Capítulo 5.

7.4K 791 672
                                    

—Tay... —murmuré sin dejar de mirarle a los ojos. Puse una mano en su cabeza y comencé a acariciarle aún con cierto temor el pelo.

El lobo cerró los ojos, dejándose hacer encantado, y rozó su hocico con mi cuello, haciéndome reír. Puse mi mano en su nariz y lo fui apartando lentamente hasta que pude mirarle bien.

—Aún me cuesta creer que todo esto sea real —comenté, rascándole el cuello con ambas manos.

Unos segundos después, dio unos pasos hacia atrás para alejarse de mí, lo cual me dejó algo confuso, pero que entendí perfectamente cuando cerró los ojos y comenzó a respirar agitado. Su cuerpo se rodeó de una preciosa luz brillante que, tras unos segundos, dejó paso a la forma del Tay de siempre.

—¿Ya te sientes satisfecho? —preguntó, sonriéndome de lado.

—Sí, bueno... —alcé mi mirada y me crucé de brazos, a lo que él rodó los ojos y se acercó a donde tenía su ropa tirada en el suelo—. ¿No tienes frío? —le seguí con la mirada.

—No —carcajeó a la vez que se empezaba a poner los pantalones—. Los hombres lobo tenemos la temperatura corporal mucho más elevada de lo normal —una vez se los abrochó, se encogió de hombros.

—Entiendo... —fruncí el ceño, quedándome pensativo.

—¿Sabes? En los escasos minutos que he estada con mi forma lobuna, te he sentido mucho más receptivo conmigo de lo habitual —añadió al meter su camiseta por la cabeza.

—¿Eh? —alcé una de mis cejas.

—Me has acariciado —me dedicó una sonrisa pícara, provocando que apartara la mirada hacia un lado, puesto que no sabía reaccionar a aquellas palabras—. ¿He dicho algo malo? —preguntó preocupado al ver que no le miraba.

—No, no —negué con mi cabeza avergonzado.

—Ah... —se rascó algo cortado el cuello—. Bueno, será mejor que volvamos a casa —cogió su mochila y, tras echársela al hombro, anduvo hasta mí.

—Sí, mejor —asentí aún sin mirarle y, una vez comenzó a caminar, le seguí.

A pesar de mi insistencia con que no hacía falta que me acompañara a casa, Tay no me hizo caso alguno. Lo de que le viesen conmigo, para mí era lo de menos. Pero el incómodo silencio que se formó durante todo el trayecto, me empezó a poner histérico. Sin embargo, a él parecía que ni le importaba.

—¿Vas a quedarte aquí o también necesitas llevarme a mi habitación? —dije una vez estuvimos en la valla de mi jardín.

—Como quieras —soltó una carcajada, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.

—No, gracias —puse mi mano en su pecho e intenté darle un empujón leve, pero me fue imposible.

—Nunca tendrás mi fuerza —vaciló con una sonrisa pícara.

—Eso ya lo veremos —le amenacé, cruzándome de brazos.

—¿Por qué estás tan nervioso? —preguntó intrigado, olisqueando a mi alrededor—. Hueles raro —murmuró una vez se colocó recto de nuevo.

—¿Por qué iba a estar nervioso? —tartamudeé, puesto que su gesto me había incomodado.

—Tú sabrás —alzó una ceja.

—Me voy —contesté algo apático, dándome la vuelta—. Nos vemos mañana en el instituto, aunque sea a distancia —giré levemente mi cabeza para mirarle y le guiñé un ojo.

Tay se quedó mirándome preocupado, como si quisiera decir algo más, pero finalmente se mantuvo en silencio. Una vez llegué al porche, volví a girarme para ver si seguía allí, pero ya se había marchado. Entré por la puerta y, además de saber que mi padre se encontraba allí por estar bajando las escaleras, olí que se acababa de dar un baño, puesto que el aroma del champú impregnó toda mi nariz.

LUNA LLENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora