Desvergonzado VI

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Jamás en su vida había sentido tanta presión como en esos momentos. Incluso cuando tuvo que atravesar las doce casas para conseguir la cabeza de Athena se le hizo menos estresante, a pesar de que sus antiguos compañeros quisieran matarle y cortarle en pedacitos.

Saga sacudió esos negativos recuerdos y trato de concentrarse en la carretera frente a él. Cuando Saori les contrato clases de conducción jamás le paso por la cabeza que las emplearían para ser sus choferes.

De haber sabido se hubiera hecho el tonto y no hubiera aprendido. Ahora ya contaba con su licencia de conducir en total orden.

Se sentía cansado y de muy mal humor, ya tenía varias horas recorriendo las atascadas calles de Japón y aun no llegaban a la Mansión Kido. Pedirle a alguno de sus dos acompañantes que manejara un rato era como pedir que le clavaran la Daga de Athena en el cuello, esos dos eran un par de brutos al volante.

Miro de reojo a su copiloto, su hermano Kanon, que yacía sentado con desfachatez, comiendo unas papas. De vez en cuando tomaba un trago del último refresco qué había comprado, a sus pies estaban dos botellas ya vacías y dos latas de cerveza. Kanon bebía muchos líquidos cuando tenía hambre y estaba aburrido, eso era algo que había aprendido con el paso del tiempo.

Saga meneo la cabeza y miro por el retrovisor a la joven Saori, que iba tan ensimismada en su celular, tecleando a una velocidad impresionante.

Se aguanto las ganas de soltar una mala palabra. Le exasperaba ver a las personas como idiotas en el celular.

—Saga... —habló la pelilila sin quitar la vista de su móvil —apresúrate, estamos muy atrasados, es probable que Tatsumi y los chicos estén preocupados por nuestro retraso.

El mencionado trago saliva, aguantándose las ganas de soltar malas palabras. Bendita fuera la hora en que a Saori se le ocurrió realizar su fiesta de cumpleaños en Japón.

—Si, Saori. —se aferró con fuerza al volante, con la vista fija en el frente —Si no nos hubiéramos detenido a dar un paseo en un parque, pasar al centro comercial y a la tienda de convencía ya estaríamos en tu casa y no atascados en este tráfico del demonio. —murmuro entre dientes.

—¿Qué cosa? —preguntó Saori sin mirarle aún.

—Nada. —murmuro, gruñendo.

—Qué por tu culpa vamos atrasados mocosa. —respondió Kanon con simpleza, sin esperar respuesta se empino su refresco hasta terminarlo y lanzó la botella vacía al suelo. Se estiró en su sitio y soltó un airoso eructo qué resonó en el pequeño auto.

—¡Kanon! —Saori arrugó la nariz y dio un golpe al asiento donde estaba Kanon. El Dragón Marino solo sonrió ladino, le encantaba exasperar a esa mocosa.

—¿Qué? Mejor afuera qué adentro, ¿que no has visto Shrek?

—¡Eres un cerdo! —chilló la joven tras él. Kanon solo sonrió.

—¡Ya basta ustedes dos! —grito Saga, exasperado —No quiero más palabras ni de ti, ni mucho menos de ti. —señalo primero a la chica y luego a su gemelo —Si por mi fuera los dejo aquí varados entre todos estos autos y me largaría por la otra dimensión a mi casa. No quiero ni un solo ruido y tú, Saori, guarda esa porquería, me pone los pelos de punta. —señalo el celular, la pelilila lo resguardo en la bolsa de mano que descansaba en su regazo —Ahora, cállense por tres minutos de ser posible.

Sin esperar respuesta encendió la radio y le subió al volumen. Pumped Up Kicks de Foster the People empezó a sonar en el auto.

Kanon se dejó caer con rudeza sobre el asiento, bufando fastidiado. No le gustaba que Saga estuviera de malas, pues era tan palpable la tensión que su hermano desprendía que le hacía imposible ignorarle.

DesvergonzadoWhere stories live. Discover now