OCTAVO CAPITULO

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A la mañana siguiente, Naruto saltó de la cama antes que él, con la cara resplandeciente.

-No hace falta que te levantes -gruñó él con la voz enronquecida por el madrugón-. ¿Por qué no te quedas durmiendo?

En realidad, le gustaba pensar que Naruto estaba dormitando en su cama, desnudo y exhausto después de hacer el amor toda la noche.

Él se apartó el pelo enredado de los ojos y se quedó un instante en suspenso al ver la desnudez de Sasuke cuando este salió de la cama.

-Hoy me voy contigo -dijo, y corrió al cuarto de baño para adelantarse a él.

Unos minutos después, Sasuke se metió en la ducha con él. Tenía los ojos achicados por lo que acababa de anunciarle. Naruto esperaba que le dijera que no podía acompañarlo, pero él se limitó a murmurar:

-Supongo que puedes venir, si te apetece.

Sí, le apetecía. Además, le habían traído a Kyubi para salir y había decidido que Sasuke era tan egoísta y protector que, si por él fuera, lo mantendría entre algodones, así que razonar con él no tenía sentido. Sabía lo que podía hacer, y lo haría. Así de simple.

Durante las tres semanas siguientes, una profunda felicidad comenzó a formarse dentro de él. Empezó a ocuparse él solo del papeleo, dedicándole tres días en semana, lo que le permitía a Sasuke tener más tiempo libre por la noche del que había tenido nunca. El dejó de revisar su trabajo, porque nunca encontraba un error. El resto de los días, Naruto cabalgaba junto a él, feliz en su compañía, y Sasuke descubrió que le gustaba tenerlo a su lado. A veces estaba tan acalorado, sucio y enfadado que le daban ganas de maldecir a los cuatro vientos, pero entonces levantaba la vista y le veía sonriéndole, y su mal humor se desvanecía por completo. ¿Qué importaba un novillo rebelde si él lo miraba de aquel modo? A Naruto no parecían importarle ni el calor ni el polvo, ni los malos olores. No era aquello lo que Sasuke esperaba, y a veces se molestaba por ello. Tenía la sensación de que él se estaba escondiendo allí, enterrándose en aquel mundo de dimensiones reducidas. El Naruto que había conocido en otro tiempo era una Doncel sociable, alegre y risueño al que le gustaban las fiestas y el baile. Pero aquél Naruto rara vez se reía, aunque sonreía tanto que tardó algún tiempo en darse cuenta. Una sola de sus sonrisas se le subía a la cabeza, a él y a todos sus hombres, pero también recordaba su risa chispeante, y se preguntaba qué había sido de élla.

Sin embargo, tenerlo para sí resultaba tan nuevo que no tenía ganas de compartirlo con nadie más. Pasaban las noches entrelazados, consumidos por la pasión, y en lugar de aplacarse, su ansia solamente se intensificaba día a día. Sasuke pasaba los días en un estado de excitación amortiguado pero constante, y en ocasiones solo tenía que mirarlo para excitarse hasta tal punto que tenía que buscar un modo de disimular su erección.

Una mañana, Naruto se quedó en casa para trabajar en el despacho; estaba solo porque Shizune había ido a hacer la compra. El teléfono no dejaba de sonar, interrumpiéndolo a cada rato. Ya estaba irritado cuando volvió a sonar y dejó lo que estaba haciendo para contestar.

-Residencia de Sasuke Uchiha.

Nadie contestó, a pesar de que Naruto oyó una respiración lenta y profunda, como si quien quiera que estuviera al otro lado de la línea controlara deliberadamente su resuello. Pero no era un «jadeador»; aquel sonido no resultaba obsceno, ni exagerado.

-Hola -dijo-. ¿Me oye?

Un suave clic sonó en su oído, como si quien estaba llamado hubiera colgado el aparato con sumo cuidado, igual que jadeaba.

«Él». Por alguna razón, no tenía ninguna duda de que se trataba de un hombre. La razón le decía que podía ser algún adolescente aburrido, o simplemente alguien que se había equivocado de número, pero un súbito escalofrío se apoderó de él.

Corazón rotoWhere stories live. Discover now