocían la profecía. ¿No sentían curiosidad por saber por qué ninguno de sus hijos parecía hacer una magia digna de ser el igual del Señor Tenebroso? Severus no dudaba de que los Potter no habían visto a Harry usando su magia o se habrían planteado preguntas. Magia controlada a los cuatro o cinco años para copiar libros sólo para poder aprender...

Sabía que todos los padres y abuelos de sangre pura estaban probablemente furiosos. Nada era más importante para ellos que sus hijos tuvieran una educación decente, aunque fuera la básica: Matemáticas, Inglés, Historia de la Magia, Latín y similares. Lo que más importaba era la educación que tenían de la magia, pero aun así. La idea de tener un hijo sin educación se consideraba una vergüenza. Un sangre pura prefería enviar a su hijo a una escuela muggle antes que verlo sin un tutor. La mayoría de los sangre pura preferirían morir antes que enviar a su hijo a una escuela muggle, así que sí, era vital para ellos.

-¿Te das cuenta de que lo que has hecho es imposible para un niño promedio de cuatro años?-, preguntó Severus con curiosidad. Es decir, si los Potter habían empezado a educar a Nick a la edad de cuatro años, ciertamente no habían hecho las cosas que la mayoría de los sangre pura harían: educar a todos sus hijos.

-¡No tuve elección!-, protestó Harry a la defensiva.

-No te estoy criticando, Harry... te estoy elogiando por tus habilidades mágicas y tu determinación para aprender-, dijo el Maestro de Pociones suavemente, con ojos comprensivos.

-Oh-, dijo el chico, pareciendo aturdido y sintiéndose un poco incómodo e inseguro. Nunca se había visto a sí mismo como alguien especial, ni siquiera sabiendo que había sido él quien derrotó a Voldemort a una edad temprana. Personalmente, Harry pensaba que era una casualidad. -Si las situaciones fueran al revés, tal vez Nick habría hecho lo mismo-.

-¿De verdad crees eso?- preguntó Severus, luchando contra el impulso de resoplar-no resopló.

-No lo sé-, suspiró Harry, con los hombros caídos, como si un peso invisible se le echara encima de repente.

-¿Qué quieres hacer ahora que conoces el contenido de la profecía?- preguntó Severus.

Un elfo doméstico entró en la habitación, dejando un enorme plato de comida y bebida antes de desaparecer. Severus se acercó y cogió los dos platos, los llenó y se preparó un café. Haciendo un gesto a Harry para preguntarle si quería un poco, se sorprendió un poco cuando asintió. Los niños normales de catorce años no bebían café. Tal vez fuera por su madre. Severus conocía la afición de su madre por el café y por ofrecerlo a casi todos los que entraban en su tienda durante más de un minuto.

Harry tomó el café con gratitud y miró a Severus durante unos minutos, sumido en sus pensamientos. Nunca había soñado hace cinco o seis años que tendría alguien en quien confiar, algo más que su diario. Harry había pensado que estaba destinado a estar siempre solo, y el hecho de ir a Hogwarts no había hecho mucho por cambiar su suposición. Ahora tenía a Eileen, Severus, Luna, Viktor, Cedric y Fleur. Por supuesto, había algunos en los que confiaba más que en otros: Eileen, Severus y Luna eran sus verdaderos hombres de confianza, a los que confiaba lo de la profecía y lo de que él era el verdadero Chico que vivió. Dos ya lo sabían, así que sólo tenía que decírselo a Luna, si es que no lo sabía ya. Luna tenía la maldita capacidad de saber cosas que otros no sabían, era como si pudiera ver cosas que otros no podían.

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