11. El chisme completo

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           MICHELLE OBSERVÓ DISTRAIDAMENTE la cafetería de Poe, sintiendo que sus pensamientos se iban nuevamente a sus recuerdos de Carlisle Cullen. Las personas que creían que besar a alguien no significaba nada, nunca habían conocido a ese hombre. Para Mich, quien solía pensar en que un beso era algo que no implicaba demasiada intimidad y complicidad, tuvo que tragarse todas sus palabras en el simple instante en que fue absorta por el sentimiento de besar a ese jodido hombre. Era increíble pensar que con un sólo beso ella se había sentido como si estuviera volando en sus brazos, olvidándose de sus problemas y todo lo que sucedería por dejar a su cuerpo hablar por ella misma. Aún podía verse a sí misma aferrándose a él, sus manos sobre su cabello y sus bocas sin poder separarse. Si no había sido por la interrupción de Poe, llegando al baño para preguntar si algo malo había pasado. Creyó que con el sonrojo en sus mejillas y el cabello de Carlisle despeinado como si fuera atacado por un peine, era obvio para saber que habían sido interrumpidos en una buena escena. Si Poe no hubiera aparecido, era muy probable que hubieran estado besándose en ese baño por al menos unas dos horas enteras, o hasta que se sintieran cansados de hacerlo. Con toda la energía que tenía en su cuerpo desde ese momento, creía Michelle que ella misma nunca se habría cansado.

—Oh, estás pensando nuevamente en él.— ella saltó en su lugar, observando a la dueña del local depositar un café caliente en el mostrador.

—¿Crees que se acobardó y por esa razón no lo ví desde ese día?— preguntó, sin entender qué demonios había sucedido con ellos. Una parte de sí misma quería verlo nuevamente, él se había mostrado tan interesado en ella que le resultaba extraño que desapareciera así como así. Se habían besado el jueves y ya era sábado por la tarde, no había recibido ninguna información respecto a los Cullen y le resultaba atípico. El lunes llegaría Kiera a Forks y todavía no sabía qué decirle cuando la tuviera cara a cara, pero creyó que aún tenía tiempo para pensarlo mejor. Su cabeza parecía estar ocupada todo el tiempo repitiendo ese endemoniado beso.

—Tal vez ya firmaron los papeles de divorcio con su esposa.— Mich soltó una carcajada, entendiendo que la mujer estaba demasiado obsesionada con las novelas turcas que veía por televisión e imaginaba que cosas melodramáticas sucedían en la vida real. Sin embargo, pasó unos segundos mirando a la nada misma y poniendo sus ojos en cada persona que entraba a la cafetería, hasta que una persona se puso en frente del mostrador.

Mike formuló una sonrisa y la saludó a ella y a Poe, teniendo prisa para marcharse de la tienda, pues tenían preparada una salida de hermanos al cine. Michelle no solía ser muy buena para ir a una sala en donde tenía que quedarse sentada más de una hora y media para ver una película, pero para pasar un tiempo extra con su hermano, trataría de hacer todo lo posible para no ponerse a hablar en medio de alguna escena importante. El tema más difícil era que no podía quedarse quieta cuando el clímax de la película estaba llegando, a veces se ponía tan entusiasmada que no podía parar de hablar con las personas que tenía a su lado y eso podía llegar a ser molesto para sus acompañantes. Desde que tenía un memoria, nadie se atrevía a acompañarla por una segunda vez al cine, excepto su hermano menor. Siquiera recordaba cuándo había sido la última vez que fueron juntos a ver una película, tal vez había sido antes de marcharse a la universidad y perder el contacto con él.

Sour Candy ⋆ Carlisle CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora