Introducción

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El incidente

Todoroki dejo escapar un suspiro una vez dentro del elevador; se sentía algo ansioso desde hace un rato, pero aun desconocía el motivo. «Solo le entregare esto a Bakugō y luego iré a dormir», pensó mientras reafirmaba el agarre en el bolso que Midoriya le había entregado en la sala común. Aun tenía una conversación pendiente con su amigo, quería aclarar lo sucedido durante el entrenamiento, después de todo fue el mismo Midoriya el que le pidió usar todo su poder en el festival deportivo y ahora parecía que era el de cabello verde quien se estaba conteniendo.

Otro suspiro escapo de los labios de Shōto antes de presionar el botón al cuarto piso. Si bien, su relación con el rubio ceniza había mejorado un poco desde que ambos iban a las clases de recuperación, y asumía que el susodicho no reaccionaria tan mal solo por llevarle algo que olvido en el gimnasio, si podría molestarse mucho si lo despertaba, cosa que tomando en cuenta la hora era muy probable que ocurriera.

«Solo espero que siga despierto» pensó Shōto, aunque si era sincero ni el mismo lo creía.

La última vez que vio el reloj en la sala común, eran las nueve y quince minutos, y si la memoria no le fallaba, cuando se cruzo con Bakugō, Kaminari menciono que faltaban quince minutos para las ocho, por lo que lo más probable es que Katsuki estuviera dormido.

Ahora que rememoraba ese momento detenidamente, no se extraña de que el rubio haya olvidado su bolso en el entrenamiento con Midoriya: parecía bastante apurado y distraído cuando lo vio; caminaba con la cabeza gacha y ni siquiera se detuvo a insultarlo cuando choco de frente contra él.

Le sorprendió un poco no haberlo notado en ese momento, pero a decir verdad, su cerebro se había desconectado luego de que sus sentidos captaran un aroma embriagante que era emitido por Katsuki, era tan exquisito y atrayente que lo único que surcaba la mente del bicolor al describirlo era:

«Delicioso».

El ruido de las puertas del elevador al abrir lo despertó de su ensoñación. Debía apresurarse y dejar de soñar despierto si quería llegar a su futón lo más pronto posible y terminar con ese día tan ajetreado. Solo debía despertar al rubio, entregarle sus pertenencias, y retirarse. Simple. O al menos ese era su plan antes poner un pie en el pasillo.

«Alfa» se escucho un eco en su mente.

Su alfa gruño dentro de sí, sus colmillos cosquilleaban ansiosos, sus manos sudaban y tanto los latidos de su corazón como su respiración empezaron a acelerarse. En su parte racional, aun no entendía muy bien que ocurría, pero tenía algo claro, debía salir de ahí. Por eso, no se explicaba por qué corría en dirección contraria al elevador, más concretamente, la habitación de Bakugō.

–¡Bakugō! ¡Bakugō! ¡Bakugō ¿estás bien?! –grito Todoroki una vez llego a la puerta del susodicho mientras tocaba con desesperación.

Todoroki seguía firme en su consciencia de lo que debía hacer: irse, pero sus sentidos más primitivos le exigían a gritos echar esa puerta abajo. Tirar ese estorboso pedazo de madera que le impedía llegar a...

–Bakugō... – En algún momento su mano había llegado a la manija de la puerta, descubriendo que esta se encontraba sin pasador.

–Alfa –exhaló en un gemido el omega, mientras sus ojos rojos nublados por la lujuria se encontraban con las pupilas del alfa. Shōto trago saliva, ante la excitante vista que le daba el rubio: Bakugō estaba recostado en su cama con las piernas abiertas; mientras tres de sus dedos eran absorbidos con desesperación por su entrada, dando un espectáculo de lo más obsceno. Había sentido al alfa desde que este puso un pie en su piso, y su omega no dejaba de rogar porque lo tomara, quería ser reclamado, poseído... preñado–. Alfa... te necesito... –volvió a llamar desesperado. Ese no era Bakugō, era solo su omega quien había dominado por completo la consciencia de Katsuki, y solo rogaba por obtener la marca del alfa bicolor.

Ese llamado fue suficiente para reconocer la situación, Shōto sabía que aprovecharse de un omega en su estado de mayor vulnerabilidad estaba mal. Todoroki lo sabía.

Era una lástima que el bicolor no estuviera en sus cinco sentidos en ese momento, y que fuera su alfa el que cerró la puerta de esa habitación.

...

Todoroki se removió al sentirse incomodo,  la superficie a su alrededor se hundió ligeramente y un exquisito olor a miel invadió sus sentidos. Era lo suficientemente agradable como para volver a dormir, de no ser porque escucho un ruido sordo no muy lejos de él.

Se removió un poco en su lugar, notando lo blanda que era la superficie en la que descansaba. De hecho, era excesivamente blanda...

El bicolor se sentó de golpe, encontrándose con un escenario que no auguraba nada bueno.

–Bakugō... —murmuro sin saber cómo reaccionar ante lo que presenciaban sus ojos.

–No te atrevas a acercarte, bastardo –dijo Katsuki con la voz inundada en ira. Se encontraba con la espalda recostada contra la puerta del baño; con solo una sábana que lo cubría de la cintura hacia abajo. Sus ojos destellaban un enorme deseo de lanzarse contra la yugular del bicolor.

Por su parte, Todoroki no podía aparta su vista del cuello del rubio, y de la considerable marca de dientes que resaltaba en la bronceada piel. Además, juzgando por los restos de sabor metálico en su boca, y las condiciones en las se encontraban él y su compañero, no era difícil deducir a quien pertenecía.

«Maldita sea».

Debilidad ante el instinto - TodobakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora