Capítulo 2: El primer día

189 10 2
                                    

El tiempo pasó muy rápido, durante esos cuatro días nos dedicábamos sólo a entrenar. A medida que se agotaba el tiempo todos lo intentaban con más seriedad y esfuerzo y el nerviosismo se hacía mas presente, inclusive algunos se estresaban por no conseguir avanzar en esos pocos días pero era normal, nadie puede avanzar en tan poco tiempo a menos que tengas un don natural y los únicos casos que existían en nuestro grupo eran el de Zed y Neizan quienes con sus arcos y unas flechas lograban atravesar lo que sea y con mucha precisión. Supuse que debía ser estresante para el hermano de Neizan, Eidan, quien no era para nada bueno en eso.

Yo aprovechaba para perfeccionar los movimientos con la lanza pero lo más difícil era que una vez en la selva debía construirla. Al menos daba "gracias" a los dioses por dejarnos llevar un pequeño cuchillo. En verdad no era muy creyente, respetaba a los espíritus pero no creía en la leyenda de la muralla, no del todo al menos. Había algo que no encajaba por lo tanto ni Zed ni yo estábamos de acuerdo en hacer estas ofrendas para que luego el anciano de la tribu se las alcanzara a los espíritus. Ese era nuestro pequeño secreto que ni siquiera Thais sabía. Lo descubrimos una tarde hacía unos cuatro años aproximadamente, cuando Lía entrenaba para los Quince Días. Por la tarde Zed y yo estábamos jugando a ver quién le daba a la rama más alta de un árbol con las piedras. Pero yo apunté mal y maté un ave. Ambos nos miramos asustados, había matado una criatura de la selva, los dioses se enojarían conmigo. Nos asustamos mucho y yo me sentía terrible por el pobre pajarillo por lo que me enfadé.

-Esto... esto no puede pasar de nuevo. No juguemos más ¿De acuerdo?

-Bien, caminemos -respondió tratando de calmarme.

-No, quería decir que no deberíamos vernos más -Los dioses podrían castigarlo por mi culpa.

-Espera Mara, no te pongas así. Por favor, no fue intencional. Seguro te perdonarán.

-Lo se pero... lo maté.

-No. Lo matamos.

-¿Qué? Tu no hiciste nada.

-Sí, cualquier problema que tengas es mío también, estamos juntos en esto, ¿De acuerdo?

A partir de ese momento supe que tenía un amigo para toda la vida.

-Además, si los dioses castigaran por matar criaturas de la selva, ¿Por qué siguen vivos los cazadores? -"Es verdad, tenemos prohibido matar pero los cazadores pueden hacerlo..."- y, dime ¿No crees que es raro que hayan construido un muro cuando pueden transformarse en espíritus? - no pude negar su lógica.

-¿A dónde quieres llegar con esto?

-No creo en los dioses. -Susurró.

Me había sorprendido la seriedad en sus palabras y la verdad que revelaban, lo decía en serio y si alguien lo había oído podría matarlo.

-¿Por qué me lo dices?

-Porque esa era una gran carga en mí, yo sufro tus penas y tu la mías, ¿Es justo, no?

-Sí, y... ¡Tienes razón! Hay muchas cosas que siempre me pregunté y nunca podía encontrar una respuesta como por qué sólo el líder de la tribu es quien envía las ofrendas o por qué los dioses nos castigan sin razón alguna...

Así continuamos hablando y dudando de todo a nuestro alrededor. Con el pasar de los años esas charlas provocaron que nuestros pensamientos sean de "traidores". Si alguno de los dos contaba siquiera una pequeña parte de lo que en verdad pensábamos, estaríamos fritos pero mis problemas eran los suyos y viceversa, además teníamos plena confianza el uno con el otro.

Estaba bastante satisfecha con mis resultados en el manejo de armas ya que controlaba la lanza, el cuchillo y el arco bastante bien. No obstante sin la actitud asesina eso no tenía mucha utilidad. Ayudaba a Thais con la lanza, ella a mí con algunas trampas y Zed nos explicaba técnicas del arco que no podíamos imitar. Él era realmente bueno.

ILKERS: El inicio de la nueva leyendaWhere stories live. Discover now