Capítulo 25 | Lauren

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-lauren-


La puerta se abre justo en el momento en el que estoy abrochándome el pantalón. Levanto la mirada para encontrarme con la expresión horrorizada e incrédula de Dave, mi compañero de cuarto. No puedo creer que se encuentre aquí. Casi nunca viene a casa, y cuando lo hace, es porque ha peleado con su novia.

— ¡¿Qué demonios…?! —Dice, horrorizado—, ¿Estabas masturbándote en el sillón, Jauregui?, ¡eso es asqueroso!

No puedo evitarlo. Una risa irritada brota de mi garganta. —Por supuesto que no, imbécil —respondo.

— ¡Oh, mierda!, ¡¿Estabas follando en el sillón?! , ¿Dónde está ella, de todos modos? —hace una mueca de disgusto. No puedo evitar reír como idiota.

—Al menos yo estaba en un sillón. Tú lo hiciste con Alice sobre la mesa del comedor —me estremezco ante el recuerdo de verlos desnudos una mañana de domingo—. Aún tengo pesadillas sobre eso.

—Pero…

— ¡Pero nada, Dave!, ¡comíamos ahí, por Dios!, ¡eso si fue asqueroso!

— ¡Compré una mesa nueva! —dice, indignado. Sé que he ganado ésta batalla. No hará más comentarios estúpidos acerca de lo que vio.

Tomo mi sudadera del suelo y me encamino al baño, consciente de que la ropa de Camila debe estar ahí. Abro la puerta, encontrándome con las prendas dobladas meticulosamente. Una sonrisa se extiende por mis labios cuando la imagino ahí, completamente aterrorizada, haciendo tiempo mientras doblaba su ropa. 

Su ropa interior  está encima de la pila y no puedo evitar tomarla con mis dedos. Usa bragas de algodón. Me encanta que sean de algodón y no de encaje. Me encanta que no intente ser sexy utilizando delicados encajes o esas mierdas. No necesita intentar ser sexy cuando ya lo es. Me obligo a dejar el material en su lugar y tomo toda la pila de ropa.

Me abro camino hasta mi habitación y giro la perilla sin éxito alguno; Camila ha echado el pestillo. Una sonrisa idiota se apodera de mis labios y pego mí frente a la puerta antes de llamar.
 
— ¿Lauren? —su voz suena avergonzada y tímida.

—Soy yo, cariño. Abre la puerta —mi sonrisa se ensancha. La puerta se abre, pero es una rendija tan delgada, que apenas puedo meter mi brazo en ella.

— ¿Podrías alcanzar mi ropa?  —su voz suena más avergonzada que antes.

—La tengo justo aquí, Camz.—Su mano sale por la rendija, tanteando en el aire. — ¿No vas a dejarme entrar? —digo, con fingida indignación.

—Estoy desnuda —chilla y contengo una carcajada.

—Camila, te vi desnuda hace no más de cinco minutos —la exasperación se filtra en el tono de mi voz.

—E-Es diferente —tartamudea en un susurro.
 
— ¿Por qué es diferente? —la diversión tiñe mi voz.

—Porque... —duda—. ¡No lo sé!, ¡sólo es diferente!

Niego con la cabeza sin dejar de sonreír, y le entrego las prendas; ella cierra la puerta una vez más. Estoy tentada a marcharme, pero me quedo de pie frente a la puerta, llamando una vez más.

— ¿No necesitas ayuda? —bromeo un poco.

—Estoy bien —dice, y noto la sonrisa en su voz.

— ¿Estás segura?, podría ser de mucha ayuda ahí dentro.

—Completamente. Creo que nunca terminaría de vestirme.

—Tienes toda la razón —río—. De acuerdo, ya que estás echándome, te esperaré en la sala.

DestruyemeTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang