Prólogo

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El anaranjado y rosado sobresalen en todo el cielo, anunciando el amanecer.

Las luces del auto apuntan hacia la sala de estar gracias a los grandes ventanales con las cortinas recogidas. Es lo que alumbra las cuatro paredes junto a una lámpara parpadeante de la mesa de centro.

Intento controlar mi respiración.

Hay vidrios, cuadros caídos, papeles rotos y salpicaduras de sangre sobre la alfombra húmeda por el alcohol que se derramó.

Mi rostro palpita, mis nudillos arden y mi vista no es la mejor a causa del golpe que recibí en el ojo. Mi cabeza pesa y mi cuerpo entero duele. Siento que ya no puedo más.

Seguimos en la misma posición, cada vez más distantes el uno del otro.

—¡¿Por qué?! —grita el hombre aventando un florero de cristal hacia la pared —. ¡Maldita perra!

Camina con rabia hasta la pelirroja, estampando su puño contra su rostro. Ella gime de dolor.

—¡Déjala carajo! —exploto de coraje cuando vuelve a tocarla. Arrastro mis pies tomando una botella vacía de whisky, aventándosela contra su espalda. —¡No vuelvas a tocarla, bastardo de mierda!

Sé que ella es capaz de protegerse por sí misma pero no quiero que esta vez luche sola, no cuando podemos salir de esto.

Todo saldrá bien.

Me repito una y otra vez, deseando que esta no sea nuestra última noche.

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora