19| Paz momentánea

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¿Esto se puede poner peor? Claro que sí.


A la mañana siguiente despierto en mi cama desastrosa, siempre llena de libros y sudaderas monocromáticas. Una paz se extiende por mi pecho, al contrario de los fanáticos del orden, encuentro placentero tener todo amontonado.

En mi palma quedan 364 días para el fin del mundo, lo que hace que mi estómago se revuelva y me den náuseas. A causa de estos síntomas me quedo sentado en la cama, esperando su desaparición.

Es solo el fin del planeta tierra... y de todas sus formas de vida... de mi familia, de los océanos, del tenis... de millones de personas...

TODO POR MÍ.

¿Se podría ser más... nefasto?

Me doy una palmada en la pierna, para que el dolor me distraiga de esos tóxicos pensamientos. Por suerte, en ese momento, mi teléfono vibra entre las arrugadas sábanas.

¡Juro que son las 6 AM! ¿¡Quién es?!

Tanteo entre estas y encuentro docenas de mensajes de Malai, de Lane, hasta de Marina. Preguntan por mí, por Lukyan, por Naomi.

Aunque esto era lo que quería hace horas -que alguien fuera atento y me preguntara: ¿estás bien?- , el que deseen saber de los demás me revuelve aún más las tripas.

Porque... ¿cómo les digo que Naomi no quiere saber de mí, que tengo en mis palmas la cuenta regresiva del fin del planeta, que Lukyan -probablemente- me haya mentido en la cara y seducido con sus trucos de magia?

Contesto sus mensajes, mientras las pilas de cosas dan la bienvenida a mis descalzos pies. Cuido de no tropezarme con algo en mi camino a la puerta.

Es difícil no matarse cuando estás contestando los mensajes de tres preguntones.

Para mi infortunio siguen preguntando por Naomi, de la que no puedo decir mucho.

Me detesta...

Ayer, después de echar a correr de URGENCIAS, choqué con papá. Se veía más cansado de lo normal, como si hubiera estado buscándome. Su expresión se endureció y me sujetó de la muñeca con fuerza, arrastrándome a la salida del hospital. Refunfuñaba que la jefa le había dado permiso de quedarse en casa, lo que le sentaba un poco mal, ¿y si se lo descontaban del sueldo?

Nos encontramos con Naomi y su madre en la salida, ambas nos observaron coléricas cuando notaron nuestra presencia. Mi padre me miró interrogante, yo solo bajé la cabeza.

-Vámonos, mamá -pidió Naomi en un tono urgente, como si fuera a pasarle algo por solo hablar conmigo.

«Mírame. Mírame por lo menos...»

«Si lo haces... sabré que podremos salir de esta...»

La madre asintió y ambas empezaron su camino hasta el auto. Mi amiga me dio una simple mirada, y no me importó que fuera una llena de frialdad, eso bastó para que una chispa se encendiera en mi pecho.

Quise remediar las cosas, así que me zafo del agarre de papá, él intentó que no fuera, pero mi culpa era más grande que sus exclamaciones.

«He perdido mucho, ¿no puedo quedarme con algo, universo?»

Corrí hasta mi mejor amiga, la que cruzaba a zancadas el estacionamiento, mi corazón iba a mil.

¿Alguna vez han tenido la sensación de que su corazón va a salirse de su pecho si no hacen lo que este les pide?

¡Un rival de otro planeta!Where stories live. Discover now