―Te quiero ―digo abrazándolo―. Te quiero mucho.

―¿Puedo? ―señala el cuadro tras separarnos. Yo asiento a modo de respuesta.

Leo se acerca con paso decidido y, sin darle suspense ni emoción, retira la tela que oculta su contenido.

Ante sus ojos aparece la obra a la que más cariño tengo, a la cual más horas he dedicado. Creo que es de lo mejor que he hecho estos meses, aunque, de todos modos, sigo sin estar del todo satisfecha. Sí que lo estaba cuando lo acabé y durante todo el proceso de creación, pero ahora simplemente parece mediocre.

Es un retrato de Leo basado en una de mis fotos favoritas de él. En esa foto, mi novio se encuentra sentado sobre el césped, sonriendo como si fuera el hombre más feliz del mundo.

Leo lleva un par de minutos observándolo sin moverse ni articular palabra alguna. ¿Tan mal regalo es?

―Sé que no es perfecto, pero me apetecía mucho dibujarte. Tienes varios cuadros por casa, pero apenas adornas el piso con fotografías, por lo que pensé que estaría bien que tuvieras un cuadro de los que tanto te gustan con tu imagen pintada en él. No sé, quizá haya sido una tontería.

Leo finalmente se gira, quedando cara a cara conmigo. Estoy a punto de preguntar si le ha gustado o si prefiere que pinte otro cuando se adelanta y me besa. 

Hemos tenido miles de besos desde que nos conocemos, especialmente desde que nos convertimos en pareja formal, pero este se siente diferente. Sus labios se mueven en sincronía con los míos transmitiendo lo mucho que me quiere. Su lengua jugando con la mía indica cuánto me desea. Sus manos acariciando suavemente mis mejillas me dicen que siempre me va a proteger. Pero, sobre todo, el sabor de sus lágrimas entremezclándose con el sabor de su boca desmienten mis miedos. Porque ahora sé que sí le ha gustado mi regalo, así como sé que no tengo que preocuparme tanto por las cosas, porque él siempre va a estar ahí, al igual que ahora, al igual que ha estado desde que nos conocimos. De manera incondicional.

―Es perfecto. Casi tan perfecto como tú ―susurra sobre mis labios.

Mis manos, hasta ahora aferradas a su cintura, viajan hasta su cuello para rodearlo en un abrazo.

―¿De verdad te gusta? ―pregunto escondida en su cuello.

―Me encanta, te lo prometo. Es tan sumamente personal que no he podido evitar dejarme llevar por la emoción. ¿Te das cuenta del talento que tienes? ―cuestiona separándose de mí, obligándome a mirar lo que le he regalado.

―Sé que no se me da mal, pero tampoco es para tanto.

―Kat, si no empiezas a mandar tus obras a alguna galería de arte, lo haré yo mismo.

―Es tu cumpleaños, Leo. Deja de hablar de mí y vete a la ducha, que esos treinta y tres añazos hay que celebrarlos.

Con un último beso, Leo me hace caso. No pasa mucho hasta que decido unirme a él, entregándome a la pasión de la mano del hombre más increíble que conozco.

***

Treinta y uno de diciembre. Fin de año. 

Todo el que no trabaja está aprovechando para dormir la mañana y así poder aguantar toda la noche de fiesta. Yo, sin embargo, estoy en el gimnasio, en una ardua sesión de pierna y abdominales.

―Me alegra saber que sigues en perfecta forma.

Interrumpo mis movimientos tras escuchar la voz de Will. Admito que lo echaba mucho de menos.

―Y a mí me alegra saber que sigues vivo y que continúas viniendo a este gimnasio. Pensé que estabas enfadado.

―Bueno, que rechazaras cenar conmigo me sentó como el culo, no te voy a engañar, pero era un poco infantil dejar de hablarte sólo por eso.

Asiento dándole la razón, pero sin saber qué decir.

―Eres importante para mí, Will, pero lo cierto es que estoy saliendo con alguien y no quería tener una cita y que intentaras algo y tuviera que negarme. Me daba mucho palo.

―¿Ahora salir a cenar implica querer tener algo con esa persona? Me hieres, Kat ―añade llevándose una mano al pecho.

―Idiota ―digo golpeándolo con la toalla―. Entonces, ¿estamos bien?

―Lo estaremos si esta noche vienes a la fiesta que organizan en la mayor hermandad de la Universidad. He oído que estarán todos ahí.

―No lo dudes. Josh se ha enterado y me ha suplicado que lo lleve conmigo. No me queda otra.

―Perfecto.

Continuamos entrenando juntos hasta las doce, hora a la que, tras ducharnos, nos dirigimos a la salida.

―Me alegra estar bien contigo ―confieso tras traspasar la puerta.

―Yo también.

En un acto improvisado, se acerca más y me abraza. Abrazo que ni siquiera dudo en devolver. Se siente bien recuperar la amistad que creía perdida.

―Por cierto ―dice de repente, rompiendo el abrazo―, Carl me ha pedido que te diga que está todo bien por su parte. Ya estaba casi decidido, pero me dediqué una noche entera a convencerlo de que tus intenciones nunca son atacar a nadie, sino defenderte. Entre mi amistad contigo y su cariño hacia Josh, puedo asegurarte que nunca más te va a molestar.

Un gran alivio se instala en mi cuerpo. Paz, al fin. Esta vez de verdad.

―Gracias. No te imaginas lo mucho que me alegra estar libre de drama.

―Normal ―reímos juntos―. Bueno, ¿vas a decirme con quién sales?

Me lo pienso un poco, pues Leo y yo no queremos que se sepa por toda la universidad nuestra relación. No es que nos escondamos, pero no queremos ser un cotilleo con patas.

―De acuerdo, pero no se lo puedes decir a nadie.

∞∞∞∞∞∞∞∞∞∞

No queda casi nada para el finaaal. Estoy entre emocionada y triste.

Me costó mucho comenzar a subir esta historia. Tenía ganas, pero temía que nadie la leyera. No sabéis lo mucho que os agradezco que hayáis decidido darle una oportunidad a La Chica Nueva.

Nos leemos muy pronto. Gracias por tanto <3

La chica nuevaWhere stories live. Discover now