Capítulp 16: La flamme qui l'a allumé

2.4K 320 446
                                    

Jacque.

—Ya puedes soltarme —musita en mi cuello.

—Mmm —refunfuño—. ¿Tan rápido? Déjame disfrutarlo un poco más, seguro no me vas a dejar abrazarte en años —me escondo en su cabello y aspiro su olor.

—Han pasado como diez minutos desde que estamos así. Apártate, sino quieres que te patee. Y ten por seguro, que esta vez no será en tu estómago, será más abajo —sentencia.

—Tranquila fiera —suspiro y me aparto—. Fue lindo mientras duró.

Rueda los ojos y retrocede.

—Bien, ya estamos plan amiguitos otra vez. Ya puedes irte —agita su mano.

¿Ah? Déjenme procesarlo un minuto. ¿Este cambio de actitud de dónde salió? No creo que una vida me alcance para intentar comprenderla.

—Pensé que estábamos plan amiguitos cordiales, no toscos —bromeo.

—Se me pasó el entusiasmo —se encoge de hombros.

Está mostrando desinterés, pero sé que está sintiendo todo lo contrario a lo que demuestra.

Con una ceja arqueada me acerco y la miro fijamente.

—A mí no se me ha pasado el entusiasmo —aseguro—. Tampoco se me pasará por ahora. Así que, prepárate para lidiar con mi intensidad.

—Entonces prepárate tú para lidiar con mis golpes —se cruza de brazos.

Donc, pour chaque coup, je te donnerai un baiser —contesto con tono seductor.

«Entonces, por cada golpe, te daré un beso»

—Inténtalo y conocerás el infierno —dictamina.

¿Entendió lo que le dijimos?

No creo.

Yo creo que sí.

Cállate y déjame averiguarlo.

—Arderemos juntos en llamas, entonces —respondo dándole la espalda.

—Cuidado con lo que dices Jacque —chasquea la lengua—. Yo ya he ardido varias veces en ellas, ¿pero tú? Lo dudo, quédate en tu zona de confort mejor.

La miro de reojo.

—Si no estás en mi zona de confort —chisto—. No me interesa quedarme allí —volteo a verla—. Prefiero ir a por ti.

Abre los ojos desconcertada sin emitir respuesta. Me mira perpleja un rato hasta que se aclara la garganta.

—Jacque, ya es tarde y mi tía no tarda en llegar.

Suelto una risa y niego con la cabeza. Ahí estaba nuevamente escondiéndose de afrontar lo que la descomponía.

—Como ordenes Monet —relamo mis labios y empiezo a caminar hacia la puerta—. ¿No me vas a acompañar? —volteo a mirarla cuando noto que no sigue mis pasos.

—Ya conoces la salida ¿no? —se tira en la cama—. De todas formas, no creo que te pierdas.

—¿Y si me roban?

Frunce la boca.

—No creo que haya ladrones dentro de la casa. O sí, estás tú que entraste ilegalmente a mi habitación —se incorpora y apoya su peso en sus dos manos.

—No fue ilegalmente —me defiendo.

—Si lo fue. No tenías mi permiso y entraste por la ventana. Alguien que no invade un espacio ilegalmente, entra por la puerta —contraataca.

InquebrantableWhere stories live. Discover now