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Cuando Morgana puso el primer pie en Alfea, todas las hadas lo notaron. Ese era el efecto que la joven producía en los demás. A medida que se fue acercando a la escuela, el ambiente de la misma se vio aligerado, las presiones parecieron desvanecerse, y una extraña calma inundó el lugar.

Nadie, a excepción de Farah, supo de que de trataba, pero esa inesperada alegría que inundó el cuerpo de todas las hadas, fue recibida con los brazos abiertos.

A Morgana, en cambio, le sucedía todo lo contrario. Absorbía lo negativo de las personas de forma inconsciente y lo convertía en propio, de modo que una horrible presión se instaló en su pecho a medida que se fue acercando al edificio.

Cuando fue consciente de ello se detuvo y se obligó a si misma a descargar parte de esa energía directamente contra la tierra. Poso sus manos sobre la misma y de ella surgieron flores de todas las formas o tamaños.

Ese era uno de sus dones: transformar lo negativo en algo positivo. Canalizaba las malas energías en buenas, aunque aquello implicase pasar por un cierto nivel se sufrimiento. Se incorporó para seguir con su camino, y ya no se detuvo más hasta que se encontró frente a las puertas del edificio. Suspiró.

El momento había llegado.

Avanzó por los pasillos tratando de no llamar la atención, pero un hada con unos cascos sobre el cuello se interpuso en su camino con una gran sonrisa y los ojos brillando de emoción.

- ¿Quién eres? – le preguntó sin perder el tiempo.

Morgana la observó de arriba abajo durante unos segundos. Se trataba de una hada de la mente.

- ¿Y tú? – preguntó de vuelta, cruzándose de brazos con una pequeña sonrisa. El aura que aquella desconocida transmitía le resultaba relajante, por lo que se permitió pasar un par de minutos con ella.

- Musa – extendió una mano con la intención de estrecharle la suya – Hada mental – añadió.

La morena unió su mano con la de ella, y una extraña energía brotó de su cuerpo en dirección al de Musa, que no pudo evitar cerrar los ojos ante esa situación tan placentera que la invadió.

- Soy Morgana – dijo finalmente, soltándose del agarre antes de desaparecer – Ha sido un placer.

Y eso último lo decía en serio. Agradeció que su primera conversación en Alfea fuera con un hada tan... Personalmente agradable como Musca.
Supuso que la chica se había acercado a ella porque había sentido lo mismo: una paz mental muy necesitada si te encontrabas constantemente rodeada de personas que no eran conscientes de la gran cantidad de emociones que emitían.

Con esa encuentro rondando en su mente llegó al despacho de Farah, donde se encontró con un hombre de pelo rizo que la miró ligeramente sorprendido, aunque pronto se recompuso.

Morgana clavó la vista en él y no tuvo que esforzarse nada para sentir la ansiedad y el pánico salir por cada poro de la piel de aquel hombre.

- ¿Quería algo? – preguntó tras unos segundos.

- Hablar con Farah – vio que el hombre hacía ademán de levantarse, pero le interrumpió – No hace falta que hagas nada, sé llamar a la puerta – añadió con burla, mientras subía las escaleras que conducían al despacho.

No llamó a la puerta, y tampoco se molestó en tratar de adivinar si estaba ocupada. Abrió de par en par y cerró tras ella. Se giró para encontrarse con una mirada de reproche por parte de la directora de Alfea.

- Un poco de educación nunca está de más – comentó mientras se ponía en pie para recibirla.

- Mis disculpas, alteza – bromeó, fingiendo una pequeña reverencia antes de verse rodeada por los brazos de su vieja amiga.

Morgana [Saul Silva]Where stories live. Discover now