-¿Quieres un poco de mi cálido interior? -Katsuki se tocó el pene sobre su escasa ropa. Izuku hubiera deseado que se le dijera en la vida real.

El rubio continuó su camino entre una hilera de uvas púrpuras, llevaba una copa de vino sobre la mano que derramaba gotas rojas. Su compañero de confinamiento era la viva imagen de Dionisio, dios griego del teatro, el vino y los excesos.

Izuku paso saliva del perfecto disfraz. Pervertía con sus ojos verdes cada trozo de piel y músculo que exponía, nada era mejor que sus protuberantes pectorales, sus pezones claros que quería chupar, el relieve de su abdomen que quería lamer y esos muslos que quería abrazar con sus piernas.

El joven de verde se mordió el labio cuando el rubio llegó frente a él y volvió a preguntar: "¿Quieres beber de mí?". Los labios de Izuku se humedecieron con un poco de sangre. Allí no había inhibiciones. No existía su timidez que lo reprimía. Quería lamer su cuerpo y explorarlo todo a besos y ser poseído por su pene. ¡Solo un tirón de esa estola en su entrepierna separaban sus sucios deseos!

-Arrodillate -La representación rubia de Dionisio señaló el suelo cubierto de enredaderas de jugosas uvas púrpuras.

Izuku embelesado dobló sus piernas que ya temblaban y se arrodilló como un pecador suplicando perdón a la divinidad. Sus labios rojos se abrieron lentamente como si recibiera la comunión cada día en la iglesia. Su corazón palpitaba, quería engullir como manteca su pene y humedecer su lengua con el sabor de su vino blanco. Su cara pecosa completamente sonrojada se quedó a la altura de esa estola estorbosa. Estaba dispuesto a abrir grande la boca y orar devoto a su sexo.

-Kacchan -suspiró ansioso y la saliva cayó como la miel.

-Bebe de mi cáliz -dijo sensual el rubio y la estola que lo vestía resbaló de sus piernas a sus pies.

El chico de pecas abrió los ojos y admiró el falo rojo que en ese instante penetró sus labios y llenó su garganta. Acto seguido el dios violó su boca con fuerte pasión. La pene palpitante ardió su boca, su carne era dura, húmeda y cálida. Izuku se lleno tanto de Katsuki que casi no podía respirar, soltó sonidos de arcadas al sentir la punta en el fondo pero alzó devoto la mirada y se cruzó con esa mirada roja que en la vida real le asustaba y le excitaba.

Katsuki movió su pelvis con un ritmo animal y continuó follando su boca. Izuku aguantó los embates mientras se aferraba a las caderas de su dios griego; pecando de gula abrió más la boca para que entrara cada centímetro, notándose en sus mejillas como un rico bizcocho. Katsuki al penetrarlo le dedicó halagos como:

"Eres mi amante" "Me encantas" "Tú boca es exquisita" "Eres lindo".

Izuku se puso duro de oírlo hablar así, que liberó su erección de su pijama y estaba tan caliente que no le importaba lastimar su garganta a causa de las embestidas violentas, al contrario sufría de espasmos al esperar la espesa leche que se vaciara en su estómago.

Lo quiero, lo quiero... Quiero todo lo que Kacchan desee darme, incluso si son golpes y su suciedad. Quiero abrazarlo con mis piernas.

Enseguida su dios del vino apretó su cabeza y se descargó. Izuku también se vino y su semen se expulso como una fuente. De pronto la cara de su Dionisio cambio a una maldad pura al ver como un sonrojado Izuku retiraba sus labios y se tragaba el semen como alcohol.

-Tengo otra cosa quedarte, mi adorado siervo -El dios agarrando su mentón lo volvió a cercar a su pene y volvió a entra a su boca pero en lugar de llenarse de otro espumoso semen fue ahogado por un liquido dorado tan dorado como aquel chardonnay que su Kacchan bebía obsesionado.

ᴜᴠᴀs ᴀɢʀɪᴀsWhere stories live. Discover now