Capitulo 27. Alejate de los problemas

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—Sabía que tenía que llevarte a la enfermería primero —Sin más lo sigo en silencio—. Pero también sabía que te ibas a negar en ir primero a que faltar a detención.

¿Como sabe aquello? Ni si quiera lo preguntó. Pero tiene razón me hubiera rehusado, aquellos que faltan a detención de quedan toda una semana y no gracias. Por eso no quise pasar a la enfermería antes de entrar a detención, más no imaginé que mi dolor fuera así.
Es como si realmente me conociera. Me da un escalofrío ante pensar aquello.

—Gracias —Trago saliva mientras continuamos por el pasillo.

Antes no me ponía nerviosa Matías, pero ahora lo consigue y no comprendo porque.

Entramos a la enfermería, y en cuanto damos un paso adentro Matías informa la situación a la enfermera mientras me sienta en la camilla qué hay. Abro la boca para decir algo, pero se me hace muy ridícula la situación por que pase por lo que prefiero mejor que Matías finalice. Es muy bueno contando historias ha decir verdad.

—¿Podrías quitarte la blusa? —En cuanto me lo pregunta la enfermera me sonrojo un poco mientras volteo a ver a Matías.

Él entiende a la perfección lo que le trato decir con la mirada, por lo que se disculpa y sale de la habitación.

—Una historia un tanto fantasiosa —Comenta la enfermera—. ¿Así que una chica te impulsó tanto al suelo que diste un gran impacto con este?

Simplemente asiento con la cabeza despacio, la escucho reír.

—Tuviste suerte que no fuera la cabeza —La escucho mientras me quito mi blusa quedando en brazier, pero ella solo se dedica a verme la espalda—. Dime donde te duela más.

Empieza a tomar con ambas manos la espalda, pero mi mayor dolor se encuentra cerca de mi hombro derecho por cuando me toca ahí hago un gemido de dolor.

—Si, ya me imaginaba esa zona la tienes un tanto inflada —Confiesa sin más la enfermera —, te saldrá un buen moretee. Aproximadamente de diez centímetros.

Perfecto lo que me faltaba, un bulto feo en mi. Así que el impacto fue tan grande para crear algo tan ridiculo como un moretee supremo.

—Te pondré pomada y te daré unas pastillas desinflamatorias —Susurró un "si" débil, estar sin blusa me pone nerviosa—. ¿Fue por el chico que te trajo? A veces las chicas hacen locuras a lo largo de los años me he topado con tantas cosas que te sorprenderías.

—Algo así —Me sigue dando mucho vergüenza no tener blusa.

—¿Están peleando por ese chico? —Por alguna extraña razón, la señora de la enfermería me da confianza, la transmite.

—Algo así, a ella le interesa él está más que claro, y según esto yo a él.

—¿Según esto? —Su voz suena un tanto preocupada.

—Tengo que aceptar la realidad, un chico con el no se fijaría en mi... Ni si quiera sabe de mis gustos o disgustos... no me conoce para decir que le gusto.

—¿Y tu que sientes por él? —Trago saliva.

No sentía nada por él, solo que últimamente me ponía nerviosa su presciencia. Silencio es lo qué hay en el cuarto de enfermería.

—Lo entiendo —La enfermera deja de aplicar la pomada y se siente fresco—. Deberías de hablar con él sobre tus sentimientos, o bueno lo que no sientes por él... Ya que él parece preocupado por ti. Ya puedes ponerte de nuevo tu blusa.

—Ese es el problema —Hago una mueca, de que no puede verme pero la hago inconscientemente—, se lo dije. De hecho hasta le mencione un chico que me gustaba.

La escucho reír y me volteo a con ella. Está buscando algo en el botiquín, supongo que es la pastilla que me dará.

—Los adolescentes son tan divertidos a veces y a la vez tan complicados —Se voltea al parecer ya las encontró, se sienta junto conmigo en la camilla—. Siento que no estás muy segura de nada.

—¿A que se refiere? —Le preguntó un tanto nerviosa.

En eso la puerta se empieza a abrir un poco, no del todo.

—¿Ya puedo pasar? —Al final es Matías.

—Si ya puedes —Suelto sin más.

Abre por completo la puerta y pasa, solo da un par de pasos.

—Es hora de que te lleve a tu casa —Asiento despacio, estoy tratando de procesar lo último que me dijo la enfermera.

Me ayuda a levantarme, aunque el dolor ya paso un poco, Matías es de mucha ayuda.

—Toma un par de pastillas antes de dormir, hasta que descanses mejor y un par en la mañana —Me entrega las pastillas. Susurro un Gracias y ambos nos dirigimos a la puerta—. Por cierto Alison, aléjate de los problemas.

—¿Como sabe mi nombre? —Me sorprende a decir verdad.

—Tantas veces que has venido, como no saberlo —La escucho reír—, simplemente deja de meterte en problemas, ¿Cuídala, está bien?

Esto último se lo dice a Matías, y este le responde con un guiño, el doy un codazo en sus costillas y este simplemente se dedica a reír un poco.

Volvemos a caminar por el pasillo.

—¿Sabes?, podríamos aprovechar hoy las clases de matemáticas —Saca sin más ni vecino aquella frase tan ridícula.

—Debes de estar bromeando —Le reclamo—, estoy adolorida y tu quieres hacerme sufrir todavía más. ¿No te bastó que una chica loca por ti me lastimara?

Lo último trate de que sonara en broma, pero para mi desgracia sonó a reclamo.

—No imagine que se lanzara a ti y te empezara a arañar —Si tengo unos cuantos arañazos en mis brazos—, no pensé que su imaginación de procesión sobre mi la afectara tanto.

Suspiro. Nadie imaginaba eso a decir verdad. Sin duda el mundo se está volviendo un tanto loco.

—Solo... No me tortures más Matías —Y hago un puchero.

Lo veo reír hasta un punto donde sus ojos se achican. Por alguna extraña razón no dejo de verlo cuando empieza a hacer aquello, como si me quedara un poco embobada.

—No prometo nada, lindura.

Y con ello nos encaminamos a tu carro...

My first love [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora