27. Asalto inesperado

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La biblioteca estaba cerca, alcanzaba a distinguir la gran entrada entre tanto sufrimiento. Pasó saliva y dio unos pasos más. Se chocó contra el marco, casi agonizando. Su cabello se había empapado, las venas de su rostro se encontraban brotadas y gotas interminables de sudor bajaban por sus mejillas.

—¡Ada! —exclamó Adara. Dejó los libros a un lado y corrió a asistirla con una alarmada preocupación—. ¡Estás muy grave! ¿Qué te sucede?

—Adara —alcanzó a murmurar—... Po-por.. favor, haz que pare, haz que.. se-se detenga —suplicó.

Otro zumbido la atravesó. Ada lanzó un grito a todo pulmón.

Adara movió sus manos con nerviosismo. Tomó a Ada y la acercó a un sillón donde la ayudó a sentarse.

—¿Qué se detenga qué? —Atrajo un abanico a sus manos y comenzó a darle aire—. Querida, estás terrible. No tengo la menor idea de qué es lo que te está pasando. Tendrás que ser más específica.

—Las-las... vo-voces —murmuró.

Otro ruido chocó en su cerebro como un trueno. Ada volvió a gritar.

—¡Ada, por el amor a La Eternidad! Llamaré a James.

—Las malditas voces... no se detienen. —Respiró con agitación. Su corazón latía arítmicamente.

—¿Voces? ¿Qué voces?

—Son... demasiadas. No las puedo controlar. —Enterró su cabeza entre sus piernas, desesperada.

—¿Y qué es lo que te dicen, mi niña? —No hubo respuesta, parecía haberse inmvolizado como una piedra—. ¿Ada?

Adara se acercó para moverla, cuando Ada Reich levantó su rostro lento y pausado. Adara retrocedió con brusquedad ante los profundos y centelleantes ojos oscuros que poseyeron a la pelinegra.

—Me piden que te mate.

El rostro de Adara se llenó de pavor. Ada no le dio tiempo de reaccionar, extendió su brazo hacia la mujer y disparó un potente rayo de oscuridad como nunca antes lo había hecho. Nisiquiera había necesitado usar su varita.

Adara fue expulsada al otro lado del salón, tan brutal fue su caída contra los estantes que al menos cinco de ellos fueron destruidos en el impacto. Adara soltó un quejido ahogado en busca del aire que salió expulsado bruscamente de sus pulmones.

—Su tiempo se acabó, Adara Jerom —aseveró, esa vez con una voz totalmente distinta, era masculina, gruesa y firme—. Logró escapar de mis peones, pero no tendrá la misma suerte conmigo.

—Máximo —reconoció con rencor, terminando de reincorporarse. Sus manos resplandecieron en energía púrpura como preparación.

—Soy Lord Máximo, y aprenderá a temer el nombre de su nuevo señor.

Ada empuñó su mano. Una energía profana y oscura doblegó la voluntad de Adara y la obligó a caer de rodillas ante él, pero no solo la retenía, también comprimía sus músculos. Adara mascullaba murmullos de dolor por lo bajo.

Ada rio, aunque ya no era ella.

—Eso es. Siento el dolor, se transforma en un insufrible temor que me alimenta. —Esbozó una sonrisa—. Témame, Adara. ¡Tema al máximo gobernante de todo!

Ada alzó su mano, y, por orden de su poder, Adara fue alzada en el aire. El quejido fue ahogado y apenas audible. La presión se generaba en la garganta y amenazaba con cerrarle por completo el paso del aire, sus pies protestaban el haber sido arrebatados del suelo.

Mago Universal: Encrucijada temporalWhere stories live. Discover now