Cuando terminé, me puse unos aretes plateados, tomé mi bolso y respiré hondo antes de salir.

Caleb estaba recargado en la pared, con un cigarro entre los dedos. Cuando me vio, literalmente se quedó sin palabras.

—Te ves... hermosa —dijo, exhalando el humo lentamente.

—Ella siempre se ve así —agregó Malia, sonriendo orgullosa.

—¿Nos vamos? —pregunté.

Asintieron. Bajamos al estacionamiento y nos subimos al Mercedes de Caleb. Durante el trayecto mis nervios aumentaron a cada semáforo, a cada calle. No podía creer que estaba haciendo esto.

Llegamos. La música retumbaba desde la entrada. Gente entrando y saliendo, luces, humo, risas, olor a alcohol.

Caleb se estacionó y yo me quedé quieta unos segundos, apretando el bolso.

No puedo creer que esto esté pasando...

Pero sí puedo con esto.

Abrí la puerta del auto y bajé junto a Malia y Caleb. La noche se sentía fría, pero mi corazón ardía. Solo quedaba entrar.

Y enfrentar todo lo que viniera.

Luke

Estábamos hablando de puras tonterías los chicos y yo, mientras Kimberly seguía tomándose fotos para sus seguidores. Cada que podía, miraba a Liam como si fuera suyo. La verdad, era incómodo que estuviera ahí.

No tenía idea de dónde estaba Hailey. ¿Liam le dijo de la fiesta? Según Clay, se pelearon, y por eso Liam traía un moretón en la cara y Caleb una cortada en el labio. Era cuestión de tiempo para que esos dos se agarraran a golpes; la tensión entre ellos era evidente desde siempre.

Tomé mi vaso y, de reojo, volteé hacia la puerta... y ahí estaban Malia y Caleb entrando junto a... ¿Hailey?

Me quedé inmóvil.

Se veía hermosa. Pero hoy... hoy se veía diferente. Algo en ella cambió: la mirada, la seguridad, la ropa, la energía. Le pegué a Harry en el brazo y él volteó; luego él le pegó a Clay y quedó igual de paralizado. Clay tocó el hombro de Liam, y cuando él volteó... la expresión que puso lo dijo todo.

Claramente no tenía idea de que ella vendría.

Caminaban hacia nosotros y ella pasó junto a Liam como si ni existiera.

Hailey

Caminé con Malia y Caleb hacia donde estaban los chicos. Pasé al lado de Liam sin voltear a verlo. Él me miró como si no pudiera creer lo que veía. Kimberly, por supuesto, tenía el ceño fruncido, analizándome de arriba abajo.

—Woow, Hailey, ¡te ves genial! No sabía que vendrías —dijo Harry con una gran sonrisa.

—Gracias. La verdad yo tampoco lo sabía —respondí, mirando a Malia, que solo me guiñó el ojo.

—Te ves estupenda —dijo Luke.

Liam no decía nada. Solo... me veía. Y su expresión no era precisamente tranquila.

—¿Bailamos? —preguntó Malia mientras me tomaba de la mano.

—Acepto —dije pasando de largo otra vez frente a Liam.

(...)

Bailamos durante un buen rato. Después, Luke nos acompañó a la barra por unas bebidas. El ambiente, la música, las luces... todo se sentía liberador. Varios vasos después, regresé a la pista. La canción que comenzó a sonar era de esas que reconocería en segundos si no estuviera un poco mareada, pero en ese momento solo quería seguir bailando y dejar que todo se me resbalara.

Seguía bailando cuando sentí una mirada clavada en mí. Volteé apenas y sí: Liam me observaba desde la barra, con una bebida en la mano. Traté de ignorarlo, pero unos segundos después sentí unas manos rodeando mis caderas.

Volteé lentamente.

Era Liam.

—¿Qué haces aquí? —susurró cerca de mi oído.

—¿"Solo hombres"? —pregunté alzando una ceja. Él sonrió.

—Te miras... preciosa.

—Gracias. Por lo visto ya puedes mirarme —dije ladeando la cabeza, sin sonreír.

—Siempre te he mirado. Siempre sé que te ves preciosa —respondió rozando mi oído de nuevo.

—Creo que ayer lo olvidaste. Y hoy también, cuando me hablaste así.

—Estaba enojado con Caleb.

—¿Solo con él?

—Y contigo... por ser tan terca.

—¿Solo yo?

Su risa se escuchó cerca de mi cuello.

Me giré completamente hacia él. Rodeé su cuello con mis brazos, y él no despega su mirada de mis ojos, como si necesitara memorizarme.

—Perdón... —susurró—. No debí enojarme contigo. Ni ignorarte...

Me acerqué, lenta pero segura, hasta que nuestros labios se encontraron. El beso fue intenso, lleno de todas las cosas que no nos habíamos dicho. Él quería más, lo sentí en su respiración, en cómo me sostuvo, pero estábamos en un antro. Me separé despacio. Caminamos de regreso hacia donde estaban los chicos, y esta vez, fue Liam quien rodeó mi cintura con su brazo, como si dejara claro frente a todos —y sobre todo frente a ella— quién estaba a su lado.

(...)

Salimos del antro entre risas apagadas por la música que poco a poco se desvanecía a nuestras espaldas. La noche estaba fría, pero a mí me ardían las mejillas por el baile, las luces y... por Liam, que no había dejado de mirarme desde que bajamos del auto. Caminó todo el trayecto con una mano en mi cintura, como si temiera soltarme y perderme entre la multitud. Subimos al departamento, y apenas entramos, me incliné para quitarme los zapatos, agradeciendo librarme de los tacones. Sentí su mirada clavada en mí, tan insistente que levanté la cabeza para verlo.

—¿Qué? —pregunté con una sonrisa cansada, pero él no respondió.

En vez de eso, comenzó a caminar hacia mí, lento, decidido, como si supiera exactamente lo que quería. Cuando llegó frente a mí, quedó a solo unos centímetros. Podía sentir su respiración mezclarse con la mía, el olor tenue del perfume que aún llevaba después de la fiesta.

—Te amo —dijo con voz baja, ronca, cargada de algo que iba más allá del alcohol o los celos.

Mi corazón simplemente cedió.

—Yo también —susurré, levantando mi rostro hasta rozar su nariz con la mía.

Tomé su mano, entrelacé nuestros dedos y lo guíe hacia la habitación. Cerré la puerta detrás de nosotros y nos quedamos allí, mirándonos. Él apoyó la espalda contra la pared, y yo caminé hasta quedar frente a él. Toqué su rostro, delineé con mis dedos la ligera sombra del golpe del día anterior, y luego lo atraje hacia mí.

Lo besé. Él respondió con toda la intensidad de las últimas cuarenta y ocho horas: los celos, la pelea, el enojo, la reconciliación, la tensión acumulada, el miedo de perderme... todo estaba en la forma en que me sujetó de la cintura. Sus manos subieron por mi espalda, y el beso, que comenzó lento, se volvió hambriento en cuestión de segundos.

Liam llevó sus dedos al borde de su camiseta y se la quitó sin romper el beso. Sus manos bajaron al cierre de mi falda, deslizándolo con una facilidad que me hizo sonreír contra su boca. Yo enredé mis dedos en su cabello, sintiendo el calor de su piel, el temblor suave de su respiración.

La falda cayó al suelo. Sus manos viajaron por mis piernas, por mi cintura, por cada parte de mí que él parecía necesitar volver a tocar para asegurarse de que yo estaba ahí, con él, solo con él.

—Esta noche... —susurró cerca de mis labios— va a ser larga.

Y lo fue.

My Only One 3 •Editando•Where stories live. Discover now