Un gemido demasiado fuerte

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Esa tarde había faltado nuevamente un profesor en el curso de las Salvajes, y tuvieron hora libre. Como siempre que tenían hora libre, Melanie, Brenda y Jessica corrían a encerrarse en el gimnasio.  

Mariel también se enteró que había faltado un docente en la división de las Salvajes. Y como siempre que se enteraba que las chicas tenían hora libre, corría a espiarlas detrás de la puerta del gimnasio, segura de que iban a estar follando allí. Llegaba quince o veinte minutos después del comienzo de la hora libre, cuando ya las jóvenes habían tenido tiempo de entrar al gimnasio, cerrar con llave y desvestirse, y se iba cuando veía que empezaban a ponerse sus ropas, para salir de aquel lugar. De esta forma, evitaba cruzárselas en el pasillo prohibido y ser descubierta. Era algo así como una admiradora secreta de las Salvajes, una voyeurista.  La chica educada y respetuosa que anda mirando a escondidas lo que hacen las chicas malas.

Ese día las Salvajes estaban más excitadas de lo habitual, lo que ya era bastante. El invierno y las bajas temperaturas habían terminado, y la primavera traía un renacimiento de las flores y las plantas en toda la ciudad. Las personas se enamoraban o buscaban enamorarse. En el caso de las chicas, que venían enamoradas de bastante tiempo atrás, la llegada de la nueva estación se traducía en un aumento de la pasión, volviéndose mas calientes y fogosas de lo que ya venían siendo. Brenda y Jessica desnudaron completamente a Melanie y empezaron a colarle los dedos en la vagina mientras las tres unían al mismo tiempo sus lenguas en un beso interminable. Luego entre Brenda y Melanie desvistieron a Jessica  y la tiraron boca arriba sobre una colchoneta en el piso. Melanie se arrojó encima de ella, boca abajo pero en sentido contrario y empezaron a lamerse las vulvas. Brenda, luego de quitarse las ropas -era la única que quedaba vestida se puso en cuclillas junto al culo de Mel y empezó a meterle la lengua en el ano. La Negra, penetrada en dos frentes, empezó a gemir con fuerza.

A través del ojo de la cerradura, Mariel era testigo privilegiada de las proezas sexuales de las Salvajes. Veía contonear sus cuerpos y unir sus bocas, y frotar sus manos sobre la piel desnuda de sus sexos. Observaba atónita la flexibilidad de sus miembros a la hora de realizar diversas posiciones sexuales y su nivel atlético, que las hacía revolcarse, acostarse, ponerse de pie, volver al suelo, sin cansarse nunca. Como si tuvieran una batería de repuesto a la cual acudir en caso de quedarse sin energía. La primavera también llegaba para Mariel, que empezaba a vestir con una mayor osadía, aunque eso sí, cubierta por el guardapolvo blanco de preceptora.

Mariel desabrochó los botones de su guardapolvo y el shorcito de jean quedó al descubierto, Con la punta de sus dedos bajó la cremallera y empezó a acariciar su vagina mientras miraba como Melanie estimulaba la argolla de Brenda a lengüetazo limpio mientras Jessica a su vez le hacía un Anilingus. Los gemidos de las Salvajes iban creciendo en volumen y la excitación de Mariel también aumentaba. Desabrochó el botón del short y lo bajó casi hasta las rodillas. Metió un par de dedos debajo de su tanga y empezó a masturbarse como casi nunca antes lo había hecho en su vida. Los entraba y los sacaba, y repetía la operación con mayor velocidad a medida que pasaban los minutos. Sus dedos salían bañados en un líquido viscoso, pero no parecía importarle. Estaba completamente absorta en su onanismo, tanto como las Salvajes solo pensaban en follarse. Desde adentro del gimnasio los gemidos eran cada vez más fuertes. Afuera del mismo Mariel se masturbaba con más frenesí. Finalmente las tres alumnas llegaron al clímax, y lo hicieron con gritos muy sonoros. Mariel estaba por hacer lo propio del otro lado, y las voces extasiadas de las chicas aumentaron su calentura. Finalmente, llegó al orgasmo ella también, con una  gran exclamación.

-Ooooohhhhhhhh!- soltó Mariel súbitamente, olvidando donde era que estaba.

Dentro del gimnasio, el vozarrón interrumpió las artes amatorias de las chicas.

-Y eso?- preguntó Melanie.

-Es como si alguien  hubiese acabado- respondió Jessica riéndose

-No solo nosotras acabamos, los o las demás también pueden acabar- se rió Brenda.

-Hay alguien fuera del gimnasio acabando junto con nosotras!!!!- dedujo Jessica y su risa se transformó en un gesto de bronca y enojo.

-Hay alguien fuera del gimnasio que nos está espiando...y seguro es un pajero de mierda!!!-Melanie se puso de pie y tomó la llave que había dejado en un recoveco junto a la pared- Voy a ir a buscarlo y voy a cagarlo a trompadas. No va a hacer a tiempo para esconderse en el baño como el otro pelotudo!!!Este va directo al hospital!!!- Y avanzó a paso seguro hacia la puerta, completamente desnuda y secundada por sus dos amigas.

A todo esto, Mariel ya estaba reaccionando. Se subió el short y corrió raudamente a la salida del pasillo prohibido. La agitación y el temor sonrojaban sus mejillas y sintió que el aire le estaba faltando. La salida y los dos arbustos que la tapaban estaban cerca pero... podría alcanzarla antes de que las Salvajes abrieran la puerta del gimnasio y la vieran?  El clic de un picaporte moviéndose le paró el corazón pero sus piernas empezaron a usar el poco oxígeno que le quedaba para correr mas fuerte. Finalmente traspasó los arbustos justo cuando las Salvajes abrían la puerta y se predisponían a ir detrás de ella.

Melanie, desnuda como estaba, se largó a correr en el pasillo prohibido para alcanzar al  intruso, pero este consiguió salir al patio, y ya no era posible para Mel perseguirlo por alli, estando como su madre la había traído al mundo y a la vista de todos. La Rubia y la China le iban a la zaga, pero al darse cuenta que no lo alcanzarían le dijeron:

-Ya está Mel. Se escapó. Volvamos al gimnasio a vestirnos que ya fue. 

-Si, es verdad. Ya está. Olvidémonos de esto.

Pero mientras desandaban sus pasos para vestirse en el gimnasio Melanie sintió un pinchazo muy fuerte en su pie izquierdo. Acercándose a la luz brindada por la claraboya que estaba al lado de la puerta notó que estaba sangrando.

-Mierda, con qué me lastimé ahora?

Brenda clavó su mirada en un pequeño bulto que se elevaba sobre una baldosa continua. Tenía como un alfiler sobresaliendo desde  lo que vendría a ser su parte principal. Lo tomó entre sus manos y empezó a analizarlo.

- Que es esa basura que me agujereó el pie?-le preguntó la Negra a su amiga.

- Esperá, lo estoy mirando...parece un prendedor...te lastimaste con el gancho que sirve para sujetarlo a la ropa. Se ve que se le debe haber caído al que lo portaba.

-De quien será? Si pudiéramos saber, identificaríamos a la persona que anduvo por acá y que probablemente haya estado fisgoneando.

 -Eso va a ser difícil, tendría que ser de un tipo especial, y los prendedores por lo general son adornos bastante genéricos...dejá que me ponga a la luz para observarlo mejor....uy! Si, ya está!!! Ya tenemos a la espía!!!!

-La espía? Cómo sabés que es una mujer?

-Miralo vos misma y date cuenta- le respondió Brenda a Melanie.

Sobre la superficie opaca del prendedor, un San Expedito de semblante triste y gesto adusto les dedicaba a las Salvajes una gélida mirada. Jessica aún no comprendía.

- No se de quien puede llegar a ser esto.

-Nunca miraste con atención a la preceptora nueva?

-Mariel?

-Si, por?

-Si no sabés por que, es que no te diste cuenta de nada. La mina siempre andaba con el prendedor de San Expedito en la solapa del guardapolvo. Creo que debe ser la única en este lugar con semejante devoción a un santo cristiano.

La Negra y la China asintieron con la cabeza. Ya sabían quien. Ahora debían decidir que hacer.



La preceptora y las alumnas salvajesWo Geschichten leben. Entdecke jetzt