Prólogo

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"Todo estaba previsto"
Leí aquella frase en una de las paredes de la fábrica de algodón, no había pasado mucho desde que cerró por varias muertes ocurridas allí dentro, pasar por ahí y recordarla cuando estaba aún funcionando, me genera, de alguna forma, una nostalgia en el pecho, algo incomprensible.
Las calles de la ciudad estaban prácticamente vacías, un viernes a las 6:40 a.m, viajaba en bicicleta camino al risco, mi pecho estaba vacío, había dejado todo arreglado, ordene mi habitación, me despedí de mamá, saludé al pequeño Cotter y les mandé un saludo a mis mejores amigos antes de partir.
Respiré hondo, el viento del sur me daba en la cara, haciendo que mis rizos se hagan hacia atrás.
Algunos autos comenzaban a aparecer, en mi sentido contrario, con las fuertes luces prendidas, que me dejaban un poco incandilado, eso solía molestarme, pero hoy decidí no tomarme molestias, solo seguí pedaleando, hasta visibilizar aquel gran risco, era profundo, y del otro lado de esa gran grieta, se dejaba ver un frondoso bosque, repleto de árboles y flores silvestres, tan puro... El aire de allí debía ser tan fresca y pura, sin contaminación alguna.

Me bajé de la bicicleta con cuidado y la puse contra el tronco de un árbol viejo y torcido, me desabroché el casco y lo deje colgado en el manillar de mi vehículo. Me senté en el pasto frente a aquella grieta que parecía dividir dos mundos completamente diferentes, cerré los ojos unos segundos y dejé que la brisa me dé en el cuerpo.

Cómo la frase de la pared decía, todo estaba previsto.

Y así fue, me paré, mire atrás y suspiré, volví mi cabeza sobre mis manos y las ví, pálidas y huesudas, con su clásico temblequeo, sonreí y me encogí de hombros. Caminé unos pasos al frente y pensé ¿Cuántos metros? Mire al cielo, ya claro, el sol se dejaba ver y desprendía un agradable calor.
Tal vez 20... No me atrevería.
Quizá menos Apreté los puños.
No puedo ser un cobarde ahora Fruncí las cejas.
Adiós, a todos, a todo. Cerré los ojos, me empuje hacia adelante, y me deje caer, la velocidad aumentaba, y mis preocupaciones parecían irse con el viento que azotaba mi cara con violencia.
Por una vez en la vida no fuí un cobarde. Mi cuerpo azotó el piso.

CragWhere stories live. Discover now