-¿West? -pregunta la mujer, yo salgo de mi ensimismamiento y le doy mi atención. -¿Podrías mostrarme tus manos?

Las extiendo hacia ella y las examina con la mirada, las acerca y su ceño se frunce un poco, voltea a ver a mi padre y repite esa acción. Después pasa a Naomi, la que hace todo lo que le pide, pero sin decir ni una palabra.

La doctora termina de revisarnos y suspira con pesadez.

-¿Pasa algo malo, doctora Declan? -le pregunta mi padre, él zapatea con nerviosismo y sus ojos no dejan de viajar de los míos a los de la mujer.

Ella parece dudar en decirlo, su boca se abre y se cierra. Al parecer no encuentra las palabras adecuadas o no sabe a lo que se enfrenta.

Mi corazón se acelera un poco, una gota de sudor viaja por mi sien. El silencio invade la habitación y mis hombros se tensan.

Dígalo, señora.

No puede ser tan grave, ¡dios!

-Son las quemaduras más raras que he visto... -nos informa vacilante, muerde uno de sus labios al decirlo.

¿La mala suerte? Mi mejor amiga...

Los ojos de mi padre se tornan vidriosos, contengo las ganas de decirle que no es nada, que estoy acostumbrado a las situaciones bizarras.

De seguro piensa esto: ¡Mi hijo ha desarrollado algo rarísimo! ¡¿Por qué se me castiga de esta forma?!

-Es que antes estaban blancas, ahora... -la mujer hace una pausa, baja la mirada a mis palmas, mi padre hace lo mismo, ambos sueltan una exclamación.

Resoplo y de mala gana bajo la mirada.

Ni que fuera tan malo...

¡SANTA RAQUETA DE TENIS!

Una de las palmas tiene un número grabado en negro y la otra tiene varios, lo curioso es que los números de la segunda cambian.

Las uno y empiezan a cobrar sentido.

365... 05:10:02...

-¿Q-qué es e-eso? -cuestiona la doctora con una voz temblorosa y aguda, sus ojos tan abiertos como si estuviera viendo algo asombroso. Se ha puesto pálida, hasta se sube las gafas.

-No... sé... -mi padre toma asiento en una pila de medicamentos, una de sus manos cubre su boca.

Frunzo el ceño y acaricio los números con uno de mis dedos, los que no sienten nada irregular.

¡Vaya! ¡Soy un cronómetro humano!

Mis padres se harán millonarios con esta nueva habilidad...

Ah. Es verdad. Se supone que esto es malo.

Asiento con la cabeza -fingiendo que esto es serio, claro- y acaricio mi barbilla.

-No me explico cómo eso es posible de forma dermatológica...

La doctora comenta varias de sus teorías con mi padre, él solo dice:

-No tiene explicación científica...

Ellos comentan sus teorías, no obstante, ninguna tiene pies ni cabeza. Doy un resoplido que ellos ignoran.

¿No pueden dejarlo pasar?

Se nota que están perdidos...

Un carraspeo interrumpe todo lo que hacemos.

Naomi está de pie, con los ojos normales -antes parecía que ansiaba mis sesos...- y con las palmas dentro de los bolsillos de su chaqueta.

-Muchas gracias por atendernos, doctora Declan, usted fue muy amable. Ahora West y yo tenemos un compromiso -dice mi mejor amiga, remarcando la palabra tenemos y abriendo los ojos en mi dirección.

¡Un rival de otro planeta!Where stories live. Discover now