Llegamos a mi casa y subo a mi habitación después de saludar a mis padres y mentirles diciendo que mi malestar general es porque me he puesto con la regla. Mi madre simplemente me sonríe y asiente y mi padre no dice nada. El tema de la menstruación siempre le ha resultado un tema muy espinoso. Aún recuerdo cuando tenía once años y mi madre le dijo que su hija ya era una mujercita. Mi padre empalideció y estuvo una semana comportándose de forma extraña conmigo. Creo que no le asusta que tenga la regla, creo que lo que le asusta es que deje de tenerla. Joder, a mí también me asustaría. Los niños pequeños no son lo mío y lo último que necesito es uno a los diecisiete años.

     Entro en mi vestidor y dejo las vans de Chris al lado de la puerta. Me pongo un biquini celeste con lunares blancos y con los bordes rojos con un lacito en cada lado de mis caderas y en el pecho. Escojo un vestido amarillo y unas gafas de Sol que van muy bien con él. Echo mi toalla y la de Chris, que se la dejó un día que vino a mi piscina, el protector solar, mi móvil y un biquini de repuesto en una bolsa y me peino antes de bajar.

     —¿Dónde crees que vas, jovencita? —me pregunta mi madre, cruzándose de brazos.

     —A la playa —contesto encogiéndome de hombros.

     —Y ¿a quién le has pedido tú permiso?

     Pongo los ojos en blanco y suspiro.

     —Mami, ¿me dejas ir a la playita? —pregunto poniendo carita y voz de niña buena.

     Mi madre resopla y asiente. Le doy un beso en la mejilla antes de salir de mi casa. Un coche para frente a nosotras y nos metemos en el asiento trasero. El coche está atestado de gente y apenas cabemos Chris y yo. Mary conduce mientras Sawyer va en el asiento del copiloto y Bryan, Neel y Tiffany van atrás. Christina se sienta en las rodillas de Neel y se encoge lo máximo posible para caber dentro del coche y yo me siento sobre Bryan.

     —Mary, dile a mamá y a papá que te compren un coche nuevo porque no quepo en éste, ¿eh? —protesta Chris.

     —No haber crecido tanto —le contesta su hermana.

     —Es que una de las dos tenía que pasar del metro y medio —se mofa la pequeña.

     Mary le lanza una mirada de advertencia a través del retrovisor y Christina guarda silencio el resto del camino.

     Me resulta muy incómodo ir sentada sobre Bryan, teniendo en cuenta que apenas lo conozco. Me apoyo en el asiento del piloto y apoyo la frente en el cabezal del asiento. Aun no se me han quitado los dolores y me estoy empezando a marear. Los chicos parecen estar perfectamente, como si la fiesta de ayer no hubiera ocurrido.

     Mary aparca cerca del paseo marítimo y nos encaminamos hacia la playa. Me abanico con la mano mientras andamos, ya que hace muchísima calor. Voy a derretirme en breve si las temperaturas no bajan un poco.

     —Megan, a lo mejor encuentras tus zapatos —bromea Neel.

     —Claaaro… —ironizo—. Me debes unos zapatos, Gibson.

     —¡Pero qué confianzas son esas de llamarme por mi apellido, Maxwell! —exclama, fingiendo estar escandalizado.

     Le miro y enarco una ceja cuando veo la sonrisa burlona que tiene dibujada en los labios.

     —Las mismas que tuviste ayer cuando me tiraste al agua —replico.

     Neel suelta una carcajada y Mary hace lo mismo.

     La arena me quema los pies a pesar de que llevo las chanclas puestas. Maldigo a todos y cada uno de los niños que se cruzan en nuestro camino gritando con sus voces de pito. No voy a aguantar mucho tiempo aquí si esos niños siguen gritando a mi alrededor.

¿Se Puede Perdonar Todo? © [UME #1]Where stories live. Discover now