11

119 27 4
                                    

Era una mañana nublada en la provincia de Busan. Jungkook apenas llegaba de la escuela, y tras hacer los deberes en el comedor con su madre cocinando a sus espaldas le habían mandado a guardar sus cuadernos para poner la mesa y almorzar todos juntos como todas las mañanas.

Jungkook jamás olvidaría ese día, por mucho que quisiera.

Corea era un país conservador, siempre lo había sido; pero vivir en el campo en los lindes de Busan todavía más.

Tal vez por eso fue para todos una sorpresa cuando su hermano mayor Yejun llegó a casa de la mano de alguien.

De la mano de un chico.

Sin embargo, tras verlos pasar por la puerta y sentarse en la mesa sin mucha breve presentación que acallase la curiosidad de todos los presentes, nadie dijo nada. Su madre guardó silencio mientras servía la sopa de verduras al nuevo invitado, el amigo extraño de Yejun; que a su vez le dedicaba una sonrisa agradecida pero visiblemente incómoda mientras clavaba la mirada en el cuenco de sopa. Su padre, sentado en la esquina extrema de la mesa, con el ceño más fruncido que nunca, bebía soju con parsimonia. No se había quitado el sombrero negro ni para comer, y Jungkook sabía que eso se debía a que había visita. Con su sombrero imponía un cierto respeto, que él sentía totalmente porque ver a su padre con el sombrero puesto en la casa le daba un poco de miedo.

Al lado de su familia vestida humildemente en aquella todavía más humilde casa junto al granero, el invitado se veía como recortado de una revista. Con su cabello raro teñido de colores, su ropa moderna y su tatuaje en el brazo parecía uno de esos chicos de las pelis de acción estadounidenses que a Jungkook tanto le gustaban y que su padre rara vez le dejaba ver.

-Él es el pequeño Jungkookie -dijo Yejun, sacudiéndole el cabello con una sonrisa.

-Oh, hola Jungkook -lo saludó su amigo que hasta el momento no había abierto la boca más que para lo esencial. De repente, al verlo, parecía un poco más animado-. Un gusto conocerte, tu hermano me ha hablado mucho de ti.

Jungkook se encogió con una sonrisa tímida, avergonzado de que su hermano mayor le contara a todos esos chicos grandes de él. Él no le conocía ni había oído hablar, pensó, pero no se lo diría porque sería grosero y, además, le caía bien. El extraño tenía una sonrisa amable y una graciosa camisa muy colorida. Su hermano nunca llevaba a nadie a comer a casa, y Jungkook quería que él volviera así se hacían amigos.

Porque no había nada más cool que tener amigos grandes.

Luego de eso, el almuerzo continuó en un sepulcral silencio que era sólo interrumpido por el incensante parloteo nervioso de su hermano mayor. Habló de su amigo, contó que estudiaba arquitectura y que a él también le interesaba, pero que tendría que ir a estudiar a Seúl apenas terminase el bachillerato ese año. Les contó que el padre de su amigo vivía allí, porque sus padres se habían divorciado, y que estaban felices de recibir a Yejun una temporada. Al menos hasta que consiguiera un trabajo, agregó, y entonces podría mudarse junto a su amigo. Que sería divertido, que estudiarían lo mismo. Que era una buenísima idea y estaba muy entusiasmado.

Pero sus padres no parecían compartir en absoluto ese entusiasmo. Su madre mirándolo horrorizada, llena de preocupación, girándose hacia su padre que aún mantenía el ceño fruncido y no hacía ruido ni para beber.

-¿Y a tu padre le parece bien eso? -inquirió ahora su mamá, dirigiéndose al invitado.

-Sí, a mi padre le parece muy bien -respondió éste con una sonrisa, Yejun sonriéndole con ternura también-. Además, no es como que su hijo sea sólo un amigo, señora.

De repente los cubiertos de metal de su padre cayeron con un estruendoso ruido sobre la cerámica de su plato ya vacío.

-La cena está terminada -dijo su padre.

Jungkook sabía que su mamá había hecho postre, pero ella no protestó cuando Yejun y el invitado comenzaron a ponerse de pie.

El muchacho saludó, agradeció por la comida y le dirigió una última sonrisa a él. Luego su hermano lo acompañó hasta la puerta y éste se subió a su coche rojo para, luego de un rato de oír cómo prendía el rugido del motor, se marchara por la carretera desierta con un murmullo bajo.

Lo siguiente que vio Jungkook fue cómo su padre se levantaba y salía de la casa para decirle a su hermano que iban a tener una conversación en el granero.

Los gritos de súplica y alaridos de dolor de Yejun le llegaron como si no hubiera paredes que lo separaran.

Durante la cena esa misma noche el muchacho se fijó en dos cosas que le helaron la sangre: su hermano, sentado frente a él, llevaba de repente la cabeza rapada al raz y un buen par de moratones en los brazos, ojos y la comisura de la boca. Medio rostro medio hinchado todavía por los golpes que le había dado su padre esa mañana.

Jungkook jamás olvidaría la expresión en el rostro amoratado del muchacho ese día. No le sacó ojo de encima durante toda la comida. Sus ojos brillaban en una expresión de culpa y de dolor, seguida de una preocupación que le puso la carne de gallina. Y en su momento no supo a qué se debía esa mirada; descubriéndolo cuando ya era demasiado tarde.

Porque esa misma noche, mientras todos dormían, el muchacho se fue de casa.

Y esa fue la última vez que Jungkook supo de su hermano mayor.

My Hyung [Vkook]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora