Capítulo 6.

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Aquel día estaba siendo agotador para Alice. Luego de pasar la mañana entera en la universidad, Marcus la llamó rogándole que fuera al café a cubrir a Tris que se sentía mal. Lo hizo, por su amiga, ya que con lo que había trabajado esa semana lo que pudiera darle Marcus por esas horas extras no era importante.

Lo malo era la cantidad de gente. Los viernes por la tarde, la concurrencia en el café se triplicaba porque a todo el mundo le daba por ir a comprar un café con sus amigos. Llegó un momento que Alice comenzó a trabajar en automático; saludo, orden, cobro. Saludo, orden, cobro. Así hasta que se hiciera la hora de cerrar. Con lo que menos contaba era que llegara aquel cliente.

-¿Qué desea ordenar?- preguntó con la mirada en la pantalla de los pedidos.

-Un capuchino grande para beber aquí, por favor- contestó el muchacho.

No le prestó atención hasta el momento del intercambio de dinero. Donde sus manos se rozaron y ella al mirar sus dedos reparó en el esmaltado negro de las uñas y el corazón tatuado en el dedo mayor. Entonces levantó la vista y una gran sonrisa acompañaban aquellos ojos verdes que ahora resaltaban por el delineador negro.

-Así que aquí trabajas- observó Dominic para romper el silencio entre ambos.

-Sí.- afirmó un poco sonrojada, estaba segura que su imagen en ese momento no era nada glamorosa. –Por lo general este no es mi horario pero estoy cubriendo a una amiga. ¿Cuándo regresaste?

Dominic estaba por contestar cuando fue interrumpido por el jefe de Alice.

-¿Todo en orden?- preguntó Marcus mirando con severidad a ambos por encima de sus gafas de diseñador. –Los clientes se amontonan- agregó con la mirada encima de Alice.

-Sí, lo siento, señor.- Dominic tomó el papel con su orden. -Hablamos después.- guiñó un ojo hacia Alice y se dirigió a unas de las mesas al fondo del café.

Después de un rato el ritmo de los clientes que llegaban fue más tranquilo y Alice tuvo un momento para revisar su teléfono que no dejaba de vibrar en su bolsillo. Resultaron ser varios mensajes de Dominic. La mayoría emojis o palabras sueltas para que mirara el teléfono. Solo los primeros eran importantes:

¿Qué tal los baños de este lugar? ¿Son cómodos y limpios como los de ese bar?

Las mejillas de Alice ardieron por un instante y buscó con la mirada a Dominic pero no estaba a la vista. Así que decidió contestar con la profesionalidad que ameritaba el momento:

Si, de los más limpios. Pero también tienen cámaras fuera de los cubículos para desanimar a niños con las hormonas alborotadas como tú.

En menos de un minuto la respuesta hizo vibrar el aparato de cinco pulgadas:

Fuck :(. En otra oportunidad será. ¿A qué hora termina tu turno?

Luego de atender a un par de personas, Alice envió su respuesta:

A las ocho. ¿Por qué? ¿Qué tienes en mente?

No obtuvo una respuesta inmediata. Solo aparecían las tildes azules junto a la hora que había enviado el mensaje. Tampoco le dio mucha importancia, debía seguir trabajando y lo más probable era que Dominic al ver que faltaban tres horas para que saliera buscara algo mejor que hacer. No lo culpaba por ello, la ciudad estaba llena de entretenimiento y ella seguía atrapada tras la caja registradora.

A la media hora llegó un cliente que llamó la atención de Alice por lo cargado que iba. Llevaba una guitarra colgada de un hombro, una mochila del otro, un amplificador pequeño en una mano y lo que parecían los caños de un pie de micrófono bajo el brazo.

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