V: La fiesta

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La fina tela comienza a causar comezón por todo mi cuerpo, sobre todo en los brazos. Nunca he sido un aficionado por los trajes, me gustan pero eso es todo y hoy por más que me rehusé a ir me he obligado a vestirlo.

—Demonios —musito desesperado.

Analizo mi reflejo en el espejo de cuerpo completo que hay dentro de mi habitación. He intentado más de una vez tratar de abotonar las mangas de mi camisa y como era de esperarse, no lo consigo, aun.

Bufo con desesperación tomando asiento sobre el borde de la cama. El timbre suena a lo lejos, vuelvo a bufar.

—¡Ashton!

Ignoro el grito de Kate y el sonido del timbre a cada segundo.

—¡No estoy sordo! —exploto al abrir la puerta.

Su silueta aparece bajo el marco de la puerta, luciendo una sonrisa arrogante en su rostro. Viste un vestido color rojo y ajustado que se acopla completamente a su cuerpo. Doy media vuelta para terminar de vestirme.

—Te queda bien —añade tomando asiento en mi cama una vez dentro de mi habitación.

—Lo sé —susurro con sorna escuchándola musitar un idiota.

Cuando intento colocarme la última prenda de mi atuendo, Kate me detiene tomándome de las muñecas. La miro con extrañeza y esa expresión se borra cuando me percato que ha abotonado las mangas de mi camisa.

—Gracias.

Subimos al auto rumbo al hotel en completo silencio. La rubia toma fotos al azar seguramente para subirlas a sus redes sociales y yo trato de no perder la cabeza, sin embargo, el espacio es tan estrecho que me siento encerrado así que opto por presionar el botón que yace a un costado del volante haciendo que las ventanillas se bajen automáticamente. Acelero un poco y el aire entra con brusquedad haciendo que mi cabello se alborote.

—¡¿Qué sucede contigo!? —expresa molesta.

Ni siquiera evito reírme, la escena es graciosa. Presiono el botón para que las ventanillas vuelvan a subirse.

—¡No te rias, joder!

—Que pesada.

Llegamos al hotel y todo es un caos. Bajo del auto entregando las llaves al encargado de estacionar los autos. Una alfombra nos recibe al mismo tiempo que un montón de flashes.

Kate me toma de la mano entrelazando su mano con la mía al adentrarnos en el hotel. Hay tanta gente que siento asfixiarme en cualquier segundo, ellos van y vienen con una copa de algún licor en sus manos. Luces amarillentas iluminan el jardín, la fuente destaca al igual que los bailarines en el aire y la música clásica a un volumen relativo.

Elle es uno de los hoteles al que más le tengo aprecio, no porque sea innecesariamente grande sino por el laberinto de rosas que se encuentra más al fondo. Magnifico fue el día que se despertaron con la idea de montar semejante maravilla aquí; generalmente las parejas son las que pasan la mayor parte del tiempo allí dentro para mi es diferente, me gusta escuchar las ramas crujir, subirme a ese viejo árbol en el centro y apreciar de la vista.

De reojo observo a mi madre quien sostiene sonrientemente la mano de mi padre.

Siento una sensación amarga y me largo de ahí.

Me adentro al laberinto a pesar de encontrarse cerrado, algunas rosas comienzan a marchitarse y si las toco con delicadeza los pétalos caen por lo frágiles que están. Al llegar al árbol mi celular vibra dentro del bolsillo de mi pantalón.

Sally: La tormenta sigue puesta pero yo decidí estar ahí.

Vuelvo a guardar el aparato y desde abajo analizo el árbol. Sus hojas han caído y algunas cuantas se pueden salvar, se está muriendo como todo el laberinto, lo más probable es que lo quiten algún día.

EfímeroWhere stories live. Discover now