Capítulo 20: Jazez

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A eso de las siete volvió cada uno a su casa. Le dije a Rubius que de ahora en más saldría a caminar a eso del atardecer. Y no mentía.

Me puse unos jeans negros, unas converse también negras que no usaba hace añares, la remera de manga larga negra, la camisa a cuadro y una chaqueta polar negra con capucha. Dentro de los bolsillos la linterna y baterías y el bolso negro vacío. Estaba lista.

Como ya sabía en donde quedaba el lugar llegué mucho más rápido que ayer. Era viernes, y tuve que esquivar a varias personas en la calle.

A medida que me iba acercando a Letratec aminoraba el paso. Por suerte no había nadie a la vista, pero nunca se está sola.

Como por la puerta trasera no podía entrar, (recuerden que estaba la persiana de chapa bloqueando el paso) subí por la reja de una casa a unos metros y fui caminando por el techo hasta bajar por la escalera que había quedado allí.

Cruzé el patio hasta la ventana, me paré en una caja de madera y di un pequeño salto. Estaba abierta.

Entré de nuevo y caí en uno de los escalones de la escalera. Por suerte había caído de pie, por lo tanto no me he hecho daño.

Bajé las escaleras hasta la sala de pintura y comenzé a coger las latas una por una.

-Vale, hay que fijarse si funcionan.-

Sacudí una negra, apreté y salía a la perfección.

El bolso era bastante hondo. Me entraban unas veinte latas, cinco en cada costado y otras cinco en cada fila.

Agarré todos los pedazos de esponja que encontré y los puse en el bolsillo delantero. Luego fuí a donde estaban los casilleros. Como yo camino medio arrastrando los pies, di con un papel.

Era grueso, como una foto.

Lo levaté del suelo y lo di vuela. Era una foto. Había hombre que ni siquiera conocía. Excepto uno. Al final, a la derecha, había un hombre de pelo largo negro, con un chaleco naranja y un buzo rojo. Se parecía muchísimo a... mi padre.

¿Mi padre trabajaba aquí? ¿En España? Bueno, eso explica porqué no estaba la mayor parte del año por un tiempo.

No conocía mucho a mi padre. Yo era chica y siempre estaba jugando. Se que cocinaba, que era muy educado y nunca decía malas palabras frente a mi hermano, mi madre y yo. Pero solo eso. Nunca tuve la oportunidad de conocerlo mejor.

Pero me alegraba que tuviera un trabajo que me guste a mi también. El era capaz de hacer lo que sea.

Guardé la foto en el bolsillo donde estaban las baterías y subí las escaleras.

Eran las siete y media. Tenía tiempo de sobra.

Al lado del comedor había una pequeña sala con computadoras, y una máquina para hacer moldes.

En el lado izquierdo de la sala, en una esquina, había un pedazo gigante de telgopor. Miré por detrás y descubrí una puerta.

Corrí el telgopor y traté de abrirla. Estaba cerrada con llave. La golpé un par de veces, pero no se movía. Tomé distancia, corrí con todo hacia la puerta y la estrellé contra mi hombro izquiedo. Pude empujarla un poco, pero casi nada.

Decidí volver mañana con un clip o algo para abrirla.

Miré mi reloj de nuevo: ocho menos cuarto. Y decidí poner manos a la obra.

Salí por la escalera y bajé a la calle. En la vereda de enfrente del negocio había una pared en blanco gigante. No había nadie por las calles. Era perfecto.

Cogí algunos colores y comenzé a pintar. Azul, negro, blanco. Todo pegaba bien.

Ya terminada mi obra, faltaba el toque final. Mi firma.

Si algo me han enseñado en clases de dibujo era que un pintor siempre usaba un nombre artístico.

Convinando las letras de tu nombre, o incluso sílabas, puedes crear el nombre que más te guste.

Tardé unos minutos en dar con el correcto. Trepé por la reja de la casa de al lado, y me subí a la terraza que estaba ensima de la pared pintada.

Agarré pintura blanca y firmé mi obra. Con mi nombre artístico obviamente.

Baje del techo y di un salto a la vereda para coger mis cosas que habían quedado desperramadas por ahí. Me puse la capucha y miré lo que había pintado. Era hermoso. Y lo que le hace falta a esta ciudad.

Me colgué el bolso por el hombro y la cintura y me cruzé de la acera de en frente para admirar como quedaba con el escenario.

Cuando de repente un viejo sale por detrás mío. Yo me doy vuelta, corro unos metros y me quedo parada. Observándolo.

-¡¡Ey!! ¿¡Qué estás haciendo aquí, bándalo!?-. Me grita agitando el puño.

No podía dejar que me reconociera, así que me limité a señalar aquella pared. Donde había dejado mi huella.

El hombre miró hacia allí y se quedó boquiabierto, admirando lo que a mi tanto tiempo me había costado llevar a cabo.

En la pared estaba la Vía Láctea pintada. Con un brillo en el centro y todos los planetas, estrellas y lunas. Era realmente hermoso. Y alrededor millones de estrellas y una fugaz.

Y arriba, del lado derecho, en un rincón pintado de negro, estaba mi firma hecha con blanco.

Jazez.

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Holaaaa :3

Vale, les dejo un reto: averiguar por qué el nombre artístico de la protagonista es "Jazez".

Dejen en los comentarios cual creen que sea la razón. Pero es algo relacionado solo con ella.

Espero que les guste, a mi sinseramente me encantó.

No se olviden de comentar, compartir, añadir a biblioteca y puntuar.

Besos, cuídense y... ADIOS CRIATURITAS :D

Mi vida con RubiusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora