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–Les hice una pregunta– su madre los miraba divertida. Los jóvenes príncipes miraban a su alrededor intentando llegar a una excusa suficientemente buena.

–Estábamos limpiando un poco, ¡está hecho una pocilga este lugar!– Capricornio fingió estar exasperado.

–¿Ustedes limpiando?– la Reina Maia soltó una pequeña risilla–. Sería más fácil que me dijeran la verdad– los miró atentamente–. Que estaban en la Isla.

La sala quedó en completo silencio. Sólo el canto de los grillos se lograba percibir. Ninguno de los doce muchachos ahí parados hubiese esperado escuchar lo que su madre acababa de decir.

–¿D-De qué isla hablas?– Libra tropezó con sus palabras, a lo que ella respondió con el asomo de una sonrisa cómplice.

–¿Cómo lo sabías?– preguntó Tauro. Su madre tomó asiento en uno de los cálidos sillones de la biblioteca y rió por lo bajo.

Los príncipes tomaron eso como una señal para acomodarse a lo largo de la habitación y escuchar con atención lo que la Reina tenía para decir. La chimenea de la sala se encontraba prendida y su fuego brindaba un ambiente hogareño y familiar a la situación.

–¿Recuerdan la historia de las princesas que les contaba?–ellos asintieron lentamente, imaginando a dónde iba dirigida la conversación–. Bien, pues yo soy una de esas dos princesas.

–No entiendo ¿por qué no nos lo contaste antes?– Aries rompió el silencio que se había formado ante aquella revelación.

–Ustedes necesitaban descubrirlo solos– la madre de los chicos actuaba como si supiese algo que ellos no.

–Creo que no estoy entendiendo– Piscis comentó en un intento de entender lo que estaba ocurriendo.

–De acuerdo, supongo que es hora de que les explique lo que sé– Maia se acomodó en su asiento, se relamió los labios y dio un largo suspiro antes de comenzar a hablar–. Desde que Merideth y yo nos conocimos en la Isla nos volvimos inseparables, y...

–¿Merideth, la Reina de Persse?–las fichas comenzaban a caer en su lugar y los chicos comenzaron a pensar que tal vez su encuentro con las princesas no había sido una casualidad después de todo.

–Así es. Una tarde, cuando Merideth estaba de visita aquí en Eralión, recibimos a un invitado muy especial. Un brujo necesitaba nuestra ayuda.

–¿Un brujo? Suficiente– Escorpio se levantó del sofá y estaba dispuesto a marcharse–, me voy a dormir.

–Espera– la Reina tomó la mano de su hijo, impidiéndole irse–. Es importante– el chico lo consideró un momento y retornó a su lugar–. Uno de los muchos poderes de este brujo era la clarividencia.

–O sea que podía ver el futuro– Cáncer quería corroborar la información.

–Exactamente. Este brujo nos dijo a Merideth y a mí que en unos años todos los Reinos se verían sumidos en una terrible época de oscuridad, y que esto sólo lo podían evitar nuestros hijos– finalizó y las miradas de confusión no faltaron–. Es por eso que, cuando el momento fuese el adecuado, ustedes y las princesas de Persse se encontrarían en la Isla.

–¿Entonces todo esto ya estaba planeado por ustedes y un brujo?– Géminis rió amargamente–. Ahí se fue toda la autonomía que pensaba tener.

–Hijos, lamento haberles ocultado esto, pero me daba miedo que si les decía tal vez jamas hubiesen estado listos para lo que viene– el arrepentimiento en sus pupilas y en sus temblorosas manos era evidente.

–¿Y te parece que ahora sí estamos listos?– Leo estaba claramente indignado, pero el bostezo que se le escapó le dio un aire divertido a su expresión.

12 princesas bailarinas {zodiaco}Onde as histórias ganham vida. Descobre agora