3 - En medio de la noche

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Las tormentas generan diversas opiniones en las personas: hay quienes las aman así como quienes las odian, como era el caso de un chico que vivía por los alrededores; su nombre era Tristan. Tenía ojos oscuros, probablemente demasiado en comparación a su tez, y su cabello negro era muy corto como para ser llamativo. Así y todo, él tenía un pasado singular. Él iba al mismo colegio que las hermanas Ellyllon hasta hacía pocos años atrás; si bien no era un alumno ejemplar, ni lo suficientemente alto para encajar en el equipo de basquetbol, en ése tiempo se había ganado el cariño de Vibeke Ellyllon. Así entablaron una amistad que con el tiempo se desmoronó: él comenzó a verla como a más que a una amiga, y ella exactamente lo contrario. Y por ésto, no hablaban desde hacía mucho tiempo.

Esa noche, Tristan no podía dormir. Se retorcía en la cama, sin poder pensar en nada que lo calmara. Al final, se levantó y fue al comedor; no se había dado cuenta de que habían goteras. Se sentó en el sofá, cuando alguien tocó la puerta.

Él dudaba si abrir o no. "¿Quién sale a la calle en medio de una tormenta?", pensó. Pero al final, la abrió.

Era la persona que menos deseaba ver ahí mismo: Lauchi Muffins.

–¡Hola, Tristan!

El niño regordete de 8 años no tenía un buen pasado con Tristan. De todos modos, lo dejó pasar para que no se empapara mucho más. El niño intentó secar sus rizos marrones con una toalla que le prestó Tristan.

–¿Qué estás haciendo aquí a esta hora?– preguntó Tristan, medio dormido.– Está lloviendo.

–Tenía que hablar con alguien.

–¿Por? ¿Tienes hambre y no tienes nada para comer?– preguntó Tristan, con algo de malicia.

Los ojos verdes del pequeño se pusieron vidriosos. Tristan rezó por que no se largara a llorar allí mismo.

La presencia de Lauchi solía irritar a Tristan, porque le parecía ridículo e infantil; mientras tanto, a Lauchi le desagradaba lo aburrido y lo poco extravagante que era Tristan. Pero, al no tener a nadie más en ése momento, no tenían otra opción que intentar ser amigables.

–Hablando en serio, ¿tus padres saben que estás aquí?– preguntó Tristan, tratando de ser gentil.

–No, pero les dejé una nota. Además saben que estoy a salvo porque estoy cerca. Vine porque tuve una pesadilla.

Tristan revoleó los ojos. No quería escucharlo para nada.

–Algo malo te pasaba, y a Vibie y Line.

Eso sí le dio intriga. Nunca había sido un gran amigo de Line, principalmente por la falta de interacción, pero no se llevaban mal. Pero claramente, lo que llamó la atención de Tristan fue Vibie. Por un segundo, también se preguntó por qué Lauchi no había mencionado a la hermana melliza de Vibie, Alisse, pero en seguida se olvidó por completo de ella.

–¿Y tú?

–Yo estaba viendo todo.– dijo, muy serio.– Estábamos amordazados en una casa abandonada. Una mujer rubia que no conozco los estaba torturando.

–¿Y a tí no? Qué conveniente.– masculló.

–¡Dejame terminar! La detective Stockwell llegaba a tiempo, pero la rubia escapaba por la ventana. Y mencionó al señor Ellyllon.

Tristan resopló.

–¿Por qué viniste a decírmelo a mí y no a ellas?

–Por varias razones. Primero, tu casa está más cerca. Segundo, están en la casa de Line... con Alisse. Sabes que no le agrado.

–Me pregunto si le agradas a alguien.

Lauchi lo ignoró, y se acomodó en el sillón.

–¿Tienes algo para comer?– preguntó.

Tristan cerró los ojos con fuerza; sabía que preguntaría eso tarde o temprano.

–No.– dijo, fastidiado.– Además, sabes que si mi madre te encuentra comiendo aquí nos mataría a los dos. Mejor voy a llevarte a tu casa.

El niño se sintió un poco decepcionado, pero sacó un pan que tenía en el bolsillo y empezó a comerlo. Tristan se puso la mano en la frente, pero decidió ignorarlo; agarró un paraguas y salieron a la calle. El camino era largo.

–No crees realmente que eso pueda ser más que un sueño, ¿verdad?– preguntó el mayor.

Dudaba mucho que Muffins tuviera poderes psíquicos, pero él mismo recordaba haber tenido ése tipo de sueños antes, así que supuso que todo era posible.

–No lo sé, quizás. Si lo es, tenemos que hacer algo pronto. Creo que voy a consultar a mi madrina, ella sabe mucho de éstas cosas.

–No me interesa para nada tu vida ni tu familia.

Avanzaron en silencio unos metros. A Tristan podría no interesarle la familia de Lauchi, pero había alguien que sí le interesaba.

–¿Has hablado con Vibie en éstos días?

–No.– contestó el pequeño.– Casi nunca la veo. Alisse no me quiere.

Tristan movió la cabeza; sabía que eso era obvio, pero no era la respuesta que esperaba.

–Sé que la última vez que ella fue a una fiesta, besó a un chico rubio.– continuó Lauchi.

Tristan lo miró, desconcertado.

–¿Quién? ¿Emil?

–No sé su nombre, sólo sé que los ví mientras estaban en la calle, yo estaba hurgando en la cocina de los Ellyllon porque estaba mi madrina.

Tristan ni siquiera reparó en lo que el niño le decía, de lo cual se hubiera burlado si no tuviera la mente concentrada en otra cosa. Sólo pensaba en Vibie. "¿Por qué estoy pensando en éso?", se preguntó. Hacía mucho que no pensaba en ella de ésa manera. Una parte de él tuvo la esperanza de que Lauchi se hubiera confundido y en realidad hablara de Alisse, y en seguida se arrepintió de pensar éso.

–También sé que Monica no la quiere en el equipo de porristas, y tampoco a Alisse.– el niño estaba entusiasmado.

–¿Cómo es que sabes tanto de ésto? Todos esos chicos eran mis compañeros, y no tengo idea de qué hacen ahora. Y tú no conoces a la mayoría.

–Monica es fascinante.– dijo Lauchi.– Es una persona increíble.

Tristan soltó una risita. Le daba mucha gracia la idea de que Lauchi considerara "fascinante" a Monica. En realidad ella no era tan mala, pero a Tristan le caían muy mal sus amistades; entre ellas, Brooke Jansen y Sayuri Suzuki. Aunque lo cierto es que le caían mal por la relación que tenían con Vibie, más que por lo que él sabía de ellas.

–No creo que Monica sea tan fascinante comparada con otras.– murmuró Tristan.

Lauchi lo miró por un segundo, intentando entender, y siguió comiendo su pan, sin saber a quién se refería el chico.

De repente, sonó una canción estridente que sobresaltó a Tristan. Alguien estaba llamando a Lauchi. Era su madrina, Annis.

–¿Hola?– preguntó él.

–Lauchi.– dijo la mujer. Tristan notó cómo su voz ronca sonaba preocupada.– Ve a la mansión Ellyllon en cuanto puedas. Algo muy malo está pasando.

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