2. El Corazón de una Mujer es un Mar Profundo de Misterios

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Ensayo de la orquesta, me encuentro dos puestos después de la silla del concertino en la fila número uno de los primeros violines, nos disponemos afinar; siento esos retortijones que le dan a las mujeres y ni siquiera podía sentarme de manera correcta con la espalda recta al tomar mi violín, tan solo podía inclinarme y sin aguantar el dolor, me pongo en pie y le digo al maestro en voz alta:

- Maestro, qué pena, pero me siento muy mal, no creo estar bien para el ensayo.

- Bueno... si no puede estar en el ensayo, tranquila, no hay problema.

- ¡Gracias!

Guarde el instrumento, las partituras y busque dos sillas del lado izquierdo del auditorio, en una me senté y en la otra estire mis piernas, mientras tanto descanse a ver si me cesaba el dolor para poder continuar sin abandonar el resto del horario, mientras que estaba reposando la orquesta inició su ensayo con el concierto V de Antonio Vivaldi Op. 10, No 5; estaba respirando profundo, era un dolor que no sabía cómo ignorarlo.

A partir de ahí supe lo que era un cólico, con mis doce años ya era normal suponer que tendrían que producirse aquellas hormonas estrógenos que me daban el paso de niña a púber.

Pasado diez minutos bajo del auditorio un caballero con un gabán negro y de repente se me acerco tomándome del brazo:

- ¡Oye! ¿Cómo te sientes?

No lo había visto nunca los 4 años que llevaba en la sinfónica, tenía unas gafas redondas, era de estatura promedio, tenía un corte varonil y una voz muy cálida y agradable, de sus gafas reflejaban unos extravagantes ojos verdosos o azules que no alcanzaba a ver con claridad; cabizbaja conteste:

- ...mmm más o menos...

- Espero que te mejores...

Alcancé a aguantar casi treinta minutos escuchando el ensayo y decidí llamar a casa para que me recogieran, el dolor iba en aumento y empecé a sudar frío, con un analgésico y un té caliente me fue pasando levemente, y así llegué a dormir a casa.

Pasado tres días tenía ensayo de la orquesta en la tarde, así que después de un día lleno de energía y actividades escolares, a eso de las cuatro de la tarde me preparaba para salir y dirigirme a la parada de bus correspondiente, demoraba cuarenta y cinco minutos, pero ese día llegué más temprano que de costumbre; que extraño fue ver al mismo caballero que me había preguntado hace dos días como me sentía; salía del baño de los hombres secándose las manos y de una manera graciosa e irónica me saludo:

- ¿Cómo te sientes, ya te sientes mejor señorita?

Así que me pareció gracioso y sonriéndole tímida le contesté:

- mmm... ¡que exagerado! ya estoy bien, gracias.

Acercándose de improviso hacia mí confianzudamente me dio un pico en la mejilla y exclamó:

- Ish disculpa por preocuparme, uno se preocupa y mira cómo le contestan.

- Bueno, gracias por preocuparte (y me sonroje).

Ni siquiera sabía su nombre, pero él me trataba como si me conociera de siempre, mi memoria no alcanza a visualizar que paso después de ese cruce de palabras; solo llega en el largometraje de imágenes un grupo grande de jóvenes mayores que yo, que están todos de pie en un círculo hablando y riendo, sin recordar el tema yo decía una que otra palabra; de repente bajaba de las escaleras un caballero exactamente igual al que me había saludado, tenía un corte de cabello diferente, su vestimenta no era igual, y me saludo como si fuera conocida tomándome del brazo y dándome un pico en la mejilla como si leyeran el mismo libreto, pronunció:

CHACONAOnde as histórias ganham vida. Descobre agora