*Cuando aguantaste la respiración*

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Durante su corta vida había tenido muy pocas aventuras amorosas; no es que fuera una persona tan fea o insoportable que no pudiera acercarse a nadie...más bien, siempre había buscado "el príncipe azul sobre el caballo blanco", el amor abrumador y apasionado, ese que ni siquiera te deja tiempo para respirar, entre besos. Por un momento, había creído que el amor se podía encontrar en Max Verstappen: realmente lo había creído. Ese par de ojos color hielo la había golpeado justo en el pecho. Se había imaginado su primera cita, en ese restaurante cercano a la costa, él vestía elegantemente y ella con el cabello arreglado en un peinado complicado; había imaginado la bondad del menú que tendría el honor de degustar, e incluso había imaginado el dulce beso que Max le daría cuando la llevara de regreso al hotel. Había imaginado, soñado, cada cosa. Y luego nada de esto había sucedido, nada. Aurora se había preguntado a menudo si había arruinado lo que podría ser, si lo que Leclerc había insinuado en su mente realmente tenía siquiera un fundamento de verdad, o si era el resultado de alguna extraña competencia entre los dos; en aquellos días se había planteado tantas preguntas que aún no había tenido el valor de responder. No habría podido decir si su confianza en Max o Charles había permanecido intacta, y probablemente ni siquiera quería saberlo: después de todo, estaba bien con eso. Pasar unos días sin hablar con los dos le había hecho bien, permitiéndole pensar con la mente clara y sin prisas. ¿Y sabes a qué conclusión final había llegado? Tenía muchas ganas de intentarlo con el piloto de Red Bull. Estaba decidida a volver a hablar con él y darle la oportunidad de explicarse...y de disculparse. Estaba cien por ciento convencida de que las cosas podrían funcionar entre ellos, a pesar de todo. Ella estaba...precisamente: estaba convencida de todo esto hasta que sintió los suaves labios de Charles Leclerc apretados contra los suyos. En ese momento exacto, todo había comenzado a vacilar. Sintió que poco a poco iba perdiendo el control de su cuerpo, y no podía hacer nada al respecto, si no fuera para complacer esa ola de pasión que la invadió poco a poco. Entonces, abrió los labios, dando luz verde a la lengua desvergonzada del monegasco, que entre tanto le había rodeado el rostro con las palmas de las manos. Ese beso se estaba volviendo más y más hambriento y Aurora sintió falta de aire. Fue por ello que, tras unos momentos de indecisión, retiró su cuerpo, poniendo fin a ese contacto y dando medio paso atrás, alejándose del piloto. La chica tragó, incapaz de pronunciar una palabra, mirando al suelo.


<<Yo...>> Ella se sintió como una idiota. Rodeada de una enorme sensación de vergüenza, quiso convertirse en avestruz y arrojar la cabeza bajo el suelo: todo para evitar que Charles notara cómo sus mejillas se habían puesto rojizas y cómo su cuerpo parecía estar en llamas, como consecuencia de su gesto. Solo en ese momento el moreno suspiró, retrocediendo dos pasos y dejando a la joven su espacio; ahora se estaba dando cuenta, progresivamente, de lo que acababa de pasar. ¿En qué carajo había pensado? Ella estaba cabreada. Y ahora tenía que arreglarlo. Contuvo la respiración, como en apnea, como si tuviera que mirar dentro de sí mismo para encontrar la fuerza necesaria para hablar.


<<Lo siento Aurora...>> Esas palabras llenaron el espacio de la habitación, y el conductor de Alfa Romeo dejó escapar una media sonrisa. No se suponía que las cosas fueran así. El objetivo era evitar que Max la conquistara...¡no besarla al azar! <<...No debería haber hecho eso. No sé qué me pasó.>> Fue sincero. Todavía luchaba por entender qué demonios estaba pasando por su mente. Le sudaban las manos y se sentía nervioso, pero trató de hacer todo para no mostrarlo: las apoyó en las caderas, antes de levantar la mirada y observar a la morena frente a él, con expresión de perro apaleado.


<<Todo está bien.>> Al encontrar su boca seca, se aclaró la garganta y se humedeció los labios, y juró que aún podía saborear los de Charles; la idea la avergonzaba, tanto que sus ojos seguían fijos en el suelo. <<Solo...¿podemos fingir que no ha pasado nada?>> Fue una petición que salió de su garganta casi como una oración: esperaba que el joven aceptara...una respuesta negativa de él no les habría facilitado las cosas a ambos. Lo único que ella (eso creía) quería hacer era olvidar lo que acababa de suceder, lo que para ella habría sido solo un momento de debilidad dictado por toda la situación que había surgido. Todavía estaba sorprendida por la multitud fuera de la heladería, por la gran cantidad de preguntas que le habían estado haciendo a Leclerc sobre su historia de amor y por la idea de que Sebastian o Max pudieran descubrirla.

Polaroid - Charles LeclercWhere stories live. Discover now