1| Encontré un cadáver en el baño

Start from the beginning
                                    

—Ni tanto, sos bastante común en realida... ¡Ah! ¿Acabás de morderme?

Intenté llevar la mano al lugar donde dolía, pero atrapó mi muñeca. Le solté una puteada por la fuerza, la única respuesta de su parte fue relajar el toque. Se acarició los labios con mis dedos mientras me miraba a los ojos.

—Tampoco necesitás que sea lindo, no te pongas exigente. —Tuve la ligera sensación de que sus oscuras pupilas se alargaban mientras abría la boca, y se tallaba el colmillo con la lengua, era más larga de lo que podría haber imaginado—. Nunca te dije que iba a ser gentil —advirtió, y me silenció al hacerlos desaparecer en su interior.

Ver sus intenciones tan claras hizo que me azotara un escalofrío que se mezcló con el calor ya reinante, y mis neuronas se tomaron unas inmerecidas vacaciones. Él sonrió mordaz, una mueca que solo le había visto hacer cuando se aseguraba de superar con creces a los demás. No era como su hermano, él no me trataba como si fuera especial. Me sentía su pelota anti estrés.

Incluso así, a mi mente le gustaba jugar con el parecido que había entre los gemelos Enzo y Ezequiel. Conocerlos fue como ver un reflejo enfrentado de dos realidades diferentes, el espejo se quebraba de a poco, y parecía a punto de estallar en miles de pedazos, yo había adquirido el hábito enfermizo de pararme a contar cada una de esas pequeñas grietas, con la esperanza de poder detener el desastre.

Ezequiel lo controlaba todo, no había lugar para lo que yo quisiera, que en ese caso era arrancarle el asqueroso suéter de viejo que siempre llevaba. Me di cuenta que estaba manchado, me descolocó que el agraciado alumno perfecto tuviera la ropa sucia y pareció notarlo porque se alejó un par de centímetros para observarme, tenía una mirada cruel en sus ojos verdes.

Habían vuelto a cambiar de color.

—No me digas que ahora te importa algo de lo que pueda pasar.

—No en realidad. —No podía esconderme.

—¿Qué es entonces? ¿Qué querés?

Intenté tirar de él, pero se tensó y me deshizo el cinturón de los jeans y volvió a besarme antes de que pudiera responder, con su mano silenció lo que sea que tuviera para cuestionar. Conocía su impaciencia, y él pudo sentir la mía, porque fijó la vista en mí cara sonrojada tras alzar las cejas. Enterré los dedos en su cabello, y fue como si pudiera escucharlo colar el pensamiento en el interior de mí cabeza. "¿Esto es lo que querés?" Me incitó a descubrir un hecho demasiado perturbador.

Él no era Enzo. Solo se parecían, y aquello no era lo peor.

—Me gustás un montón. —Lo dije en voz alta, había tocado fondo.

Era la verdad, a él lo había querido tanto que bien podría pedirme que lo siguiera al infierno en ojotas, como cuando antes me convencía de ir a explorar la torre abandonada al costado de la iglesia para ver las estrellas, aunque sabía que a mí me daba un miedo terrible. Fue instantáneo Ezequiel hizo un movimiento brusco que me obligó a abrir los ojos.

—Gracias, supongo —murmuró.

—¿Gracias?

—Ajá.

—Te dije que me gustás.

—Y yo dije que muchas gracias.

Fruncí el ceño y Ezequiel chasqueó la lengua, pedirle expresar emociones era como esperar a ver el llanto de una pared. Supe que todo se había arruinado al ver el fastidio fruncir sus cejas, todavía tenía los labios enrojecidos por los besos que nos habíamos dado, no tenía derecho de verse tan lindo el simio tarado ese. Retrocedió para agarrar su campera del suelo y yo miré el cinto de mi pantalón, colgaba igual que mi dignidad.

YO NUNCA |BL|Where stories live. Discover now