- ¿Tú no sabes eso de que si hablas de tus miedos, se asustan, se piran y te dejan en paz? - le guiñó un ojo.

- ¿Crees que va a salir bien si le digo lo que me pasa? - preguntó con una vocecilla que le arrancó una sonrisa tierna a la tatuadora.

- A corazón abierto, seguro - le acarició la mejilla-. ¿Me vas a hacer caso?

- Sí. Hoy mismo - decidió, tras un suspiro.

- ¡Esa es mi chica! Venga, dame las gracias por el apoyo moral y los excelentes consejos que te doy.

- Idiota - rio, inevitablemente.

- No te oigo.

- Gracias, tía.

- De nada, Wonka - le guiñó un ojo.

Alba y Natalia quedaron en cenar esa noche en casa de la morena.

- Me recordó a mí - habló la modelo por fin, cuando ya se encontraban en el sofá, haciendo caso omiso a la película de Netflix que habían elegido.

- ¿Qué? - preguntó Alba, incorporándose del regazo de la otra, para poder verle la cara.

- Que Mimi me recordó a mí con mi ex, por eso estoy así desde que la vi en ese estado.

Alba atrapó su mano para entrelazar los dedos y darle un pequeño apretón, instándola a seguir.

- Cuando mi ex me dejó, yo estuve sintiéndome como Mimi un tiempo. Un tiempo largo, en realidad, hasta que me mudé a Madrid. Me vi totalmente reflejada en su dolor, en su impotencia, en su rabia hacia mí. Yo también la tuve en su día, por otra chica. Y monté un numerito similar.

- Te removió.

- Muchísimo, me trajo a flor de piel ese sentimiento de vulnerabilidad que tan malos recuerdos me trae. Yo siempre te he dicho que asumo el riesgo de que esto salga mal y me puedas hacer daño, y te lo digo de verdad. Pero al ver frente a frente lo mal que se pasa, pues, no sé... Es como que no he podido evitar que se asome ese miedo. El miedo a depender de ti y que luego se vaya todo a la mierda y me quede para el arrastre. No sé, todo eso - concluyó, apartándose una lagrimilla rebelde que ni siquiera llegó a rodar.

El silencio las envolvió por unos instantes, hasta que Alba se atrevió a romperlo tras un suspiro.

- Gracias por atreverte a contarme lo que te pasa - se llevó la unión de sus manos para dejar un beso en el dorso de la de la modelo-. Yo no sabía cómo sacar el tema, pero he estado hablándolo con Marta para saber escucharte cuando te abrieras. Así que hazlo sin miedo, ¿vale?

- Sé que debería haberlo hecho antes. No lo he hecho porque tú ya llevas mil cosas encima y pensé que se me pasaría este pellizco que tengo... No sé, quería protegerte y me ha costado mucho entender que justamente eso era lo peor que podía hacer por nosotras.

- Tienes el mismo derecho que yo a estar mal y más después de lo que pasó y de los recuerdos que me dices que te trae.

- Albi, yo... Me he empeñado desde el principio en confiar en que esto va a salir bien. Quizás porque lo he sentido siempre tan inevitable, que ser pesimista solo iba a ir en mi contra. A pesar de tus inicios conmigo, siempre me he aferrado a lo que iba cambiando entre las dos, aparcando cualquier posibilidad de que se truncara. Como que he vivido bastante en un mundo de arcoíris y piruletas, ¿sabes?

- Y ahora te has topado con un golpe de realidad.

- Exacto. Es como que Mimi me ha mostrado un escenario que yo no contemplo para nada. Por egoísmo, por protegerme, por poder avanzar, por lo que sea. Y con esto he visto materializarse esa posibilidad, la de que salga mal, y me he cagado, por eso he estado un poco rara.

- No te voy a decir que no me pone un poco nerviosa lo que me cuentas, pero ahora que lo sé, puedo cuidarte y ayudarte yo también a ti a llevar tus miedos mejor.

Natalia suspiró y la miró a los ojos, esos pozos color miel abiertos de par en par para ella.

- Albi, eres increíble. Lo que estás haciendo ahora mismo... Es que haces que se me vayan todas las dudas. Te lo juro - besó su mejilla y se escondió en su cuello.

Se quedaron así un ratito, enredadas, cómodas en el calor de la otra.

- ¿Te sientes algo más liberada? - se interesó la fotógrafa, que dejaba caricias aleatorias en su espalda.

- Mucho, Albi. Muchísimo. No sabes el peso que me he sacado de encima.

- Yo también.

- ¿Sí?

- Estaba muy preocupada por ti y me sentía muy impotente.

- Lo siento, bonita - la rubia negó con la cabeza, restándole importancia.

- Si quieres puedo hablar con Marta para que os veáis. Igual te ayuda, como a mí - propuso, colocándole un mechoncito de pelo tras la oreja.

- Creo que me vendría bien, sí - estuvo de acuerdo Natalia.

desnudArte | AlbaliaWhere stories live. Discover now