#29: Ben vs Colegio.

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La maestra de Ben ya había hablado con Louis y él le explicó todo el drama familiar. Dos padres, uno famoso. La “sirvienta” —Louis odiaba usar esa palabra para referirse a Charlotte, sonaba más que despectivo—, la nieta y la odiosa mánager. 

Por lo que al momento de recibir el dibujo de Ben, la maestra Sparks no se veía alterada o sorprendida por aquello. Al contrario, sonrió ante el dibujo de Ben y alabó la forma en la que el menor se desenvolvía tan bien al momento de dibujar, era uno de los pocos de su edad que no se salía de las líneas al pintar y sus dibujos era más que entendibles, no dibujos de palos y líneas por todas partes.

De todas maneras, era algo obvio para Ben ser tan bueno, ya que él estaba acostumbrado a trazar algunos planes en cuadernos viejos que ya no utilizaba y si dibujaba mal, él no entendería después qué rayos debía hacer en la siguiente etapa de un plan x. Sin embargo, incluso cuando quería —y estaba dispuesto— a rodar los ojos y suspirar cuando la maestra elogió su dibujo, él se obligó a sonreír y asintió en agradecimiento.

Entonces, se podría decir que todo marchaba de maravilla. Dentro de todo lo que un chico de siete años podría hacer en una escuela pública —que no parecía tan pública—, después de haber pasado todo el verano intentando juntar a sus padres y haciendo la vida imposible a uno de ellos.
Todo parecía normal. Clases de las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde, todos los días. Tareas sencillas, materias, trabajos plásticos como escritos. Era normal, hasta aquel día viernes, después de tres semanas, en la sala de artes manuales.

Ben no sabía qué demonios lo había impulsado hacer aquello, pero lo hizo de todas maneras. Él se encontraba de lo mejor, sentado entre Jason y Clary, sus amigos con mentes maestras como la suya, conversando acerca de vídeo juegos y “trabajando”; ellos estaban jugando con algo de plastilina cuando la idea vino a él tan rápido como sus acciones.

Estaban haciendo algunas figuras: perros, personas, cualquier cosa, mientras la maestra los observaba, pero ella fue llamada a la oficina por un motivo que nadie sabía y no importaba, la maestra Manson dijo algo como “saldré un momento, espero que se comporten” antes de abandonar la sala y eso fue todo para Ben. Según él, las cosas estaban destinadas a ser así.

—Esto es realmente aburrido —Jason comentó, tirando la plastilina en la mesa—, odio hacer figuras.

—Jason, —Clary rodó los ojos— tú odias todo lo que está relacionado con la escuela.

El chico de cabello rubio le sonrió, colocando sus codos sobre la mesa, apoyando su cabeza en sus manos entrelazadas para mirarla: — Tienes razón, odio la escuela. Pero, ¿quién no lo hace?

Ben observó a sus compañeros de clases intercambiar razones por las cuales debería estar prohibido entrar a la escuela a una edad temprana. En vez de estar en una escuela, podrían estar ocupando mejor el tiempo siendo un niño que un joven infeliz encerrado dentro de cuatro paredes. Pero nadie comprendía eso, y si lo hacían, no importaba realmente. Esas eran sus razones.

El chico de ojos azules dio una mirada al aula en donde estaba. Las paredes con dibujos mal hechos que eran el orgullo de los padres, con dibujos de niños siendo felices. Vio a los chicos que estaban trabajando, jugando con la plastilina y suspiró. Estaba demasiado quieto para ser cierto. ¡La profesora había salido y ellos se comportaban bien! Eso era inaceptable, sobre todo con niños entre siete y ocho años y sin ninguna autoridad cerca.

—Bien, chicos —Ben comentó, de repente, sacando una hoja de su cuaderno, para arrugarla después— hay que poner un poco de emoción a todo esto.

Sus amigos dejaron su acalorada discusión acerca de cuál programa era mejor para mirar al pequeño de rizos con atención.

—¿Qué harás, Ben? —Clary lo miró con real curiosidad.

Hey, Dad. [Larry Stylinson] [M-preg] [AU]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن