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2017

Malena


Dios, esto daba vergüenza ajena. Gianna estaba roja como un tomate y no era capaz de formar una frase coherente. El efecto Iván lo llamaba yo. 

Di unos pasos hacía atrás y me topé con el hermano del chico que vivía en la cabeza de Gianna rent free. 

—Menudo show.

Brandon Evans señoras y señores. Alto, delgado y un completo payaso. 

—Hablando de shows, ¿se te ha caído una botella de lejía en la cabeza?

Su pelo marrón oscuro se encontraba de un color amarillento espantoso. Parecía un pollo. 

—¿Qué, te gusta? Necesito un poco de champú violeta y seré irresistible para las nenas.—Se pasó una mano por la cara para acariciar su inexistente barba. 

Puse cara de asco y me giré para observar la escena que se estaba desarrollando delante de nosotros. 

—A tu hermano le encanta ponerla nerviosa, ¿verdad?

—No lo sabes tú bien. Se pasa el día hablando de ella. Gigi esto, Gigi lo otro. Es insoportable. 

—Lo mismo con ella.—Puse los ojos en blanco y me aguanté una carcajada al ver que mi amiga venía hacía nosotros con cara de querer coger una pistola y pegarse un tiro. 

—¿Contenta?—Espetó al ponerme el móvil delante. Una sonrisa diabólica se formó en mis labios al ver que había empezado a seguir a su amorcito en Instagram.— Me ha seguido de vuelta. Es lo más vergonzoso que he hecho en toda mi vida. Te odio. 

—Deja de ser tan dramática, tampoco ha sido para tanto —le quité importancia al asunto con un gesto de mano— Y tranquila, no me he olvidado de la apuesta —miré la hora en mi teléfono, me volví a girar hacía Brandon y cerré los ojos por un segundo antes de hablar. Me iba a arrepentir de esto. Aunque para ser sincera pensaba que Gigi no iba a cumplir su parte del trato y me iba a librar de tener que hacerlo—. Yo he acabado las clases, y supongo que tú también. ¿Vienes a tomar un café?

Gigi me miró con ofensa y se fue de forma dramática. La pobre intentaba liarme con Brandon desde hacía meses y que fuese tan directa mientras ella no era capaz de dar las buenas tardes sin tartamudear la molestaba.

—Te gusto, ¿verdad?

—Olvídalo, me voy a casa.

—No, no. Espera. Era broma, vamos. 

—Ah, pensaba.—Cogí mi bolso del suelo y me lo colgué en el hombro.—Venga, andando. 

Caminamos en silencio por los ajetreados pasillos del instituto y le envié un mensaje a Gigi para decirle dónde iba. Teníamos la costumbre de avisarnos mutuamente por si algo raro llegaba a ocurrir. 

Nos paramos al lado de una moto negra y alcé una ceja al verla. Una Ducati Desmosedici RR. Joder, así que era rico, rico. 

—No me digas que te da miedo montarte —levantó el asiento para sacar un casco negro mate. 

Bitch, please.— Me subí antes de que volviese a abrir la boca y le di unas palmaditas al asiento—¿Vienes?

—¿Sabes conducir? 

Asentí con la cabeza y abrí los ojos de par en par cuando me pasó las llaves. 

—¿!Enserio!?

Almas De TintaWhere stories live. Discover now