Capítulo 22 | Camila

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-Camila-


Una parte de mí quiere llamarla. Otra ni siquiera puede procesar qué es lo que pasó. Quiero confiar en ella. Quiero creer en ella, y una parte muy grande de mí lo hace; pero otra, la que está envuelta en un halo de inseguridades, complejos y celos, no.

He escrito alrededor de treinta mensajes de texto en la última hora, y ninguno ha sido enviado porque no sé qué es lo que debo decir. Quiero disculparme, quiero una explicación contundente, quiero una disculpa de su parte y quiero preguntar cómo está.

Dinah no ha preguntado nada. Se ha limitado a recostarse a mi lado y abrazarme mientras permito que las lágrimas calientes inunden mi rostro. No hay sollozos o ruidos lastimosos… sólo lágrimas.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que llegué, pero Dinah no se ha apartado ni un momento. Cuando las lágrimas cesan, aparta el cabello de mi rostro, y en lugar de preguntar qué ha pasado dice—: Te ves como la mierda.

Una risa brota de mi garganta. Se siente extraño reír cuando tienes un puño invisible apretándote el corazón. —Gracias —digo y mi voz suena ronca y espesa.

— ¿Sabes de qué tengo ganas?

— ¿De ver a Halsey?

Sus ojos ruedan al cielo y dice—: Además de eso… ¿sabes qué quiero?

— ¿Qué?

—Un tarro de nieve de vainilla y un paquete de galletas con chispas de chocolate —dice y me sonríe con amabilidad.

Hago una mueca de desagrado, arrugando la nariz. —Me viene más la nieve de chocolate y las galletas oreo —admito.

—Chocolate y oreos suena a mucha diabetes.

—Vainilla y chispas de chocolate, también.

Rueda los ojos una vez más y dice

—: Tú ganas; ya vuelvo, ¿de acuerdo?, llámame si cambias de opinión —se levanta y mi ceño se frunce—. Iré a buscar tu helado y tus galletas. ¿Voy por pizza también?

Una punzada recorre mi pecho y me siento más que afortunada por tener a una amiga como Dinah. —Eres la mejor —digo, sintiendo mis ojos llenándose de lágrimas.

—Lo sé, cariño —me guiña un ojo—. Si te llama, no le respondas. Que se esfuerce por tenerte de regreso —sonríe.

Bajo la mirada, apretando los ojos con fuerza. —N-No creo que vaya a llamar nunca —mi voz suena inestable.

—Si no llama, es una idiota, ¿de acuerdo? —Escucho cómo abre la puerta—. No hagas nada estúpido, como llamarle, o cortarte las venas, o tirarte del último piso. Detestaría tener que recoger tus sesos esparcidos en la acera.

Una risita brota de mi garganta y niego con la cabeza. —Idiota —murmuro en broma.

—Te amo, también, mila —me guiña un ojo y desaparece por la puerta.

La habitación se sume en un silencio sepulcral y miro mi teléfono. He perdido la cuenta de cuántas veces lo he revisado el día de hoy.

No sé qué es lo que espero al mirar la pantalla, pero sigo haciéndolo cada pocos minutos. Una parte de mí espera que sea ella quien dé el primer paso, pero sé que no será así. Lauren es tan orgullosa como yo, y una de las dos tiene que ceder.

En éste momento, no quiero ser yo quien ceda…

Me encamino hasta la ducha y abro el grifo, esperando que el agua caliente elimine por completo la sensación helada dentro de mi pecho. Cuando salgo y me visto, reviso el teléfono una vez más, sin encontrar ningún mensaje. Mucho menos una llamada. 

DestruyemeWhere stories live. Discover now