12 | Primera y única norma

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—Entonces cómo explicas que siempre que intento hablar contigo huyes dejándome con la palabra en la boca. Sabes muy bien que odio que lo hagan. Y odio aún más que no seas capaz de mirarme a la cara.

Me quedo callada.

—¿Piensas seguir con este estúpido juego? —me encojo de hombros.

Por el bufido que suelta parece que a Oliver no le gusta mi respuesta no verbal. Pero le gusta aún menos que no sea capaz de mirarle directamente.

—Mírame —ordena.

No lo hago.

—Grace, mírame —la orden cambia a una petición más suave.

Dudo unos segundos hasta conseguir fijar mis ojos en los suyos; un verde profundo que no deja de repasar mi rostro.

Por más que Oliver dijera que lo que cometemos no son errores, lo son, y estoy cometiendo muchos desde que volvimos a vernos. Acercarme a él fue un error, pero besarnos es, sin duda alguna, el peor de todos. Y...lo intento. De verdad que lo intento. Pero no puedo hacerlo.

No puedo alejarme de él.

—Estás nerviosa —asegura sin dejar de observarme.

—No estoy nerviosa.

—Tienes razón, estás muy nerviosa. ¿Acaso te pongo así, Lexington? La verdad es que lo entendería —alzo una de las cejas.

—Eso es un poco narcisista de tu parte.

Oliver esboza una sonrisa irónica.

—Y lo dice la chica que el otro día aseguró que tenía sentimientos por ella.

—¿Acaso mentía? —pregunto cruzándome de brazos.

Cuando pienso que no responderá, lo hace.

—No, Grace, no mentías —su posible sinceridad desvanece mi sonrisa.

Quiere que dé importancia a lo que acaba de decir, pero no le daré el gusto de verme afligida.

Suelto un suspiro y continúo sosteniendo su mirada mientras espera a que diga algo. Sé porqué está aquí. He estado huyendo de la conversación con todas mis fuerzas, pero no siempre se puede escapar de todo.

A veces solo se debe enfrentar y esperar a que lo siguiente no sea tan malo como para herirnos.

—¿A qué has venido, Oliver?

—Tenemos que hablar —ya lo creo—. Lo que pasó la semana pasada...

—Lo que pasó no fue más que un desliz por culpa del alcohol —le interrumpo, brusca—. Pensé que había quedado claro.

Mis palabras no parecen ser de su agrado y la tensión en su mandíbula me lo confirma.

—Tienes razón, fue un desliz, pero no culpes al alcohol cuando éramos nosotros los que queríamos que pasara.

—Fue un error, Oliver —le aseguro con un nudo en la garganta—. Dijimos que seríamos amigos, y los amigos no hacen nada de lo que hicimos esa noche. Y... —busco una excusa que sea creíble— ...estaba borracha. Y confundida. No sabía lo que hacía. Ni siquiera quería...

Una risa irónica se escapa de sus labios.

—¿Ni siquiera querías estar conmigo? —asiento y vuelve a reír, seco—. Si mentirte hace que te sientas mejor, adelante, pero yo no fingiré que no quería estar contigo. Porque quería. Y no debería.

Sus ojos clavados en los míos, con las pupilas dilatadas y cada vez más oscuros, hacen que las preguntas salgan a flote en mi cabeza.

Bien dicen que la curiosidad mató al gato, pero prefiero que muera sabiendo la verdad a que pase el resto de su vida en la mayor de las intrigas.

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⏰ Dernière mise à jour : Apr 10, 2023 ⏰

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Obligada A Olvidarte © Nueva VersiónOù les histoires vivent. Découvrez maintenant