Día 3: cocinar es mágico

31 6 0
                                    

Baking, Rivalidad, fantasía

A veces la vida apestaba. En realidad la vida solía apostar, debería poner un adverbio de frecuencia mayor. No es que exagerase, es que su vida llevaba tiempo oliendo a culo de troll, lo cual era un poco contradictorio si uno pensaba que trabajaba en un obrador mágico donde dolía oler bastante bien y sabía a que olía el culo de un troll por el trabajo de cuando se suponía que las cosas iban bien. Apestaba pero de una manera metafórica.

Que la cocina tenía su magia era algo que se había convertido hace siglos en algo literal, en el mismo momento en el que se descubrió como combinar las pociones con los alimentos. La madre de Abbacchio había sido una de las brujas más importantes de su pueblo y, a pesar de que tenía siempre a muchas jovencitas de aprendices, Leone había sido su mejor aprendiz. Lo cual era una pena ya que a Leone nunca le había gustado eso. Leone, al ver a los paladines como su familia paterna con sus brillantes armaduras, había querido ser uno de ellos. Y lo había conseguido, al parecer había sacado el talento de bruja de su madre, pero la constitución física de su padre, por lo que no tuvo problemas para entrar. Luego todo empezó de culo, que sí descubría que ser un paladín era algo mucho más turbio de lo que le habían engañado, que estaba lleno de absolutos imbéciles que se reían de él por sus gustos estéticos y por su talento para actividades consideradas femeninas como la magia a la que luego recurrían desesperados. Él único que no era imbécil, por suerte, era el que había sido su compañero.

Luego llegó el día de la flecha, por suerte esa flecha que podría haber matado a su compañero le acabó dando a él en la rodilla. Eso había acabado con su carrera de paladín en el acto, por suerte no le molestaba demasiado en su vida diaria. No es que fuese la gran experiencia de su vida que pensaba cuando era niño, pero una cosa era dejarla y otra muy distinta era ser forzado a dejarla por un imbécil con un arco. Quizás no habría estado tan mal si no fuese que ante la perdida de su puesto y su edad, su madre había decidido que de entre todas sus aprendices, era a su hijo al que le iba a legar el puesto. Aunque al principio ese anuncio había causado no poco revuelo el tema de la sustitución,  dado a que hacía las cosas igual que su madre y algunas incluso un poco mejor, al final los clientes siguieron viniendo. 

No era la vida que había soñado, pero no estaba mal, al menos hasta que la tienda de Polpo cambió de manos. Las tiendas de Passione siempre eran un dolor para el pequeño propietario, pero se entendía con el antiguo propietario de la misma. Sí, tenían de todo, pero Polpo era aun más desagradable que él con sus clientes, ósea que no era una gran perdida. 

Entonces llegó Bucciarati. Frente al osco y desagradable anterior dueño, Bucciarati era encantador, era peor que un hada. Siempre tenía una sonrisa y una buena palabra para los clientes, eso sin contar, se admitió a regañadientes, que era hermoso como poca gente podía serlo. No sería un problema si no fuera porque sus clientes empezaban a comprar la mierda prefabricada que vendían en la tienda de Passione por pura comodidad, por el ya que estaban allí.

Y por primera vez desde que había asumido el control de la vieja tienda de su madre se vio obligado a hacer algo que no estaba acostumbrado, una medida drástica que no había esperado tener que hacer nunca. Era amable con los clientes. Cuando Mauricio, su ex compañero, pasó a por su especialidad y lo encontró sonriendo tensamente a un cliente estalló en carcajadas. No le salía sonreír de manera natural, pero sabía ser bueno en su trabajo, pero al parecer eso ya no era suficiente.

Sabía que su producto era mejor, hasta el propio Bucciarati lo admitía, era lo que compraba para sí mismo. No sabía en que demonios podía gastar tantas raciones de curación un tendero, pero lo hacía. Incluso uno de esos mocosos iba de vez en cuando porque decía que además de funcionar mejor, su comida era deliciosa y a veces se había comido una ración de recuperación más por el hambre y porque sabía que eran deliciosas que por necesitarlo realmente. De todas las alimañas que tenía Bucciarati era al único que no se podía despegar. Aunque claro, ese crío también le había rondado días preguntando que como era una bruja si era tan grande y fuerte como un paladín, aunque clavaba el atuendo de bruja. 

Bruabba week 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora