Capítulo 3.

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—Honey.

A Honey le pareció haber oído una voz, pero no podía abrir los ojos a pesar de lo mucho que intentaba hacerlo. Vagamente era consciente de las presencias a su alrededor; las familiares, como Irina, y las otras que se sentían invasivas. Quería, con una pasión feroz, despertar y decirles a todos que lo dejaran en paz por una vez. Que no podía respirar y que necesitaba su propio espacio.

Todo esfuerzo se volvió inútil cuando unos brazos fuertes apartaron el cabello de su sudorosa frente con gentileza. No podía ser Irina, debido a que ella rara vez mostraba afecto de manera física. Tampoco era la tía Eleanor, pues ella no debería haber llegado aún. Si no era ninguna de sus personas más cercanas, Honey no tenía ni idea de quién estaba tocandolo.

Para su sorpresa, no sintió que su cuerpo se tensara ante el contacto de alguien desconocido. La reacción normal sería un ataque de pánico tan fuerte que le impediría moverse por un largo rato. Se preguntó, con la mente nublada, qué podría tener la persona desconocida para tranquilizar su ansiedad. Era intrigante.

Le costó mucho reunir la fuerza suficiente para abrir sus ojos, pero lo logró. Honey tuvo que parpadear varias veces antes de poder distinguir su entorno correctamente. En el momento que vio la imágen frente a él, Honey deseó haber permanecido inconsciente durante mucho más tiempo.

El hombre que lo había invitado a salir antes de su desmayo estaba mirándolo con el ceño fruncido, una de sus manos sujetándole el rostro de manera tan gentil que de inmediato enrojeció.

Apenas logró tartamudear unas palabras antes de salir corriendo fuera de la cocina, ignorando los gritos preocupados de quiénes lo habían vigilado durante su desmayo. Solo podía pensar en lo vergonzoso que debió ser, desmayarse así por una simple broma que de seguro no tenía nada de veracidad. El hombre parecía muy serio, pero Honey no podía creer que estuviera hablando en serio. Ni en sus más salvajes imaginaciones podía concebir la idea de que alguien tan atractivo como ese hombre pudiera verlo como algo más que un desagradable chico con sobrepeso.

Honey empezó a sentir las lágrimas en sus ojos cuando recordó todas las veces que había sido engañado por hombres igual de atractivos que aquel. Su inseguridad y desconfianza eran la única protección que tenía en contra de los pensamientos negativos. No confiaría en las palabras de alguien desconocido, incluso si parecían amables.

Tonto.

Feo.

Asqueroso.

Cerdo.

Idiota.

Estúpido.

Retrasado.

Inútil.

Inservible.

No eres nada.

Das asco.

Me repugnas.

¿Quién podría amarte con ese cuerpo tan asqueroso?

Morirás solo, maldito cerdo.

Honey no pudo aguantarlo y sollozó mientras se alejaba de la cafetería. Luego hablaría con su tía y con Irina, pero ahora estaba demasiado triste para lidiar con sus preguntas e intentos de aliviarlo.

Finalmente alcanzó una calle que conocía a la perfección. Estaba a solo dos cuadras de su edificio, así que se permitió un breve momento de relajación mientras pensaba en lo mucho que debería disculparse con Irina después. La había preocupado con su desmayo, y le dolía pensar que estaba causándole estrés a su única amiga por culpa de su odiosa ansiedad. En su mente, creía que si llegaba a ser una molestia demasiado grande Irina terminaría alejándose como muchos otros.

Chubby Boy.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora