Luego de 5 años lejos de Japón, Yuki regresa a casa como estudiante de intercambio, ahí vuelve a encontrarse con Seiyu con quien tiene asuntos que aclarar, pero para esto, deberá romper la barrera que el pelinegro creo mientras él estaba fueras. ¿Po...
La mañana apenas comenzaba y el pelinegro se estaba debatiendo entre escribirle una última carta al albino o simplemente darle la oportunidad a Sato de una vez, pero la decisión era tan complicada, aún sentía algo por el albino, pero eso le dolía, le estaba lastimando de muchas formas, no saber nada de él, sentirse tan solo y abandonado, no es algo que debería sentir al lado de alguien que supuestamente lo amaba.
- Yuki... - susurró ante no saber qué hacer con sus pensamientos, cada 27 de agosto se ponía de esa forma – voy a olvidarte... - pero esta vez no, no se permitiría derramar una sola lágrima más por él, se levantó decidido, se vistió con la camisa que le regaló Sato y una sudadera roja a la cual le tenía mucho cariño, aún con todo y eso, olvidó quitarse el collar que compartía con el albino, tal vez por el hecho de que siempre lo tenía puesto. Bajó al recibidor, ahí estaba Katsuki con los gemelos, era su día de descanso
- Voy con Sato – avisó el pelinegro
- Un momento jovencito – lo detuvo el rubio – necesito que vayas al aeropuerto
- ¿Qué? Eso no está en mi deberes – renegó el adolescente
- Seiyu Kirishima – dijo Katsuki poniéndose de pie – mientras vivas bajo nuestro techo deberás acatar toda orden y es una discusión que no pienso discutir porque no ganarás – dijo con severidad el rubio, el pelirrojo rodó los ojos y se dejó caer sobre el sofá
- ¿Y por qué tengo que ir yo? – preguntaba el pelinegro mientras trataba de no explotar en su ira
- Porque Shoto e Izuku deben atender una emergencia, tu padre está trabajando al igual que todos y yo debo cuidar de Suki y Kashi, así que mueve tu puto trasero del sofá y ve por Yuki – automáticamente los ojos de Seiyu se abrieron como platos
- ¿Yuki? – creyó haber escuchado mal
- Sí Yuki, deberías considerar lavarte mejor las orejas – sugirió el rubio – ahora vete, llega en media hora al aeropuerto y necesita ayuda con los fanáticos
- ¿Fanáticos? – preguntó el pelinegro algo extrañado
- Y no quieres creerme cuando te digo que vives bajo una roca – susurró Katsuki – Ten – dijo para luego arrojarle una revista a su hijo
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– ese de ahí es Yuki, ahora date prisa, llevaré a los niños al parque
- ¡Sí parque! – gritó el pequeño Kashi, aunque Suki no parecía tan contenta con la idea – tranquila Suki, yo te cuidaré – le dijo su hermano, a lo que la pequeña solo le tomó la mano
- Bien, no vemos luego hijo – y así sin más, Bakugou salió de la casa, parecía que todo se resolvería, pero no era así...
- ¿Pareja del momento? – Seiyu comenzó a ojear la revista con una clase de Shock, no podía creer lo que estaba leyendo.
