Para sí mismo, Honey era una molestia. Él de verdad creía que su existencia era un estorbo en la vida de quienes lo rodeando. Honey nunca podría hacer las mismas cosas que alguien normal, porque su ansiedad lo volvería loco si hiciera algo fuera de lo normal.

Honey detuvo sus pensamientos para evitar que lo arrastraran a un lugar más oscuro que en el que ya se encontraba. Todo dentro de él dolía, pero extrañamente se sentía familiar. Ya estaba tan acostumbrado a ser herido que ni siquiera le importó cuando esa horrible sensación regresó a él.

Absorto en sus pensamientos deprimidos, Honey no se dió cuenta de que había abandonado la acera y avanzaba de manera descuidada por la peligrosa carretera. Los sonidos de autos pasando con rapidez a su lado fueron eclipsados por las voces en su cabeza.

Sólo reaccionó cuando la bocina de un auto sonó demasiado cerca de su oído, causándole un dolor leve.

Honey observó con desesperación a los autos pasar a escasos centímetros de su figura, cada uno con la cercanía suficiente para matarlo en caso de que se distrajera. Se tambaleó debido al nerviosismo, y por error terminó cayendo sobre sus rodillas. Asustado, se arrastró sobre su trasero mientras intentaba acercarse a la acera. Soltó un chillido de miedo cuando sintió que un auto se acercaba a él.

El auto se detuvo frente a él, y Honey oyó vagamente cómo el conductor se bajaba. Su mente nublada le impidió ver a esa persona, al menos hasta que oyó su voz.

—Honey.

Esa voz... Honey reconoció al hombre de la cafetería. Tenía un tono de voz grave y fuerte, que hacía temblar al frágil chico.

—¿Estás bien, Honey?

—...v-vete— logró mascullar, aún mirando hacia abajo.

—Honey.

—¿Q-Q-Qué?

—Respira. No te dejaré aquí.

—S-Solo vete. E-Estaré bi-bien— Honey contuvo un sollozo.

—Honey— regañó el hombre con un gruñido.

—Por favor solo vete...

—No voy a irme.

Honey quiso golpearse a sí mismo. ¿Por qué no podía resistirse cuando el hombre hablaba así?

—Vamos, te llevaré hasta tu casa— el hombre lo ayudó a ponerse de pie. —Dime tu dirección.

A regañadientes Honey terminó diciéndole su dirección al extraño hombre. Cerró los ojos durante gran parte del trayecto, imaginando que se encontraba en cualquier lugar menos en el auto de un desconocido que mostraba interés en él. Era mucho más fácil ser repudiado, ya estaba acostumbrado a ello. Pero que alguien se preocupara de verdad por él era demasiado extraño.

El hombre permaneció en silencio también. Solo lo miraba de reojo, sin decir palabra alguna sobre su estado. Honey podía imaginar su propio aspecto con bastante vergüenza. Era feo, desagradable. El hombre debería estar asqueado, ver a Honey era horrible.

Sin saberlo, Honey había empezado a arañarse la muñeca. Fue detenido por una gran mano en su antebrazo.

—No hagas eso.

Honey sintió la necesidad de obedecer a todo lo que pidiera el hombre. Con la cabezas baja, liberó su mano.

Continuaron en silencio hasta el apartamento de Honey, quién contaba los minutos en su mente para salir corriendo de ese auto y entrar al refugio que era su pequeño hogar. Cuando vio el ya familiar edificio, Honey prácticamente saltó de emoción y trató de bajarse. Decayó cuándo descubrió que la puerta del auto estaba cerrada.

—¿S-Señor?

—¿Por qué te odias a tí mismo?

Honey sintió que se le atascaba la respiración. Esa misma pregunta se la había hecho a sí mismo innumerables veces, casi siempre mientras veía su reflejo en el espejo.

—Yo n-no…no sé d-de qué habla.

—Honey, odio que me mientan.

Honey sintió una vergüenza inmediata cuando el hombre lo regañó. Se sentía inclinado a obedecerle y le enojaba no saber por qué oír ese regaño lo hizo sentir tan mal.

—Y-Yo…es solo que…no me gusta cómo me veo. Soy f-feo.

El hombre permanecía en silencio, analizando el rostro de Honey con una expresión neutral.

Honey intentó bajarse otra vez, pero la puerta seguía estando cerrada. Con un puchero y lágrimas en los ojos, trató de hablar sin que su voz se convirtiera en un sollozo.

—¿P-Puede abrir l-la…?

—Vendré mañana por tí. Espero que estés listo a las ocho.

—¿Qué…?

—Ya puedes salir.

Honey estaba tan atónito que ni siquiera supo cuando llegó a su habitación.

Chubby Boy.Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon